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Charla con Susy Delgado, traductora de la poesía de Olga Orozco al guaraní

“Esa seducción empezó tal vez ante su lenguaje de riqueza apabullante, que se despliega con una cadencia de surgente inagotable, que pide y crea versos largos, de insospechados pliegues que asoman bajo su estructura compleja, y luego se amplió al desgranar los temas y enfoques al servicio de los cuales juega esta verdadera orquesta formal”.

El arte tiene particularidades y parentescos que, en ciertas ocasiones, permite la conjugación de dos universos creativos que poseen puntos de contactos, como es el caso de la poeta, traductora y periodista Susy Delgado (Paraguay) con la poeta y periodista Olga Orozco (Argentina). Se evidencian, en primer lugar, en sus similares trayectorias profesionales, pero, a su vez, ambas han elaborado una obra poética con estilos estéticos propios, que las identifica dentro de la serie literaria.

Textos de la poeta nacida en Toay el 17 de marzo de 1920 habían sido traducidos a varios idiomas: francés, inglés, italiano, portugués, rumano, hindú y japonés. Hasta ahora, el último trabajo conocido era Im Sonnenrad (En la rueda solar), título elegido para la edición bilingüe alemán/castellano de El jardín posible, que fue editado por Verlag para la Feria de Frankfurt 2010, por intermedio de la poeta Marisa Negri (selección y prólogo) y con las traducciones realizadas por Elfriede Plöger.

En Paraguay, recientemente se ha publicado la antología bilingüe “Orozco Pytukue”, en homenaje al centenario del nacimiento de la creadora toayense, además considerada una exponente de la lírica de la lengua castellana. El libro –elaborado a través de un proyecto de la Secretaría Nacional de Cultura (SNC), con el apoyo de la Embajada Argentina–, reúne una selección de poemas traducidos al guaraní por Susy Delgado. La edición e impresión del material estuvo a cargo de la Editorial Arandurã.

Nos pareció acertado, además de compartir algunas de las traducciones al guaraní, dialogar y conocer también a la autora del trabajo, Susy Delgado, que tiene una extensa y enjundiosa trayectoria como escritora, periodista y traductora. En ese sentido, es importante saber, muchas veces, los antecedentes, las opiniones y la formación de les autores, porque nos permite apreciar y, quizás, percibir más profundamente el significado de sus bienes culturales.

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Susy Delgado, poeta y traductora paraguaya. Foto: © Desirée Esquivel

Existen hechos relevantes en la trayectoria del escritor/escritora, entre ellos el descubrimiento de la literatura, sea oral o escrita, y el de la práctica misma de la escritura. ¿En qué momentos de su vida se darían estas circunstancias?

—Creo que se dio lentamente, en el mismo proceso de descubrimiento paulatino de la lengua y su poder maravilloso como revelador del mundo y alimento de la imaginación, que para mí tuvo un mediador inicial extraordinario en mi abuelo y su hermosa costumbre de contarnos cuentos a mi hermana y a mí, junto al fuego de la cocina cenicienta de nuestra infancia. Luego, creo que esa semilla se fue nutriendo y fortificando con el descubrimiento de la poesía de los grandes autores, durante mi adolescencia y mi juventud. Empecé a borronear mis primeros poemas y cuentos durante mi adolescencia, y en esos años ya me sentía fuertemente atraída por la poesía.

Nos ha enseñado Rainer Maria Rilke que “la verdadera patria del hombre (mujer) es la infancia”. Ese pasado de las primeras experiencias ¿qué incidencia tiene en su escritura y también en la relación con la lengua nativa, materna, a sabiendas de que el guaraní es una de las lenguas oficiales del Paraguay?

—La pregunta tiene para mí una estrecha relación con la anterior, por el modo en que viví ese proceso al que aludí brevemente. Pero al mencionar el rol de mi lengua materna y su incidencia en este proceso, tengo que señalar que, al igual que toda la gente de mi generación, fui alfabetizada en castellano, y la asunción de mi lengua materna como instrumento de expresión se dio en forma lenta, al paso de una concienciación sobre el gran valor de la misma. En aquellos años, el guaraní estaba totalmente excluido de los ámbitos de prestigio, y su utilización estaba relegada al círculo del hogar y las relaciones de mucha confianza. La lucha por la valorización y dignificación del guaraní ya tenía su larga historia, pero la misma no nos era revelada en la educación formal en aquellos años; la fuimos descubriendo en los caminos aledaños de la comunicación y el arte popular. Para mí, ese descubrimiento fue fundamental. La oficialización de la lengua guaraní llegó en el año 1992, un hecho que alentó mucho a los escritores que escribían o se iniciaban en la escritura en esta lengua.

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"Orozco pytukue", la antología bilingüe castellano-guaraní realizada por Susy Delgado y editada en Asunción por Editorial Arandurã de Paraguay.

Profundizando en la pregunta anterior, viene a cuenta una declaración suya en una entrevista en la que señala “coexistieron en mi creación como dos territorios bien diferenciados, mis dos lenguas; durante muchos años ellas no se mezclaron, seguramente porque había mamado ese fuerte prejuicio que existía contra el jopara”. Nos puede contar esa experiencia para la propia escritura en que el habla se fusiona, se mezcla, y donde emerge lo coloquial, la sabiduría profunda del pueblo.

—Efectivamente, en los años en que publiqué los primeros libros que escribí en guaraní, mi creación en esta lengua se mantenía como en un territorio separado de la que producía en castellano, con la que ya llevaba un tiempo mayor, y solo veía un contacto posible entre estas lenguas en la traducción al castellano de lo que escribía en guaraní, buscando el acercamiento a mis textos de quienes no saben leer en esta lengua. Además, los temas que me nacían en cada lengua eran distintos, ya que el guaraní me remontaba a los de mi infancia y el castellano a los de la mujer ya un tanto urbanizada en que me fui convirtiendo. A estos ingredientes se agregó tal vez, sin que yo fuera consciente de ello, aquel prejuicio fuerte que existía hacia la mezcla de nuestras lenguas, el “jopara”. Pero el buceo lento y sostenido en los temas relacionados con la lengua me llevó a descubrir que no existen las lenguas puras, que las lenguas son herramientas dinámicas, cambiantes, y que aquellas que están en contacto se influyen y contaminan entre sí, necesariamente.  Finalmente, en este camino de reflexiones, llegó el momento en que me pareció que yo debía asumir como escritora las dos lenguas que me habían tocado en la vida, en toda su convivencia enriquecedora. Y empecé a trabajar en la línea que vengo desarrollando en los últimos lustros, en una especie de diálogo de mis dos lenguas. Por otro lado, yo creo que no existen fronteras estrictas entre la lengua popular y la llamada “culta”, creo que con el habla de los pueblos se han creado admirables textos poéticos. Ése es el desafío, lograr con esta argamasa una estética que merezca ser considerada dentro del arte difícil y exigente de la poesía.

Ese estado de emergencia en que se reestructura el lenguaje, quizás el de la poesía sea el reservorio y, a su vez, el volcán en donde se funden los nuevos símbolos para expresar un tiempo y un espacio. Pensemos en Dante que escribe la Comedia con el lenguaje coloquial de su época, o Kavafis que deja su impronta literaria en griego demótico, es decir, en la lengua del pueblo. Algunos de sus libros se han publicado en guaraní –Tesarái mboyve (Antes del olvido), Tataypýpe (Junto al Fuego), Ayvy membyre (Hijo de aquel verbo) y Ñe’ë jovái (Palabra en dúo)–, y ha dicho al respecto: “establecer un puente con otra lengua más accesible a todos”. ¿Qué respuesta hubo a esa idea de puente y accesibilidad por medio de la poesía a más lectores y lectoras?

—Efectivamente, la historia de la literatura nos da muchos ejemplos de admirables obras cuyos autores abrevaron en la lengua del pueblo. Y podemos recordar el viejo aserto de que los dueños de las lenguas son los pueblos. Yendo a mis poemarios presentados en ediciones bilingües, suman actualmente unos diez, uno de los cuales –Yvytu yma– tuvo la suerte de ser favorecido con el Premio Nacional de Literatura 2017. Se excluyen de este número los escritos y publicados solo en castellano. Entre los bilingües se cuentan los que recogen textos escritos originalmente en guaraní y traducidos posteriormente al castellano, y los que recogen mi experiencia de los últimos lustros, mezclando mis dos lenguas.

En cuanto a la receptividad que tuvieron estos libros bilingües y sus propuestas, ha sido buena y me ha convencido de a poco, a enfatizar mi producción en este terreno, aunque no he abandonado la creación de textos originales en castellano. En Paraguay no podemos hablar de “muchos lectores” en ningún caso, lamentablemente, aunque, paradójicamente, tenemos una abundante producción de poesía. De todas maneras, la búsqueda de caminos para llegar a los lectores no tiene que llevar a abaratar lo que se les ofrezca, en la forma ni en el contenido. Además, los poetas no solemos perseguir el “éxito” numérico que se plantea con insistencia en otros campos, incluso el de la literatura; nos interesa llegar a la gente, pero sobre todo a esas señales de que nuestra tarea con la palabra se ha profundizado y dice algo que merece ser escuchado. En ese sentido, yo tengo que agradecer la atención que ha despertado mi trabajo dentro y fuera del país, dedicándole miradas realmente gratificantes.

"... el buceo lento y sostenido en los temas relacionados con la lengua me llevó a descubrir que no existen las lenguas puras, que las lenguas son herramientas dinámicas, cambiantes, y que aquellas que están en contacto se influyen y contaminan entre sí, necesariamente."

La justeza y el valor de las palabras queda manifiesta en cada una de las apreciaciones que realiza Susy Delgado, junto al oficio, la pasión por el arte, y mucho más cuando ese camino se realiza entre dos lenguas, el castellano y el guaraní, donde queda en evidencia la situación de emergencia cuando las instituciones deciden cuál es el orden del discurso, el relato oficial, la lengua que cuenta la historia de la nación. Aun así, más allá de la episteme y la hegemonía de las clases dominantes, el lenguaje tiene siempre un recorrido subterráneo que une y reúne a la humanidad; es que su habla no puede ser condicionada ni reglamentada por quienes consideran que sólo ellos pueden legitimar la creación de un autor o autora, de una comunidad. No obstante, resalta Delgado que “los dueños de las lenguas son los pueblos”, y bajo esa lectura amplia, colectiva, rememora “la lucha por la valorización y dignificación del guaraní ya tenía su larga historia”, lo que le permite sobreponerse al “prejuicio fuerte que existía hacia la mezcla de nuestras lenguas, el jopara”. Ese reconocimiento es un paso trascendental, porque deviene en poeta de “las dos lenguas que me habían tocado en la vida, en toda su convivencia enriquecedora”, lo que no sólo le permite asumir la posibilidad de escribir de forma bilingüe sino que también emerge una solidaridad intelectual con sus pares, traduciendo a poetas de su círculo de allegados y a otros destacados como Roa Bastos, Mistral o Rosalía de Castro; material literario que luego se comparte con su pueblo.

Otra de las voces que despertará la curiosidad de la lectura y el aprehendimiento de una poética especial será la obra de Olga Orozco, la cual devendrá en el trabajo de traducción recientemente publicado. Tanto el verbo orozquiano como sus opiniones son un punto de clivaje para cualquier autor o autora, una especie de ceremonia ritual donde concilian universos creativos y visiones del mundo. La creadora de Museo Salvaje (1974) ha dicho respecto de la poesía: “Sería el instante en el que todo es posible; el instante en el que es posible el pasado, el presente y el futuro y las combinaciones y variaciones posibles e imposibles”. Susy Delgado también es depositaria de esa historia que transcurre como un cuerpo poético que respira, con sus tiempos y proyecciones, una combinatoria que decanta en una obra con su propio estilo.

“... esa seducción empezó tal vez ante su lenguaje de riqueza apabullante, que se despliega con una cadencia de surgente inagotable..."

¿Cómo fue el hallazgo de la poesía de Olga Orozco? ¿Qué ha significado o qué influencia ha tenido en su producción poética?

—La verdad es que no puedo responder con cierta precisión esa pregunta porque tengo una memoria muy frágil y dispersa; solo puedo decir que en cierto momento de mi juventud, Olga Orozco ya se contaba entre las voces poéticas que me habían impresionado más profundamente. La admiración fue creciendo con los años y las lecturas. En el texto introductorio que escribí para la antología dije que “esa seducción empezó tal vez ante su lenguaje de riqueza apabullante, que se despliega con una cadencia de surgente inagotable, que pide y crea versos largos, de insospechados pliegues que asoman bajo su estructura compleja, y luego se amplió al desgranar los temas y enfoques al servicio de los cuales juega esta verdadera orquesta formal”. Y en cuanto a la influencia que haya tenido en mi producción poética, tampoco sabría responder con precisión porque no soy buena para analizar las huellas que muestra mi propio trabajo; solo sé decir qué voces han impactado más fuertemente mi sensibilidad, y en ese sentido, puedo mencionar a Olga Orozco, especialmente por esa búsqueda obsesiva, apasionada del ser, con sus profundas sombras.

Ha traducido al guaraní, primeramente, su propia poesía, también la de amigos/as, y luego vinieron empresas más grandes, como Augusto Roa Bastos, Gabriela Mistral o Rosalía de Castro. Recientemente ha publicado un nuevo trabajo de traducción, Orozco Pytukue, que comprende una selección de la obra de Olga Orozco. ¿Cómo ha sido el proceso con una poesía tan particular, con vastas influencias y numerosos intertextos?

—Ha significado un trabajo de elaboración muy complejo, de análisis cuidadoso de esos pliegues riquísimos que tiene su poesía en esos aspectos mencionados, pero sobre todo, en la búsqueda de una forma que se acercara a la palabra de Olga Orozco, no solo en “lo que dice”, sino en “cómo lo dice”, el objetivo más alto que yo creo, tiene un buen traductor, a sabiendas de que la traducción más respetuosa del texto original no podrá evitar algunas renuncias y será necesariamente una creación nueva en gran medida. Con la conciencia de estos límites, creo que una traducción que honra a un autor traducido es aquella que consigue acercarnos al texto original y a la música con la que el mismo fue elaborado. Si tenemos en cuenta que el castellano y el guaraní son lenguas muy diferentes en sus estructuras profundas y en su morfología, es fácil entender que la traducción es necesariamente un trabajo complejo y laborioso, pero al mismo tiempo, apasionante.

Traducción o traición

El poeta Robert Frost sentenció que “poesía es lo que se pierde al traducir”; a esta aseveración se contrapone la de J. F. Nims: “es más lo que se pierde al no traducir”. Cuando se habla de traducción no puede olvidarse la acepción italiana “traduttore/traditore”, la cual procura ejemplificar que a la hora de hacer una traslación además de traducirse el texto se está traicionando a ese “original”. Esto implica que el traductor no sería ya un puente o alguien que transcribe lo más fielmente posible el texto original, sino también un lector/escritor que reinterpreta y recrea el texto original. Para lograr ese objetivo es necesario un conocimiento exhaustivo de la obra a traducir así como de las lenguas que se ponen en diálogo. El ensayo borgeano “Las dos maneras de traducir”, que data de 1926, distingue, además de la manera de traducir romántica –basada en el culto romántico del artista individual y, por lo tanto, basada en el culto del texto original–,  la forma de traducir clásica, ajena a estos cultos. Para la ideología clásica, descripta en términos borgeanos, la literatura era impersonal, los textos originales eran borradores que admitían siempre una corrección. Es decir, la traducción estaría supeditada a la recreación que se hace o logra de la obra original. El traductor reescribe en la segunda lengua el texto primero.

Susy Delgado sabe de estos desafíos y el trabajo que implica traducir, por eso asevera que, aunque se respete el genotexto, siempre habrá ajuste y corrección, una reescritura que traslade lo poético de una lengua a la lengua traducida, tanto en su simbología como en su música.

Otro punto interesante en este encuentro es abordar algunos lineamientos de las producciones poéticas, en este caso Delgado/Orozco, aún más considerando las herramientas que proporcionan los estudios de las literaturas comparadas. Así como se puede reconocer que las lecturas iniciáticas de la creadora de Los juegos peligrosos (1962) la adscriben a determinada línea de escritura (místicos o poetas theologus, paganos o esotéricos), es posible ubicarla en determinadas escuelas, sea la generación del ‘40 o el surrealismo, pero también romper el horizonte de expectativa que la sitúa en una soledad escrituraria en su época, por la temática que abordan sus libros, y asociarla a otras voces. La escritora e investigadora Diana Blanco destaca que “Las citas bíblicas y […] mitológicas (grecolatinas) emergen entramadas en el discurso de Orozco como obsesiones expresivas […] La autora las engarza en su andamiaje poético desde una innata vocación lírico-religiosa...” (La jerarquía de la palabra. Bs. As., Dunken, 2009). Esta exégesis puntual nos permite continuar la conversación.

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Los textos de Orozco tienen como aditamento lo religioso, conjugan elementos paganos y místicos, pero su experiencia es poética. Es posible identificar en dichas afinidades al “poeta theologus”, reconociendo en esa calificación que el arte poético posee carácter alegórico y teológico. Ha dicho usted que es “una poesía del ser”, parafraseando, quizás, a Heidegger, quien señalara que “la poesía es la casa del ser”, y en línea con Orozco, esa ontología, esa espiritualidad, sustentada en el lenguaje, le ha remitido a entrever “elementos y climas que muestran un asombroso parentesco con los que guardan los textos sagrados de los guaraní”. ¿Podría explicar ese carácter dialógico que percibe entre la poesía de Olga y los textos sagrados de los guaraní?

—Yo diría que mi percepción fue la de una maravillosa similitud o coincidencia, de una posibilidad dialógica entre estos textos, especialmente en ciertos tramos que hacen gala de esos elementos y climas aludidos a grandes rasgos en mi texto de presentación. Y en ese sentido, me permito rescatar aquí el fragmento en el cual hablo de este “inesperado parentesco con ese rico universo, creado desde una densa neblina primigenia, maravillosamente relatado en el Ayvu Rapyta de nuestros ancestros mbyá guaraní, germinadero del gran jardín de nuestra lengua.

Al leer versos tales como este: “¡Y yo que reclamaba solamente un lugar de pequeñas alianzas como chispas,/ solamente un lugar para oficiar la luz en torno de mis huesos!” no pude evitar remontarme al ámbito mágico-mítico de aquel canto sagrado y sentí que los mismos podían decirse en guaraní. Y así empecé ese tentador balbuceo: Ha che ajerure atãvami juaju mimi piririchagua rendaguãmínte,/ peteĩ tendamínte oñemboaje haguã tesape ko’ã che kangue jerére!

Y cuando la poeta nos dijo en su deslumbrante “Génesis”: “Alguien hizo una hoguera y arrojó uno por uno los fragmentos./ El cielo estaba ardiendo en la extinción de todos los infiernos/ y en la tierra se borraban sus huellas y sus pruebas. […] Entonces pronunciaron la palabra”, se me afirmó la percepción de que ese relato habitado por sombras y relámpagos intensos, por expiaciones y profecías estremecedoras, se nutría de elementos muy similares a los del mencionado canto guaraní”. Cabe recordar aquí que el elemento central de la cultura guaraní, que merece un capítulo especial en el mencionado canto Ayvu rapyta es la palabra.

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El parentesco de la poesía de Orozco con los textos sagrados de los guaraní también la aproxima a esa fuerte relación espiritual. Dijo Olga: “El poema abre y cierra la puerta de la revelación”, y esa iluminación o visión del poeta sólo puede ser descripta por medio del lenguaje. Esa sacralidad implica recrear el lenguaje primitivo, restituir la primera presencia de las cosas, la palabra mesiánica advocada por Walter Benjamin, o como dice Carolina Giollo respecto a Olga Orozco: “devolvió la carga chamánica a la palabra”. En esa experiencia suya de crear entre dos lenguas, ¿qué significa la palabra, el verbo, más en estos tiempos que gran parte de la humanidad está cooptada por la tecnología y las redes sociales?

—Creo que todas esas miradas reafirman el carácter de la palabra tan bien señalado en los textos de los mbyá guaraní y en los de nuestra gran poeta. Personalmente –y modestamente– yo me siento heredera de esa gran cultura de la palabra que es la guaraní, pero trabajando con los dos acentos que me han tocado en la vida, y reflexionando sobre sus encuentros y desencuentros, sus avasallamientos y discriminaciones, he llegado al pensamiento de que debemos rescatar y potenciar su capacidad de diálogo y enriquecimiento cultural, su maravillosa posibilidad de convertirse de una vez por todas en elementos vivos de la paz tan necesaria en el mundo.


SUSY DELGADO. HOJA DE VIDA.

Escritora y periodista bilingüe (guaraní-castellano), nació en San Lorenzo, Paraguay, en 1949. Hizo su formación en el campo de las comunicaciones en la Universidad Nacional de Asunción, con un postgrado en la Universidad Complutense de Madrid. Se dedicó al periodismo cultural por cuatro décadas, en diversos medios de prensa del país. Dirigió la revista cultural Takuapu y el Taller de Poesía Ara Satï. Es miembro de número de la Academia de la Lengua Guaraní y miembro de la Sociedad de Escritores del Paraguay, en la que ocupa el cargo de la Vicepresidencia. Actualmente es Asesora de Lenguas de la Secretaría Nacional de Cultura.

Como escritora tiene en su haber una extensa producción, mayoritariamente dedicada al género de la poesía. Entre sus poemarios se cuentan Tataypýpe (Junto al fuego), 1992; Sobre el beso del viento, 1995; Ayvu membyre (Hijo de aquel verbo), 1999; Las últimas hogueras, 2003; Tyre’ẽ rape (Camino del huérfano), 2008; Ogue jave Takuapu (Cuando se apaga el takuá), 2010, Yvytu yma, 2016 (Premio Nacional de Literatura 2017) y Ka’aru purahéi, 2018. Ha publicado también varias antologías de literatura paraguaya, como La voz mediterránea (2008); Ñe’ë rendy. Poesía guaraní contemporánea (2011); Nombres capitales de la literatura paraguaya (2012) y Las voces del umbral. Poesía Guaraní Contemporánea (2014). Un compendio de sus trabajos periodísticos apareció bajo el título A dos tintas (2011) y otro de sus ponencias, Ñe’ë porä rapére (2018).

Como traductora, sus trabajos se han volcado a los poemarios bilingües de su autoría y a las antologías de literatura guaraní que ha publicado. Ha traducido al guaraní una selección de poemas de Augusto Roa Bastos titulada Roa ñemitÿngue, en 2017; el libro Cielo, mar y tierra –titulado Ára, para ha yvy en guaraní– de Gabriela Mistral, en 2019; y la antología poética de Olga Orozco titulada Orozco pytukue, presentada a fines del 2020. Actualmente tiene lista para su edición una antología de Rosalía de Castro. Ha presentado ponencias sobre la traducción y el guaraní en Alemania, Chile, Brasil y Francia.

Su producción se completa con algunos volúmenes de cuentos y libros para niños. Parte de su obra ha sido traducida al inglés, el portugués, el alemán, el gallego y el francés. Obtuvo numerosas distinciones nacionales como el Premio Junta Municipal de Asunción, en 1992; Personaje del Año, Semanario La Opinión, 1996; el Segundo Premio Municipal de Literatura, 2006 y 2016; Mención de Honor del Premio Nacional de Literatura, 2007; Poeta Homenajeada en el 42º Festival del Lago Ypacaraí, 2014; y el Premio Nacional de Literatura, 2017. Asimismo recibió galardones internacionales como: Primera Finalista del Premio de Literaturas Indígenas, Casa de las Américas, Cuba, 1992; Premio al Mérito Cultural, Parlamento Cultural del MERCOSUR, 2004; Premio Cide Hamete Benengeli, Radio Francia Internacional y la Universidad Toulouse Le Mirail, 2005.


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Sergio De Matteo
es escritor y
presidente de la Asociación Pampeana de Escritores (APE)