La distribución de los recursos hídricos en Argentina muestra una realidad contrastante. El país posee un 70% de clima árido y semiárido con importante déficit hídrico y escasos recursos hídricos superficiales. Por otra parte, el 30% restante posee clima húmedo con excesos de agua, muchas veces estacionales y de calidad variable. En ambos casos, especialmente en las zonas áridas y semiáridas, los recursos hídricos adquieren una relevante importancia en la provisión de agua para consumo humano y riego.
Publicada en febrero de 2017
El agua es un recurso natural cuyo disfrute y protección compete ordenar a los poderes públicos encargados de su tutela. La Constitución Argentina adjudica esta responsabilidad en exclusiva a los estados provinciales, excepto en las cuencas que discurran por más de una provincia. Por consiguiente, es a cada provincia, a quien compete la fijación de los objetivos de la planificación hidrológica y la aprobación del plan por los procedimientos contemplados en la legislación específica, y en caso que discurran por más de una provincia son estas las que tienen que ponerse de acuerdo para fijar los objetivos de la planificación hidrológica
En la mayoría de las cuencas, por no decir en todas, está muy lejos de hacerse una gestión integrada, en virtud de la compleja situación que lleva a privilegiar los interés particulares de las provincias aguas arriba e, inclusive, de intereses particulares de sectores dentro de una misma cuenca, lo que trae como consecuencia una anarquía en la gestión.
Bajo este argumento podemos ubicar a la cuenca del río Desaguadero-Salado-Chadileuvú-Curacó, una de las mayores de nuestro país, la cual integra a las provincias de La Rioja, San Juan, Mendoza, San Luis, La Pampa, Neuquén, Río Negro y Buenos Aires. La superficie total es de más de 360.000 kilómetros cuadrados, comprendiendo a las subcuencas de los ríos Vinchina-Bermejo, Jáchal, San Juan, Mendoza, Tunuyán, Diamante, Atuel, Desaguadero y la cuenca del río Colorado. Recorre de Norte a Sur una franja desértica de mil kilómetros de longitud de un sistema hidrográfico poco conocido y de implicancias ciertamente complejas para las provincias que recorre (La Rioja, San Juan, Mendoza, San Luis, La Pampa). Algunos autores la denominan como Sistema Andino, mientras que en el mapa de Cuencas y Regiones Hídricas de la República Argentina es denominado Sistema del Río Colorado.
Desde la mitad del siglo pasado, se desarrollaron diversas obras que han regulado artificialmente el régimen del río, y como consecuencia de ello los recursos hídricos y biológicos, por una parte, y la dinámica económica, social y cultural aguas abajo de dichas obras, por la otra, han sufrido profundos cambios. Frente a ello, la creciente demanda social obliga a mantener un capital ecológico en base al establecimiento de umbrales o presupuestos mínimos consensuados que establezcan caudales capaces de mantener las funciones de los ecosistemas fluviales en los tramos de río regulados o modificados artificialmente por el hombre, así como también en los tramos aguas abajo.
Es entonces que las lagunas del centro-oeste de La Pampa se convirtieron en sistema de base y final de esta gran cuenca, solo prosiguiendo su curso el río esporádicamente, cuando las precipitaciones o grandes caudales rio arriba llenaban los cuerpos lacustres y el río podía llegar al Colorado con elevados tenores salinos, haciendo peligrar el riego en bajo de la Provincia de Buenos Aires gestionadas por CORFO.
Ante la falta de un Comité de Cuenca que gestionara la totalidad del río, y la pasividad de las provincias río arriba, esta situación derivó en un consenso entre Buenos Aires, Río Negro y La Pampa, firmando de un Acta-Acuerdo el 28 de Junio de 1985 con el objetivo de evitar las descargas del agua del río cargada con salinidades que, en algunos casos, podía llegar a contener hasta 30 gramos de sales totales por litro. Este valor era muy superior al fijado en aquel encuentro en 1956, entre las cinco provincias ribereñas del río Colorado, donde se establecía una salinidad para Buenos Aires cercana a 1 gramo por litro.
El principal punto que define el acta es el inciso a) del artículo 2, que plantea realizar obras de control de escurrimientos entre la laguna La Amarga y el curso del río Curacó, y otras que pudieran resultar a los fines convenidos, que popularmente se lo denomina “Tapón de Alonso”. Es decir que la Pampa se convierte, a partir de ese momento, no solo en un receptor de sales de toda la cuenca, sino de todos los desarreglos de la falta de gestión de todas las provincias que forman la cuenca.
Por último, podemos considerar que la interprovincialidad de una cuenca va más allá de que solo se comparta el agua. Significa una gestión integrada; que la toma de decisiones en toda la cuenca sea compartida por todos los actores y usuarios, actuales y futuros; que no se tome ninguna decisión sobre ninguno de los aspectos de la cuenca sin la participación de todos los involucrados. Por supuesto que esta situación nos lleva a una total involución, ya que en lugar de pensar en algo superador como el desarrollo sustentable y el agua como derecho humano, no podemos lograr todavía el manejo integrado de las cuencas y así, con estas actitudes, se contribuye a la degradación de la cuenca y sistemas hídricos. Es por esto que creo firmemente que en la Argentina en general, y en el río Desaguadero-Salado-Chadileuvú-Curacó en particular, la gestión integrada de cuencas hoy en día es una verdadera fábula.
*Carlos Schulz es Doctor en Ciencias Geológicas.
Nota publicada en Contexto Universitario de la UNLPam.