La ley de Etiquetado Frontal de Alimentos es una normativa que obliga a las empresas a colocar en los productos ultraprocesados (todos aquellos alimentos y bebidas empaquetados que encontramos en el súper), sellos de advertencia que indiquen el exceso de nutrientes e ingredientes que son nocivos para la salud, como azúcares, grasas, sodio y edulcorantes. Aún no es ley pero puede resultar en una herramienta muy buena a favor de la salud alimentaria.
Son casi 16 mil chicas y chicos, de entre 13 meses y 4 años, en todo el territorio provincial a los que se pretende llegar con la vacunación masiva, gratuita y obligatoria, contra sarampión, rubéola, paperas y poliomielitis. Es una campaña nacional y provincial que nos debe comprometer como sociedad y a la que la CPE adhiere con su difusión: que nadie quede afuera para tratar de eliminar estas enfermedades.
En Argentina se diagnostican unos 1.200 nuevos casos de cáncer infantil por año, de los cuales de 10 a 12 se registran en La Pampa. El 70% tiene cura si se dan un diagnóstico temprano, tratamientos adecuados en tiempo y forma, un buen estado nutricional y una red de apoyo socio emocional. La Asociación LUCI da la pelea en nuestra provincia.
A tres meses de haber empezado el Taller de Yoga, más de 25 personas, la mayoría mujeres, asisten regularmente al espacio. Soledad Domínguez, la docente a cargo, se mostró gratamente sorprendida por la cantidad y el entusiasmo de las asistentes, que conforman un grupo de edades diversas, desde adultos mayores hasta chicas de 20 años de edad.
“Somos la primera generación que intenta vivir sin eso; salió mal y estamos tratando de corregir el error”. “Eso” es la conexión del ser humano con su entorno natural, su disposición para producir al menos una parte de los alimentos que consume, y es algo que se perdió hace apenas medio siglo. Quien lo dice es Alejandro Rabinovich, docente e investigador de Historia de la UNLPam que, junto con su compañera, Dolores Linares –también docente e investigadora, pero de Geografía y Ciencias Sociales–, hace nueve años se embarcaron en la aventura de vivir de otro modo, mucho más arraigado a la naturaleza, tomando como modelo la permacultura.
"El grupo de nuestros chicos", lo llaman y a pesar de haberse conocido por la experiencia más dolorosa de sus vidas, estas mujeres ríen, se abrazan y reconstruyen sus días con alegría. Son una docena de madres y algunos padres que han perdido algún hijo y que integran Renacer, un grupo de "ayuda mutua", como ellos mismos lo definen, en el que aprenden a enfrentar el dolor. Están marcadas y la sola mención de los nombres de "los chicos" humedece los ojos de estas mujeres. Pero no se trata de olvidar, sino por el contrario, de recordarlos aunque duela, de no negar la angustia. "Ellos no nos querrían ver tirados en la cama", dicen y es el mayor aliento de su lucha contra la tristeza y la desesperanza. Porque, como reza el lema que preside cada una de las reuniones, "a pesar de todo: sí a la vida".
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