Los que conocen o habitan La Pampa desde hace mucho tiempo constituyen una comunidad en general consciente de la importancia que para su provincia tienen los distintos recursos hídricos que la Naturaleza le ha ofrecido. Un ejemplo de ello es que, tanto los propietarios de modestas explotaciones agropecuarias como de grandes establecimientos rurales se interesan y viven pendientes de un recurso hídrico que se presenta como el más elemental o natural, es decir, las lluvias; por ello se proveen de pluviómetros "caseros" o técnicamente más aptos que les permiten apreciar la magnitud de las precipitaciones o valorar su importancia, realizan a veces una prolija documentación de sus registros con el fin de programar sus labores y manejos, a la vez que recurren a los organismos técnicos especializados aportando datos en busca de información elaborada científicamente que les servirá para una planificación cuidadosa de sus explotaciones.
El oeste profundo de La Pampa fue parte del paraíso hasta que la mano del hombre lo transformó en desierto. Esta lectura, basada en contundentes pruebas, incluye un registro detallado, profesional, indeleble, realizado en el mismo terreno, tras la ominosa campaña del Desierto del Estado Nacional que pergeñó la llamada Generación del 80.
Mucho se habla, interesa, llama la atención, pero… ¿qué pasa con el Atuel? ¿En qué estado está? ¿qué expectativas existen? En esta época del año el Atuel se seca por completo, la arena se apodera del cauce y el desierto se agranda. El 100% del agua que se almacena durante el año en los diques y embalses mendocinos, es liberado y direccionado a las áreas de riego para regar sus cultivos y ser aprovechado íntegramente por la provincia cuyana.
Incendios, derrames, sequías, contaminación, intoxicación de seres humanos y no humanos por químicos y deshechos; el cambio climático, entre otros, ilustra las crisis suscitadas en torno a una explotación extractiva sostenida en el tiempo, sin dar respiro ni posibilidad de recomposición al ambiente.
La distribución de los recursos hídricos en Argentina muestra una realidad contrastante. El país posee un 70% de clima árido y semiárido con importante déficit hídrico y escasos recursos hídricos superficiales. Por otra parte, el 30% restante posee clima húmedo con excesos de agua, muchas veces estacionales y de calidad variable. En ambos casos, especialmente en las zonas áridas y semiáridas, los recursos hídricos adquieren una relevante importancia en la provisión de agua para consumo humano y riego.
El reciente fallo de la Corte Suprema de Nación alienta la esperanza de los pampeanos y con especial énfasis de la gente del oeste. Sus voces actuales, muchas veces engañadas u olvidadas, no ocultan su alegría pero saben que falta, y mucho, para que el agua del Atuel sea permanente, rica y suficiente.
El vértigo en el que vivimos y el vendaval permanente de noticias y hechos, han dejado un poco de lado la trascendencia de la audiencia judicial del pasado 14 de junio, protagonizada por La Pampa y Mendoza. Los tiempos de la nueva etapa empezaron a correr. Mientras tanto valdría no perder el estado de movilización y consenso alcanzado por los pampeanos.
Alguien que desconozca la historia y sus razones podría pensar que los pampeanos somos unos eternos quejosos, cuando lee noticias sobre los conflictos con Mendoza por las cuencas hídrica interprovinciales. Que buscamos embarrar la cancha con planteos judiciales. Que no tenemos voluntad de diálogo y consenso. Sin embargo, por definición histórica y las permanentes injusticias, a quienes vivimos en este pedazo de suelo argentino, no nos queda otra que los caminos de la resistencia frente al despojo de nuestros recursos, frente al ninguneo y manoseo de las autoridades políticas mendocinas y, finalmente, a las actitudes de afrenta antipampeana que ha demostrado el actual gobierno nacional.
La Fundación Chadileuvú escribió para 1º de Octubre un resumen sobre la situación actual de su lucha y la de los pampeanos por la vuelta de los ríos.