Ayudan, comparten, organizan, promueven. Con poco hacen mucho y despliegan una energía inagotable a través de actividades permanentes. Verdaderos pequeños milagros cotidianos que, sin proponérselo, se transforman en sonrisas y bienestar, en especial de los más chicos.
Publicada en mayo de 2014
Madres Solidarias es un grupo de mujeres con ganas de ayudar que, con muy poco, hace mucho. Nació en agosto de 2011 en el barrio Villa Germinal, en el norte de Santa Rosa. Fue de la mano de Raquel García, quien mientras conversaba con una vecina, pensó que era una buena idea hacer algo para festejar el día del niño. Se pusieron en marcha y consiguieron donaciones de leche, facturas y juguetes para la celebración. Sabían que en el barrio vivían muchas familias con hijos pequeños pero nunca se imaginaron que a la fiesta asistirían más de 300 niños!
Aquel primer acontecimiento, que se desarrolló en el patio de la casa de Raquel, evidenció las necesidades que tenían algunas familias en el barrio. Entonces decidieron ir más allá, y empezaron a brindarles una taza de leche a los niños. Los lunes, miércoles y viernes por la tarde, aproximadamente 45 niños la reciben, aunque su deseo es poder hacerlo todos los días. Raquel es directa: “la idea de la copa de leche surge porque sé lo que es no tener para comer, y quisiera que los chicos del barrio no sufran eso”. En este aspecto, están muy agradecidos por la colaboración imprescindible del grupo “Litro de leche por mes”, quienes les brindan, periódicamente y sin condicionamientos, este insumo indispensable.
Primero fueron dos las madres que se encargaban de todo, pero a medida que se fue corriendo la voz de que en el barrio había gente que ayudaba, gran cantidad de personas se acercaron. Si bien hoy el grupo está integrado por ocho mamás, cada vez que se organiza una actividad puntual muchos se suman y colaboran con lo que pueden y tienen, incluso familias u organizaciones de otros barrios.
En el Facebook
Madres Solidarias, que funciona en la casa de Raquel, tiene una página en Facebook que Mónica se encarga de administrar: es una herramienta “muy importante” para poder recibir donaciones, realizar pedidos y comunicar sobre las actividades que organizan. “Sin la ayuda de la gente no somos nada” agrega, por eso suben fotos y comentarios sobre lo que hacen para demostrar transparencia y que la confianza no se resienta. Un ejemplo de ese tipo de reconocimiento fue la donación de tres cajas de facturas que recibieron de una panadería de Anguil.
Los sábados funciona el ropero comunitario, por lo cual reciben aportes de prendas, calzado y ropa de cama durante toda la semana. Luego, ellas mismas se encargan de arreglar lo que haga falta, lavar y dejar todo en buenas condiciones para después distribuir entre los que más necesitan. A medida que el ropero se fue afianzando, se sumaron otras demandas como electrodomésticos, muebles o artículos del hogar. A pesar de que a veces se hace difícil satisfacer estos pedidos, en la medida que pueden y con muchas colaboraciones, lo logran. Ahora también funciona una peluquería donde los chicos se cortan el cabello de manera gratuita. Rosa ofreció el servicio y ellas aceptaron porque son conscientes de que algunos vecinos no cuentan con el dinero para llevar a sus hijos a una peluquería.
Esta enorme tarea solidaria también llega, como taza de leche y a veces comida, a los chicos de la Escuelita de Fútbol. El entrenador, Oscar Gatica, dice que uno de los grandes problemas que sufrían los niños es que tenían bajo peso, y no era saludable ponerlos a correr. Por eso habló con las madres para que, luego del entrenamiento, vayan al comedor. Actualmente, estas luchadoras están viendo de qué manera pueden sumar el plato de comida durante los fines de semana y los feriados, a los chicos. Destacan que el merendero del barrio cubre las necesidades durante la semana, entonces ellas trabajan para completar esos espacios. Admiten, sin vueltas, que si no es en un merendero, son muchos los niños que no tienen qué comer en sus hogares.
Ni dinero ni subsidios
Hace mucho tomaron una determinación: no aceptan dinero o subsidios para que la gente siga confiando en ellas. Su trabajo de canalizar los pedidos y administrar las donaciones no es fácil, pero están convencidas que es el camino indicado. Es usual que se encuentran con el impedimento de ir a buscar las donaciones porque no tienen un medio de transporte, traba que no les permite ir “más allá”, dice Mónica, pero que es superada en la medida que se organizan.
Raquel tiene una lectura profunda sobre esta problemática: “todo este trabajo es porque no hay igualdad social”; y espera poder llegar a satisfacer -con estas acciones- las necesidades de aquellos que no poseen ni siquiera lo mínimo para vivir, un plato de comida.
Pequeños milagros
A pesar de que tienen muy poco, a veces se dan maña para donar a otros espacios que llevan a cabo tareas similares. Por ejemplo, en un merendero de otro barrio no tenían suficiente leche para los chiquitos, entonces Madres Solidarias les cedió parte de lo suyo. Lo hicieron porque, como dice Raquel, “una mano da la otra”.Están seguras que cuando lo necesiten van a contar su ayuda. Además, desde hace un tiempo envían ropa y juguetes a localidades del interior y hasta de otras provincias, y –como si fuera poco- auxiliaron a vecinos que se sufrieron las consecuencias de las tormentas que en febrero azotaron la ciudad.
El objetivo central de todos los eventos que las Madres organizan, como Navidad, el día de Reyes, de la madre o del niño, es que la familia esté unida, que los vecinos se conozcan y que los niños jueguen y pasen un lindo momento. La idea es que el barrio se reúna y de esta manera, incluso, evitar algunas peleas entre vecinos que suceden en vano.
Las Madres Solidarias quieren que cada festejo del día del niño, todos los chicos se lleven un regalo, ya sea un juguete o una sorpresita. La última vez asistieron más de 700 niños, todos jugaron y tomaron la leche. Prevén que este año también van a asistir muchos chicos, por eso ya están en campaña de colecta de juguetes, caramelos, globos para el festejo de agosto. En síntesis, son pequeños y cotidianos milagros basados en la tarea permanente, solidaria y desinteresada de esta verdadera social.
*Emilia Di Liscia es periodista