Nuevo 1° de Octubre es una publicación mensual y gratuita de la CPE.
ESPACIO CEDIDO A LA FUNDACIÓN CHADILEUVÚ: EDITORIAL REVISTA CAUCE

En este editorial vamos a desviarnos algunos grados del marco habitual enfocado principalmente a los temas hídricos y ambientales, pero pronto se verá que la heterodoxia no es tanta porque nos referiremos al andamiaje que sustenta nuestro target habitual: la CIENCIA y su prima hermana (al decir de Mario Bunge) la TÉCNICA, sin pretender realizar una historia ni una radiografía del desarrollo mundial de esta temática, más modestamente nos restringiremos a nuestro país.

Realizar un repaso ultrarrápido del desarrollo científico y tecnológico en Argentina nos obliga a simplificar el trayecto y quizás partir de los años 50 del siglo pasado, sin obviar que casi todas las academias relacionadas con la ciencia (Medicina, Exactas y Naturales y la misma Academia Nacional de Ciencias) fueron creadas en el siglo XIX y solo la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria fue fundada en 1909. Además, en este muy sucinto repaso de la historia de la ciencia en Argentina no podemos dejar de mencionar a los naturalistas como Florentino Ameghino, Luis Huergo, Juan Bautista Ambrosetti y al perito Francisco Moreno como pioneros en el estudio del territorio nacional y de su pasado evolutivo, citaremos en este caso a los estudios paleontológicos de Ameghino.

Sin embargo, la década del 50 del siglo pasado tiene especial importancia en el desarrollo de la Ciencia y la Técnica Argentina porque se crea la Comisión Nacional de Energía Atómica (CONEA), el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA).

Vamos a abordar especialmente el papel del CONICET sin desconocer a las demás instituciones, porque es posible considerarlo como pilar del desarrollo científico-técnico nacional al abordar y propulsar todas las disciplinas científicas.

Fue al Doctor Bernardo Houssay, primer premio Nobel argentino en Medicina a quien se le debe la creación de la institución, la cual, articulando su quehacer con las Universidades Nacionales, ha sido desde aquel 1958, año de su creación, un motor del desarrollo científico y técnico nacional.

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Alberto Golberg y Héctor Gómez, presidente y vicepresidente de la Fundación Chadileuvú, durante una reunión con autoridades de la CPE, el 6 de mayo pasado.

Pero esta historia tiene enormes claroscuros: el péndulo maldito, el “Start and Stop” que ha ensombrecido toda la historia nacional, no solamente la científica. En 1966 sucede la llamada “NOCHE DE LOS BASTONES LARGOS”, fue durante la dictadura del general Onganía cuando se firma el decreto de intervención de las Universidades Nacionales y se apalea a un grupo numeroso de docentes, científicos y estudiantes que habían tratado de resistir la medida, ocupando la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA; en repudio a la agresión y a la intervención de la dictadura renunciaron cientos de docentes e investigadores de las universidades nacionales y del CONICET los que fueron a nutrir institutos de investigación de Brasil, Chile, Estados Unidos y Europa.

Hacia principios de los 70, con la expectativa del nacimiento de un nuevo gobierno democrático, algunos investigadores emigrados regresaron al país y hubo un tímido despegue de la enseñanza universitaria hasta entonces constreñida por la aplicación del númerus clausus que obligaba a las Facultades a admitir un número determinado de ingresantes, también una vez más el péndulo del complejo científico-tecnológico apuntó hacia la posición de Start pero fue muy breve, demasiado, el período de reconstrucción: hacia mediados del 75 el gobierno nacional nombró en el Ministerio de Educación a una momia que ya había encabezado esa cartera en la lejana década del 50; la misión encomendada por el gobierno fue depurar las universidades nacionales del caos y la infiltración marxista y la momia cumplió fielmente ese mandato: “La ‘depuración ideológica’ de las universidades incluyó la cesantía de cerca de la mitad de los profesores universitarios, gran cantidad de no docentes, cierre de universidades, represión y prohibición de los centros de estudiantes y sindicatos docentes y no docentes, bibliografías expurgadas, listas negras de estudiosos no citables, cancelación de cátedras libres, censura de los contenidos de las materias, separación de las carreras de Psicología (cerrada durante un año), Sociología y Ciencias de la Educación de la Facultad de Filosofía y Letras (con el fin de aislar a los estudiantes de las mismas), exigencia a los estudiantes de certificados policiales de buena conducta”. (Oscar Ivanissevich)

Pero nada tuvo parangón en la escabrosa historia del sistema universitario argentino y en el complejo científico-tecnológico como lo ocurrido a partir de marzo del 76, cuando desaparecieron y encarcelaron investigadores del INTA, INTI, CONICET y de las universidades nacionales las cuales estuvieron intervenidas durante los 7 años de dictadura cívico-militar, se cesanteó cientos de docentes e investigadores y se produjo la migración de materia gris más importante de la historia del país.

En el período de gobierno 1989-1999, el superministro de Economía envió a lavar los platos a los investigadores del CONICET mostrando de esta manera el aprecio que se le dispensaba a la actividad científica, también se aplicó una cesantía al personal del Estado, disfrazada de retiros voluntarios, que alcanzó al INTA e INTI. Sin embargo, podría decirse que hubo ambigüedades en la política científica, pues en dicho período se creó la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT) y se obtuvo del Banco Mundial un importante préstamo para el reequipamiento del material científico de universidades e institutos de ciencia y técnica mediante el Programa de Modernización Tecnológica.

Los gobiernos establecidos a partir del 2003, y especialmente el período 2007-2015 cuando se creó el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, apostaron fuertemente al desarrollo de la ciencia y la técnica, así la proporción del PBI aportada al complejo científico-tecnológico partió de un 0,13% en 2004 hasta casi alcanzar 0,36% en el 2013, manteniéndose esta proporción hasta el fin del mandato en 2015.

Y así llegamos al 2023, cuando de las sentinas de la historia nacional surgió un gobierno elegido democráticamente que vino a destruir de manera declarada todo lo que quedaba del andamiaje científico-tecnológico nacional y de manera simultánea la enseñanza universitaria: se pronostica una inversión para el 2025 en el rubro de CyT de 0,16% del PBI; quizás ayude a comprender cuál es el significado de este raquítico aporte si dijéramos que los salarios pagados a docentes universitarios e investigadores son paupérrimos, para ello basta decir que el sueldo de un profesor adjunto con dedicación exclusiva no alcanza a cubrir la canasta básica total que marca el nivel de la pobreza, en el CONICET se ha disminuido drásticamente las becas doctorales y posdoctorales, así como no se han incorporado ingresantes a la carrera del investigador que ya habían pasado por una rigurosa selección, también dejaron de financiarse numerosos proyectos de investigación aprobados y el gobierno nacional se ha apropiado de fondos para la adquisición de equipamiento de investigación acordado por instituciones internacionales, en el INTI se ha cesanteado a más de un centenar de profesionales y sobre el INTA pesa la amenaza de un fuerte ajuste.

Lo que está aconteciendo es producto de una ideología que ve el aporte en ciencia y técnica como un gasto y no como un motor del desarrollo socio-económico de un país. En la tabla que sigue se muestra como sustento de la afirmación precedente el aporte a CyT de algunos países considerados desarrollados como porcentaje del PBI:

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Incluso Brasil, nuestro asociado en el MERCOSUR aporta el 1,15 del PBI a Ciencia y Tecnología. Y a modo de conclusión, diremos que sólo el desarrollo de la CyT puede sacarnos del barro del subdesarrollo y lanzarnos a las estrellas y además que la estructura científica de una nación presenta una estructura de cristal, muy fácil de deshacer y extraordinariamente difícil de reconstruir.

“Porque somos demasiado pobres no podemos darnos el lujo de invertir en lo que nos va a sacar de la pobreza”, según Pandit Nehrú, esto es la educación y la ciencia…

* Fundación Chadileuvú.