Un atardecer impactó a una niña tímida, introvertida, de tercer grado de la Escuela Nacional de Salliqueló. Cuando la señorita Mabel leyó para toda la clase lo que había escrito aquella niña, dijo: “acá tenemos una pequeña escritora”. Hace mucho tiempo, muchos versos ya de aquél día; la niña es ahora una mujer que publica “Ojos mutantes”, su segundo poemario, esta vez editado por Editorial Voces de la CPE. Josefina Bravo ya no es aquella a la que le daba vergüenza hasta decir “presente” en clase, pero algo del espíritu lúdico de su infancia se preserva en su poesía.
“Ojos mutantes” es la próxima entrega de Editorial Voces, en línea con su política de publicación de autores locales y regionales. Es la segunda obra publicada por Josefina Bravo, después de Escalofriante de mí, otro poemario editado en 2014. “Hubo toda una búsqueda de nuevas preguntas y nuevas formas de decir”, explica la autora que, para el título del nuevo poemario, se inspiró en palabras de la escritora Liliana Bodoc, a la que escuchó decir que, por suerte, vamos cambiando la forma de ver el mundo. “La vida es movimiento, la mirada debiera cuestionarse y replantearse constantemente”, señala.
- El poemario incluye numerosos poemas breves. ¿Es parte de una experimentación con la palabra o hace a un estilo personal, muy tuyo?
- Sí, experimento o intento hacerlo, como algo lúdico. Le falto un poco el respeto a ese texto primero para ver cómo se ofrece, qué aparece. Porque un poema surge de una intensidad a la que tratamos de ponerle palabras, no viene dictado del más allá. Por supuesto que hay un momento de inspiración, de conexión, como quieras llamarlo. Eso que da el impulso para escribir. Pero después viene una parte fundamental, que es el trabajo sobre el texto.También tiene poemas largos el libro, pero es cierto que los breves, esa intensidad concentrada, me pueden.
- ¿Jugás con el imaginario del eventual lector/a o te resulta “indiferente”?
- Yo sí juego con eso, confío en el lector. Dejo lugar a que imagine, a que se involucre,no le sirvo todo en bandeja. Abro sentidos para que los textos habiliten varias lecturas, o eso intento. Supongo que, como lectora, los textos que más me emocionan son esos en los que sé que puedo seguir encontrando cosas, cuando puedo seguir haciéndoles preguntas, cuando veo multiplicidad. Por eso, a la hora de escribir, también busco eso.
Feminismo y poesía
- Vivimos una etapa de mucha movilización de ideas y acciones contra el patriarcado y la cultura machista: ¿influye a la hora de escribir?
- Supongo que eso es muy personal. Liliana Bodoc una vez dijo que no concebía a la ensalada sin postura política. Yo no me animaría a generalizar, no sé cómo lo vive cada persona que escribe o crea desde otra disciplina. De todas formas, el arte,aunque no siempre, sí muchas veces cuestiona la realidad y a mí me interesa eso. No como una cosa panfletaria, más bien como una forma de repensar lo que está dado e imaginar nuevos mundos posibles. Y mejores, claro. Más empáticos, más amorosos, más conscientes.
Respecto al feminismo, me gusta pensarlo no contra el machismo como una fuerza opuesta que se lleva por delante a su antagonista, sino como una forma de construir un mundo más justo y amable para todas las personas que viven en él.
En la poesía hay una corriente que, además de escribir de un montón de otras cosas, de ser bella y de mucha calidad, cuestiona las violencias del sistema patriarcal y machista desde hace muchísimos años, sin llamarlo así al sistema ni llamarse a sí misma feminista. A mí me interesa la literatura que permite muchas lecturas y muchas miradas, donde cada vez que leés encontrás una nueva posibilidad de entender el mundo.
Ilustraciones
“Ojos mutantes” cuenta con ilustraciones en tapa e interior del profesor de Artes Visuales y coordinador del área desala de exposición del Complejo Cultural El Molino de Santa Rosa, Alexander Moreira. A raíz de una experiencia conjunta anterior, Josefina le propuso que creara a partir de los textos algunas obras para “Ojos mutantes”. “Alex es un artista plástico que admiro muchísimo, me encanta su trabajo”, dice la poeta.
- ¿Cómo te influye, si lo hace, el debate sobre el lenguaje inclusivo?
- Sí, me influye y me problematiza. El lenguaje inclusivo pone sobre la mesa muchas cuestiones. Lo que digo no se lo lleva el viento, nunca sabemos el alcance de nuestras palabras. Pensar y revisar la forma de hablar tiene que ver con tratar de cuidar a quien recibe el mensaje, con no herir, no hacer daño, con considerarlo y validarlo. Lo que se omite invisibiliza y nadie tiene por qué vivir en las sombras.
Hace poquito leí una noticia, en el titula decía “un grupo de científicos descubrieron…”. No recuerdo el número exacto de mujeres que componían el equipo, si eran cuatro o seis, y había un varón. En toda la nota se leía “los científicos”, no “las científicas”. Entonces, alcanza un varón para invisibilizar a cualquier número de mujeres. Entonces, los usos que hacemos del lenguaje claramente invisibilizan a mujeres, travestis, disidencias y toda la comunidad LGTV, mientras enaltecen a los hombres.
La palabra crea realidad y lo que no se nombra se invisibiliza, eso está clarísimo. En el futuro no sé si todes usaremos lenguaje inclusivo, quizá encontremos formas del lenguaje empáticas e inclusivas que no recurran a la “e”. Creo que el papel fundamental de esta movida es visibilizar la problemática. Veremos qué construimos a partir de eso.
- ¿Qué escritores o escritoras/poetas actuales, jóvenes, te movilizan?
Además del boca en boca, recomendaciones, los clásicos y quienes vamos conociendo por trayectoria o premiaciones, hoy leo y trato de acompañar las obras de la gente que tengo alrededor, de la gente que voy conociendo. Escritoras y escritores de mi provincia con quienes comparto como Lisa Segovia, Susana Slednew, Alicia Santillán, Águeda Franco, Laura Carnovale, Sergio Mirabelli, Miguel Lell, Teresa Pérez y un montón más. Por otro lado, formo parte de un colectivo llamado “El Anartista” -que tiene una revista cultural online- así que también leo a la gente de ese colectivo. Y como siempre tuvimos más a mano textos de escritores varones, soy muy de buscar y leer a mujeres de otras generaciones. No sólo a las primeras que lucharon por publicar con su nombre cuando no se permitía, sino también a muchas que publicaron y no tuvieron las mismas posibilidades que los hombres en cuanto a difusión y reconocimiento. Así descubrí a Margarita Monges y a Aurestela Mini en La Pampa, por ejemplo. Y como doy talleres de escritura, también leo y festejo y acompaño la escritura de quienes asisten a mis talleres.