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ENTREVISTA A ANA MARÍA LASSALLE

Ana María Lassalle, escritora, docente, investigadora, poeta, periodista. Un fuerte  compromiso con la cultura regional la distingue  desde siempre. Fue una de las perseguidas y  proscriptas de la dictadura del '76. Lejos del  rencor, aunque sin olvido, su rica experiencia  personal está atravesada por la familia, el trabajo y la literatura. Editorial Voces editó su  libro   de poemas “Las bebés clandestinas”.

Publicada en junio de 2018

Premios y distinciones han reconocido su trayectoria: “Nunca tuve conciencia de que a los demás les interesara lo que escribía, salvo cuando era muy muy jovencita, allá por el 57' o el 58, que me sentía importantísima”, dice entre risas.

Aunque nació en la ciudad de Buenos Aires, su infancia la disfrutó en la estancia “La Faustina”, en Colonia Vela, cerquita de Tandil, y apenas quinceañera los cruces antojadizos de la vida la depositaron en Victorica junto a su padre Juan Carlos Lassalle, un ingeniero agrónomo que llegó para hacerse cargo de la escuela de agricultura.

La figura de su padre es un eco permanente de sentimientos de amor, ternura y admiración. Fue un precursor del estudio del caldenar -un mapa forestal de su autoría se transformó en clásico-, que asesoraba a los propietarios de los campos sobre su manejo. “Yo era un poco su secretaria en este trabajo”, recuerda Ana, para quien el monte de caldén se transformó en la cotidianidad. “Ese contacto con el caldenar rindió mi corazón, el bosque, sus habitantes, mi identidad como pampeana nació en el caldenar, soy hija del caldenar, algo que reflejo en 'La Pampa y yo', mi primer libro de poemas”.

201806 1 Las bebes clandestinas

Lucía Colombato

El golpe de Estado contra el peronismo, en septiembre de 1955, trastocó todo. “Lo gracioso es que no éramos peronistas, aunque siempre respetuosos de lo que el pueblo decidía, y el golpe le costó el puesto”. No les quedó otra: los Lassalle cambiaron Victorica por la chacra experimental de Guatraché, experiencia que también terminó influyendo en la literatura.

Estudió francés desde muy chica, fue bachiller egresada del nocturno “Héctor Ayax Guiñazú” y profesora “sin título” —aclara—. “Un convenio permitía a los egresados de la Alianza dar clases; dí clases en el Nacional y Comercial, y mucho tiempo en el Normal. Un día me llamaron de Ciencias Humanas para ayudar en los niveles de francés, y terminé quedando no solo en el Departamento de Idiomas sino que, como yo investigaba y escribía sobre historia regional, fui investigadora invitada del Instituto de Estudios Socio Históricos y del Instituto para Estudios de la Mujer”.

Literatura, amor y horror

A fines de los años 50 fue parte del Grupo Joven Poesía de La Pampa. En esa época vivió un tiempo en la omnipresente Buenos Aires, donde hizo amistad con el escritor José Portogalo, parte del grupo Boedo que integraban entre otros Raúl González Tuñón y Leónidas Barletta. “Me enseñaron muchas cosas y llegué a publicar poesía en la página literaria de Clarín que era súper progresista, hasta que me volví a La Pampa porque la extrañaba”. Su regreso definitivo a Santa Rosa incluyó un momento “mágico”: conoció a Julio Colombato. “Encontré lo que andaba buscando”, sonríe. “Tengo un poema —El historiador— donde cuento de mis amores, yo era bastante coqueta, aunque me terminaban aburriendo espantosamente, y de golpe apareció Julio”.

Julio Alejandro Colombato, maestro normalista, profesor de historia y geografía. Periodista. Entre 1986 y 1990 fue vicerrector de la UNLPam. La escritora Rosa Gigena de Morán le dijo: “vos tenés que conocer a Julio; no le presté mucha atención, me llevaba 14 años”. Finalmente se pusieron de novios en 1961.

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Ana Rabuñal

El golpe del '76 los impactó. Jesús Los Arcos Vidaurreta fue el funcionario del régimen —secretario de la UNLPam y después juez federal— que cesanteó a Colombato por “subversivo”, luego lo echaron del Normal y finalmente echaron a la misma Ana. “Fue horroroso, la dictadura fue horrorosa, que Julio Nervi debiera exiliarse en México, como Délfor Sombra, que persiguieran a Ana Gispert, a Hugo Chumbita, a tantos, … mi hija Mercedes y su marido de entonces prefirieron huir, fue terrible, nosotros sin trabajo y sin dinero, tratando de sobrevivir...”. Su pequeño resguardo laboral fue la Alianza Francesa de Santa Rosa.

La Pampa es una provincia joven en un territorio antiguo. Ana llegó a Victorica en 1951 cuando despuntaba la flamante provincia. Su identidad cultural es un entramado complejo donde el arte es insoslayable. “Arte, poesía y política fueron elementos (de entonces) que me definieron como persona”. Fueron tiempos de fuertes debates, de preguntarnos sobre la región y su cultura, con un gran protagonismo de numerosos artistas.

Para Ana los escritores han aportado documentos y textos literarios “como 'Pare y largue' de José Prado, o la obra de Edgar Morisoli”; y en el tema histórico de los ríos opina que: “sin el Bardino (Julio Domínguez) hubiéramos tardado mucho más en darnos cuenta que había que luchar por la integración del oeste, y el desarrollo de la conciencia hídrica; el Bardino y sus canciones nos hicieron tomar conciencia; es maravilloso”.

Me anda siguiendo la niebla
por esta tierra salada
y con sus manos de sueño
me va tocando en el alma
“Canción para la niebla puelche”

Juan Carlos Bustriazo Ortiz

No deja de citar a Guillermo Mareque y Enrique Fernández Mendía, dos músicos centrales en esta creación de conciencia como pampeanos, y su gran amistad y reconocimiento a Juan Carlos Bustriazo Ortiz y Margarita Monges: a todos los recuerda con enorme afecto: “fueron también mi familia”.

Hoy, entre nietos, hijos, y mucha lectura —donde no faltan relecturas de Nicolás Guillén, Pablo Neruda y César Vallejo, y entre los pampeanos no tiene dudas: Edgar Morisoli, quien “resume poesía, estudio y militancia siempre al lado del pueblo”— Ana Lassalle sigue escribiendo. Porque en definitiva es el camino para construir memoria y evitar olvidos.

El título y las fotos que encabezan esta nota remiten al libro del mismo nombre, de Ana María Lassalle, que distribuirá durante junio Editorial Voces. Su tapa está ilustrada con una fotografía de la autora junto a Julio Colombato con dos bebas en brazos, en una plaza en Buenos Aires, en 1976. Las niñas eran Lucía Colombato y Ana Rabuñal –hija y nieta de Ana María, respectivamente– y el encuentro debió hacerse a escondidas, en aquellos días oscuros de la dictadura militar.