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GRUPO RENACER: UNA ESCUELA DE VIDA

"El grupo de nuestros chicos", lo llaman y a pesar de haberse conocido por la experiencia más dolorosa de sus vidas, estas mujeres ríen, se abrazan y reconstruyen sus días con alegría. Son una docena de madres y algunos padres que han perdido algún hijo y que integran Renacer, un grupo de "ayuda mutua", como ellos mismos lo definen, en el que aprenden a enfrentar el dolor. Están marcadas y la sola mención de los nombres de "los chicos" humedece los ojos de estas mujeres. Pero no se trata de olvidar, sino por el contrario, de recordarlos aunque duela, de no negar la angustia. "Ellos no nos querrían ver tirados en la cama", dicen y es el mayor aliento de su lucha contra la tristeza y la desesperanza. Porque, como reza el lema que preside cada una de las reuniones, "a pesar de todo: sí a la vida".

Publicada en octubre de 1999

Salir de "la oscuridad" puede llevar años, comentan estas madres que ya son expertas en cobijar a las recién llegadas al grupo. La oscuridad es ese momento inmediatamente posterior a la pérdida y es el peor. Es como haber perdido la brújula de la vida y estar completamente desorientado. "Si perdés a tu marido, se dice que sos viuda; si perdés a tus padres, que sos huérfana; pero si perdés a un hijo, no hay nombre para eso", reflexiona Ángeles. Y es que con la muerte de un hijo "pierde valor todo" y, entonces, nada tiene sentido y la reacción primera es tirarse en la cama sin que importe qué pasa alrededor. "Nadie nos prepara para esto, en esta cultura no nos hablan de la muerte", dice Ángeles.

Kitty, Sara ‑la única que aún queda de los que fundaron el grupo en el '93‑, Ángeles, Lilian, Luisa, Carlos, Irma, entre otros, explican todo con metáforas y cada frase se parece a un abrazo. "Diez puntos no vamos a estar nunca, andamos como con un plomito en el corazón", dice Sara, que fue la que recibió a cada una de las nuevas integrantes. "Yo no iba a ir ‑cuenta Irma‑, me preguntaba cómo me iban a ayudar si estaban como yo, pero me pasaron a buscar y no me olvido que cuando llegué me agarraron de las manos bien fuerte y fue como sacarme un gran peso de encima".

"Es una escuela de vida", dicen. No se conocían antes de la muerte de sus hijos, pero se hicieron amigas apenas empezaron a visitarse. Aprendieron a reconstruir el sentido de las cosas, a palpitar los sentimientos del otro, a dar aliento al que se cae. Por eso, coinciden, de los muchos que pasaron por las reuniones, no todos quedaron: "porque siempre decimos, Renacer no es para todos, hay que saber dar y recibir, y no todos pueden hacerlo". Otros ni siquiera se animan a acercarse, por prejuicios. Y es por eso que cada vez que se enteran que alguien perdió un hijo, uno del grupo visita a la familia para invitarlo.

 

"Si perdés a tu marido, se dice que sos viuda; si perdés a tus padres, que sos huérfana; pero si perdés a un hijo, no hay nombre para eso"

 

El resentimiento

"Lo primero que uno siente es una enorme bronca, un gran resentimiento", confiesa Sara, que perdió a su hijo seis años antes de que existiera el grupo, "al principio tenés resentimiento contra todo, hasta con el vecino que prende la radio", explica y, aunque sabe que es una reacción natural, aclara que quedarse con ese sentimiento es uno de los caminos; el otro, el que eligió el grupo es un sendero de subida en la búsqueda de valores positivos.

"La primera alegría es cuando esbozan la primera sonrisa; es el milagro del cariño", dice Kitty, una de las pocas a las que acompaña su marido, Carlos. Es el primer síntoma de que las cosas empiezan a cambiar. Y más de una tardó hasta que el grupo decidió enviarla a uno de los congresos que los Renacer de todo el país ‑ya hay también en Chile, Paraguay y Uruguay‑ hacen periódicamente. "Cuando ves que hay gente que perdió a dos, tres y más hijos y que te hablan de que hay que levantarse y seguir, te das cuenta de que podés hacerlo, de que tenés que hacerlo, es muy fuerte", cuenta Luisa, una de las que viajó al último de los encuentros.

Los que quedan

"A veces creemos que los únicos que perdimos a alguien somos nosotros ‑comenta Kitty‑, y los hijos que quedan también sufren, y muchas veces, además de perder a un hermano, pierden a los padres". La lucha es difícil y en cada uno de la familia la pérdida repercute de una manera distinta. Cuentan que han llegado a oír de sus otros hijos que "acá hay que morirse para que lo quieran a uno".

Se critican y agradecen al grupo el hecho de haberles enseñado revertir su abandono por todo lo que los rodeaba; y a sostener a la familia para sacarla del pozo. "Cada cual reacciona diferente ante el dolor y hay que respetarlo", dicen. Acaso por ese motivo, aunque las apoyen, el resto de los familiares muy pocas veces se integra al grupo.

Gracias a las reuniones que cada quince días hacen en sus casas, para darle más calidez, aprendieron a recuperar el diálogo con sus parejas, con el resto de sus hijos, a comprender los silencios de los otros y que, como leyeron de algún autor que sistemáticamente estudian en sus encuentros, "las mamás tienen la memoria del útero, los papás la del corazón".

Así, ya son anécdotas simpáticas lo que alguna vez fue motivo de angustia: los reproches de los hijos que quedan o de los maridos, los encontronazos cuando uno de los chicos quiere usar algo del hijo que perdieron una remera, el equipo de música, cualquier cosa celosamente guardada desde la pérdida, "porque es parte de él", dicen.

Hoy, el recuerdo sigue siendo ese "plomito en el corazón", pero con el orgullo de haberse puesto de pié. "Los chicos" están presentes en cada reunión y algunas hasta los sienten a su lado: "a veces es una ilusión y otras, una certeza y es un alivio", dice Sara. Sin rituales, entre mate y mate, se suceden las confesiones más íntimas, los recuerdos de los hijos que ya no están y las preocupaciones por los que quedaron, los chismes y también los chistes. Porque, a pesar de todo, siguen convencidas de su lema: "sí a la vida".

Los principios

“Renacer es un grupo de ayuda mutua para padres que comparten una experiencia dolorosa de vida: la pérdida de hijos”, dice el preámbulo del grupo.

“El único requisito para ser miembro de Renacer es el deseo de recibir y dar ayuda.

“Para ser miembro de Renacer no se paga derecho ni cuotas, nos mantenemos con nuestras propias contribuciones.

“Renacer no está afiliado a ninguna religión, secta, partido político, organización o institución alguna. No avala ni convalida opiniones o actuaciones personales vertidas en algún medio y que lo involucren en actividades cuya finalidad sea ajena a los grupos. No desea intervenir en controversias; no respalda ni se opone a ninguna causa.

“Nuestro objetivo primordial es recuperarnos del dolor y ayudar a otros a alcanzar paz y serenidad, en la seguridad de que nada de cuanto se dice en esta reunión saldrá de este ámbito”.

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