En los últimos años, los países en desarrollo como Argentina vienen experimentando una transición nutricional que incide en el entorno y en los comportamientos alimentarios, y que se traduce en una doble carga de malnutrición: por un lado, una alta prevalencia de indicadores de malnutrición crónica (anemia o baja talla) y, por el otro, un incremento de obesidad y enfermedades crónicas no transmisibles como diabetes o afecciones cardiovasculares.
Publicada en junio de 2019
*Este artículo fue elaborado por el Colegio de Nutricionistas en el marco de su participación
en la Coalición Nacional para la Prevención de la Obesidad Infantil en Niños, Niñas y Adolescentes.
El exceso de peso en niños y adolescentes es uno de los problemas de salud pública más graves del siglo XXI a nivel mundial. En Argentina, según la Encuesta Mundial de Salud Escolar realizada en 2012, casi el 29% de los adolescentes de 13 a 15 años registró sobrepeso. Esta epidemia de obesidad afecta en mayor medida a los estratos socioeconómicos más bajos y a la población con menor nivel educativo alcanzado.
La obesidad infanto-juvenil tiene consecuencias físicas y psicológicas concretas y es un factor predictivo de obesidad en la edad adulta. Puede causar la manifestación temprana de enfermedades cardiovasculares y diabetes tipo 2, contribuir a dificultades conductuales y emocionales, y reducir el nivel educativo que puede alcanzar un niño.
Uno de los principales factores para la expansión del problema es la exposición de los menores a un entorno obesogénico —es decir que favorece el desarrollo de la obesidad o que estimula hábitos y comportamientos que conducen al exceso de peso—, y las respuestas conductuales y biológicas inadecuadas a ese entorno, como por ejemplo las conductas alimentarias de tipo adictivas que se van acentuando a medida que continúa la exposición a dichos factores.
Actualmente muchos niños crecen en un entorno que fomenta el sedentarismo y la ingesta de alimentos y bebidas con cantidades excesivas de grasas, azúcares y con alto índice glucémico. Los cambios en el tipo de alimentos que consumen, en su asequibilidad, comercialización y marketing, así como el descenso en la actividad física, provocan un desequilibrio en el balance de grasa de reserva que predispone al desarrollo de sobrepeso y obesidad. El consumo de bebidas azucaradas es un importante contribuyente en el desarrollo de la obesidad en los niños.
Dada la dimensión del problema en nuestro país, es importante el diseño de políticas públicas para prevenir su desarrollo desde edades tempranas, que pongan énfasis en los entornos escolares. En este sentido, y con el objetivo de promover este tipo de acciones, por iniciativa de la Fundación Interamericana del Corazón (FIC) y UNICEF Argentina, en 2017 se creó la Coalición Nacional para la Prevención de la Obesidad Infantil en Niños, Niñas y Adolescentes, una red de organizaciones de la sociedad civil de la cual el Colegio de Nutricionistas de La Pampa forma parte e interviene activamente en pos de la prevención de la obesidad infanto-juvenil.
Ver el siguiente artículo del Colegio:
Cada vez hay más niños obesos