Cuando se habla de literatura argentina, las opiniones que podemos recabar son, obviamente, múltiples y por demás diversas. A la ya consabida discusión (que yo mismo he tenido, en cuanto a lo que significa ser escritor pampeano) sobre si el escritor argentino tiene la obligación o no, por ser argentino, de hablar de ciertos temas, se suma que los gustos, las miradas, las preferencias, la época, las circunstancias, y tantos otros factores, hacen que las resonancias varíen para cada persona. Poéticos, costumbristas, líricos, periodísticos, cuentistas, ensayistas, etcétera, resultaría una tarea infructuosa, por lo eterna, el buscar consenso sobre los máximos exponentes de nuestras letras. Es que “hay tantas ideas de Dios, como hombres que lo piensan”, como reza la frase; máxima que tranquilamente puede aplicarse a este debate.