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FRANCISCO URONDO

¿Qué estaba pensando Urondo[1] a inicios del ’70 respecto de la función del arte, la poesía, la cultura, la revolución, la vida y la muerte? Para buscar respuestas vamos a mirar algunos textos significativos: la novela Los pasos previos, escrita en el ’71 y publicada en el ‘73; Trelew. La Patria Fusilada, reportaje publicado por Crisis en el mismo año y que Urondo ha realizado a los tres sobrevivientes de la masacre perpetrada el 22 de agosto de 1972, un día antes de la liberación de todos los presos políticos[2] que se concreta en el inicio del gobierno de Cámpora; y un artículo referido a la vanguardia y los intelectuales en la revolución, que publica en septiembre del ‘74 junto a algunas poesías que pertenecen al libro Cuentos de Batalla[3].

Publicada en enero de 2004

“Decime una cosa, Simón: ¿a vos te gusta la gente?” No, así como estaban, no. A él le pasaba lo mismo; a Mateo también. A Marcos, seguramente, quién sabe, al mismo Che: sin embargo se arriesgaron por esa gente, por esos hombres insatisfechos; murieron por ellos”
Francisco Urondo. Los pasos previos. 1971

La Patria Fusilada expresa la línea peronista del revolucionario Urondo y pone en evidencia una tensión entre populismo y vanguardia. Se plantea que la acción represiva, que se viene produciendo desde el 16 de junio de 1955, busca “separarnos a nosotros de Perón y del pueblo”: es decir a la formación de vanguardia guerrillera del líder y la masa e impedir el proceso electoral. Creen que si Perón es desplazado, el peronismo se puede integrar al sistema. La guerrilla está definida como “una expresión política del pueblo en condiciones de represión y de opresión extremas”. Ha sido aceptada por el pueblo a pesar de estar integrada por militantes cuya extracción de clase no es popular u obrera porque “el pueblo mismo tenía experiencia de violencia y de lucha que venía haciendo por sí solo” y porque lo que importa es la inclusión de clase. Así es como la masacre de Trelew genera una reacción popular tan importante que coloca a la dictadura en retirada.

Hay una fascinación por Perón y su tacticaje: Se alaba el “juego pendular” del líder y se lo considera superior a Lanusse, luego de colocarlos en una escena como de duelo personal:

“M. A. B.: Lo que pasa es que el juego pendular de Lanusse es una cosita...

F. U.: Este no es un problema de simetría sino un problema de dialéctica.

R. R. H.: Me inclino a pensar que el que llevaba la manija era el general Perón.

M. A. B.: ¡No tenemos líder, eh! “

En Crisis, en 1974, sostiene que la vanguardia debe existir para modificar el estado de cosas y tiene que construirse no solamente en el terreno político sino también en el cultural porque actúan en permanente interrelación. Hay que colocarse en el momento histórico, conocer el estado de situación para no actuar a espaldas de la realidad que, desde su punto de vista, sería la forma de hacer política del ultraizquierdismo, y que lleva al vanguardismo, es decir al desprendimiento del conjunto de la sociedad aunque advierte también que no hay que caer en el populismo. En ese facilismo de decirle al pueblo todo el tiempo que sí.

Le da principalidad al rol del intelectual en el movimiento revolucionario de vanguardia pero dice que los intelectuales tienen “un enemigo difícil de aislar y de aniquilar. Ese enemigo son ellos mismos. O dicho de otra manera, a estos trabajadores de las ideologías, lo que más les obstaculiza la tarea es la propia ideología.”

Otro tema que aparece en este artículo es  su concepto de la muerte. Urondo, lejos del “culto a la muerte”, sostiene:

“El Che decía que la revolución es un acto de amor. Y es cierto, porque los actos de amor requieren entrega y lucidez”.

“Osar morir da vida”, me recordaba Lezama Lima que alguna vez dijo José Martí. Cuando se considera a la vida una propiedad privada, sólo el heroísmo, con su carga de posteridad o, en el mejor de los casos, de búsqueda de inmortalidad, permite la osadía de ponerla en riesgo. Pero el sentido de la osadía que propone Martí no es individualista, sino que responde a una concepción ideológicamente más generosa. Porque la vida no es una propiedad privada, sino el producto del esfuerzo de muchos. Así, la muerte es algo que uno no solamente no define, que no sólo no define  el enemigo ni el azar, que tampoco puede ponerse en juego por una determinación privada, ya que no se tiene derecho sobre ella: es el pueblo, una vez más, quien determina la suerte de la vida y de la muerte de sus hijos.”

Esta misma reflexión van a realizar sus personajes de Los pasos previos. Es una concepción comunista: la vida y la muerte son hechos colectivos. Además este concepto está en toda la lógica de la época en el sentido de que en la prolongada tarea en pro del triunfo de la revolución y por la liberación de la humanidad, las clases dominantes, a medida que aumenten los niveles de lucha, van a aumentar los niveles de tortura, represión y barbarie, y por lo tanto también crece el riesgo de morir.

200401 La Vida y la muerte en la revolución Urondo y otros

Se entrecruzan en la novela textos de ficción con entrevistas que le hacen en Cristianismo y Liberación a Raimundo Ongaro de la CGT(A)[4], y textos de Rodolfo Walsh, o escritos en conjunto por Ongaro y Walsh. Estos discursos ponen en escena la cantidad de discusiones que se daban en la Argentina en el ’66, ’67, ’68 en relación a si era posible o no la lucha armada, de qué manera tenía que llevarse adelante; si el foquismo y la guerra revolucionaria de Guevara, tal como se había expresado hasta su muerte en Bolivia, debía tener modificaciones o no; cómo debe evaluarse la experiencia de guerrilla urbana que están desarrollando los Tupamaros en el Uruguay; cuál era el papel de los intelectuales en la revolución y cuál, el rol de Cuba. Se contrastan las visiones de la nueva y la vieja izquierda, con clara inclinación hacia la nueva y presentando a la vieja como encerrada en dogmas que no le permiten el encuentro con la realidad como por ejemplo, no puede comprender el cordobazo.

En el relato ficcionalizado aparecen artistas, intelectuales, actrices, actores, pianistas, escritores que llevan una vida bohemia, de halago para el propio cuerpo; y en determinado momento algunos de ellos se van a integrar a la lucha armada. Además se van presentando escenas eróticas y de enamoramientos a medida que se desarrolla la propia militancia. Urondo se atreve de esta manera a romper con el modelo del militante puritano que debe renunciar al goce de la vida para desarrollar su militancia. Y lo hizo no sólo con las temáticas que circulan por sus  escritos sino además en su vida práctica.

Paco era un tipo lleno de vida que sin embargo eligió morir para no delatar a sus compañeros. Entendía su muerte como un mandato colectivo y le horrorizaba lo que podía significar la tortura en cuanto a romper las barreras de las personas y obligarlas a delatar a otras; probablemente desde esta perspectiva del horror a la delación es que tenga que interpretarse la cuestión de la pastilla de cianuro en Urondo[5]. No desde el punto de vista del culto a la muerte y no tampoco de lo que quería la organización Montoneros, respecto de lo que ellos consideraban debían ser héroes inquebrantables; justamente Urondo lo que estaba pensando es que él no era inquebrantable, y que lo que no quería hacer era delatar porque le parecía el acto más indigno.


* Nilda Susana Redondo es docente y autora del libro “Rodolfo Walsh: el compromiso político y la literatura”.  El presente trabajo forma parte de una investigación poético-ideológica que la autora inició recientemente.

Notas
[1] Francisco Urondo nació en Santa Fe en 1930. En la década del ’50 fue frondizista; al inicio de la gestión de Arturo Frondizi, en 1958, fue Director de Cultura en la provincia de Santa Fe. Como toda la intelectualidad progresista que había apoyado a Frondizi, se alejó rápidamente dado el rumbo reaccionario que tomaba el gobierno. Luego participó en el Movimiento de Liberación Nacional, hasta su opción por la lucha armada, a fines del ’60. Su producción artística es enorme. Participó en revistas poéticas: Poesía Buenos Aires en la década del ’50 y Zona de poesía Americana, luego. Escribió obras de teatro, ensayos referidos a la literatura argentina contemporánea; fue guionista de películas, adaptó novelas a la televisión. Trabajó en diarios como Clarín y La Opinión y revistas como Panorama.

[2] Urondo había sido apresado en febrero del ’73, junto a Lili Mazaferro, su hija Claudia; el compañero de su hija, Mario Lorenzo Koncurat, y Julio Roqué cuando las fuerzas represivas descubren la quinta que Urondo había alquilado por resolución de las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias) a las que pertenecía desde 1970, con el objetivo de realizar reuniones con Montoneros con los que estaban en tratativas para la fusión que pronto se plasmaría.

[3] Llevaba con él estos poemas cuando lo abatieron. Escribió siempre, nunca dejó de escribir. Es decir, con su práctica rompió el prejuicio respecto de que hay una disociación elemental entre la militancia política revolucionaria, la toma de las armas, el ser un combatiente y el ser poeta y dedicarse al arte y la cultura.

[4] CGT de los Argentinos, del sindicalismo combativo, formada en 1968. Perseguida por la dictadura de Onganía, sobrevivió hasta principios del ’69. El secretario general  fue Raimundo Ongaro; responsable de la prensa, Rodolfo Walsh.

[5] Incorporado ya a Montoneros y teniendo a cargo prensa de Noticias por 1975, Urondo se enamora de una joven: Alicia Cora Raboy, del mismo diario. La cúpula de la organización aprovecha la oportunidad para degradarlo con el argumento de que ha violado el código interno de ética, moral y buenas costumbres; por infidelidad, pues él aún vivía con Lili Mazaferro. Resuelve enviarlo a Mendoza, donde (como relatan Walsh y Verbitsky) había un alto nivel de represión y gran desarticulación en el grupo: ese traslado significaba ser colocado en riesgo de muerte. Urondo acepta ir allí por mayo del '76 y rápidamente muere en una encerrona policial. Iban en un Renault 6 con su esposa Alicia Cora Raboy, con la bebita de ambos, Ángela y con una compañera montonera. Urondo tenía armas en el baúl pero no puede detenerse para buscarlas. Cuando comienzan a tirotearlos se defienden con armas cortas pero finalmente Urondo les dice a las mujeres que intenten escapar. Él tiene un tiro en la espalda; cuando el auto se detiene por el impacto de las balas, ingiere una pastilla de cianuro (recomendación de Montoneros), igual lo rematan con otro tiro. La Turca escapa y Alicia intenta entregar la bebita a un hombre que estaba ahí, dueño de un taller. Ella es secuestrada, no aparece en el parte de la policía. Finalmente a Ángela se la lleva la policía y la colocan en una casa cuna. El comisario coronel Sánchez Camargo envía a su responsable la siguiente nota: "remite a un menor lactante hija presunta de N.N. y de N.N. quien en la fecha fuera abandonada en un automóvil mientras se realizaba un procedimiento en este servicio con conocimiento de las autoridades de la 8° Brigada de la Infantería de Montaña. Tanto ella, la progenitora, como su padre, al ser evocados por la policía abandonaron a la niña dejándola en total desamparo material y moral..." (2003, 158/9). En Los Andes la noticia se tituló: "Abatieron en Mendoza a un delincuente subversivo".