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Historia Argentina

  • Nadie ignora hoy que en la Argentina la mayoría de los jóvenes no avizoran proyectos ni futuro, que han perdido la fe en las utopías al compás del crecimiento de la corrupción, de la pobreza y del desempleo y, como escribe Mario Margulis: “gran parte de la juventud parece desentenderse del futuro, se retira del espacio público, resignando en los hechos y en los sueños la construcción del mundo”.[1]

  • La investigadora Claudia Salomón Tarquini se refirió a la situación de las comunidades aborígenes en Argentina y otras regiones. Abogó por una “sociedad inclusiva y pluricultural”.

  • Las mujeres también fueron protagonistas de la guerra de Malvinas. Participaron del conflicto como instrumentistas quirúrgicas y enfermeras, como personal de aviones, oficiales o tripulantes de buques mercantes, entre otras tareas logísticas. Cumplieron un rol importante en la atención de los heridos, no sólo curando los cuerpos, sino, además, sanando el alma de los soldados, la mayoría de tan solo 18 y 19 años. 

  • Diciembre y enero mostraron las debilidades del sistema eléctrico aunque -vale recordarlo- en la ciudad de Buenos Aires en particular. Atento a esta condición, no obstante sirve no esquivar el debate y la posibilidad de generar propuestas superadoras.

  • El problema universitario se ha tornado, para el Estado, en problema de policía. No interviene para solucionarlo el ministro de Instrucción Pública, sino el de Interior (...) Jueces, policías y banqueros señorean la universidad plutócrata de 1936, cuya penuria docente sigue siendo la misma de 1918. Acaso ahora más ‘tóxica’ que antes”. (Deodoro Roca, 1936)

  • Cuando todavía tramitamos el impacto en los sentidos que genera la obra “Lápices, un musical con memoria”, encontramos importante volver a enfocar las razones por las cuales dos instituciones importantes, la Universidad Nacional de La Pampa y la Cooperativa Popular de Electricidad acompañados por la Comisión de Asociados del Credicoop, convocamos a compartir esta creación cien por ciento pampeana, con un hilo conductor: recordar, para muchos —los más jóvenes—, conocer y reflexionar sobre historias que forman parte de nuestra historia.

  • Entre el 9 y el 11 de septiembre se llevó a cabo la Segunda Feria de Autoras y Autores de la Patagonia en Río Gallegos, Santa Cruz, en la que tuvo un espacio preponderante el homenaje a los héroes y heroínas de la guerra de Malvinas, a 40 años del conflicto. En ese marco, una de las actividades fue la presentación de un libro de relatos sobre aquel episodio, en el que se incluyó el cuento “El casco de Beto” de la escritora piquense Nidia Cristina Tineo, en el que la autora logró convertir en literatura una noticia que hace pocos años reflejó un hecho real con repercusión internacional. A continuación se reproduce el texto completo.

  • Hace varias semanas, y en el marco de las luchas mapuches y la desaparición forzada de Santiago Maldonado, se ha visto y escuchado en varios medios de comunicación la reiteración de una afirmación antigua y que se da por cierta: que los mapuches (o araucanos, como también suelen decirle aún) no pueden reclamar territorios en Argentina porque sus antecesores son invasores de Chile.

  • En las últimas dos décadas los pueblos originarios irrumpieron en la escena política de los países latinoamericanos, como sujetos de derecho y actores políticos con reivindicaciones legítimas. En ese marco, los estados nacionales comenzaron a legislar y producir políticas sobre la cuestión indígena, al tiempo que los propios movimientos indígenas interpelaron sobre el modo de integración al orden social vigente y las posibilidades de hacer efectivos sus reclamos. A su vez, las demandas hicieron que las comunidades buscasen nuevas formas de identificación a través de la cual reivindicarse como indio.

  • Como muchas otras poblaciones de La Pampa, exceptuando las de origen puramente militar como Victorica y General Acha, Santa Rosa nació de una iniciativa privada. No obstante bien puede decirse que también fue de entraña militar. Ninguno de sus gestores —por nombrar de algún modo a quienes estuvieron ligados a la génesis— era o había sido totalmente ajeno a la actividad de las armas. Por múltiples factores y por encima de los conflictos y reyertas puertas adentro en el estamento político y dirigencial, aquel momento histórico era favorable a este tipo de emprendimientos.

  • Se torna imperioso e ineludible que el Estado, el nacional y el provincial, responda por sus perjuicios y los haga visibles. Existen razones políticas, ideológicas y éticas para que lo haga. Acaso como una manera de reparación y prevención hacia el futuro, pero al mismo tiempo para redimir las prácticas genocidas que el mismo Estado argentino protagonizó o consintió a lo largo de su historia desde los albores de la organización nacional en que la dialéctica de civilización o barbarie ganó el escenario de América.

  • Los genocidios llevados a cabo en nombre de la causa "civilizadora" durante el siglo XIX y a los que se hizo referencia en la primera entrega, tuvieron su correlato más tarde en las "éticas" y en el discurso que los artífices del terrorismo de Estado de la última dictadura militar (1976-1983) han esgrimido a lo largo de los procesos judiciales desarrollados en el último lustro con la pretensión de justificar su accionar. Argumentos que, singularmente, se apoyan en anteriores elaboraciones justificativas sobre la puesta en práctica y necesidad de implementar la industria de la muerte.

  • En 1877 el ministro de Guerra Julio Argentino Roca solicitó al Congreso dos años para finiquitar el problema del indio: uno para prepararse y otro para ejecutar el plan. Se lo llamó Conquista del Desierto.

  • Estamos construyendo un significado nuevo de memoria. No es sólo ni principalmente un recuerdo melancólico de algún episodio concluido para siempre. No es un adorno de la muerte, que al mismo tiempo la edulcora y la confirma.

  • ¿Qué estaba pensando Urondo[1] a inicios del ’70 respecto de la función del arte, la poesía, la cultura, la revolución, la vida y la muerte? Para buscar respuestas vamos a mirar algunos textos significativos: la novela Los pasos previos, escrita en el ’71 y publicada en el ‘73; Trelew. La Patria Fusilada, reportaje publicado por Crisis en el mismo año y que Urondo ha realizado a los tres sobrevivientes de la masacre perpetrada el 22 de agosto de 1972, un día antes de la liberación de todos los presos políticos[2] que se concreta en el inicio del gobierno de Cámpora; y un artículo referido a la vanguardia y los intelectuales en la revolución, que publica en septiembre del ‘74 junto a algunas poesías que pertenecen al libro Cuentos de Batalla[3].

  • Es necesario, para recuperar la memoria histórica, hablar, conocer, recordar qué pensaban, qué debatían, quiénes eran, dónde militaban, a quiénes amaban, a quiénes se oponían. Es necesario analizarlo en toda su magnitud, con sus interferencias, sus interrelaciones; romper los carriles paralelos desde los cuales se pretende analizar lo propiamente literario de lo no literario, lo propiamente histórico, lo político separado de lo que se considera periodístico, que es la marca que tienen los estudios académicos en general, desde hace bastante tiempo: esta segmentación de la realidad con la excusa de que se hace ciencia.

  • Las Comisiones de Familiares de Caídos en Malvinas y de Veteranos de Guerra, trabajan arduamente para que se realicen estos viajes llamados humanitarios, que se hacen sólo una vez al mes, porque los isleños no admiten el ingreso de aviones argentinos y se llega a la Islas con la compañía de aviación Lan Chile, que viaja sólo el segundo sábado de cada mes desde Río Gallegos.

  • El viaje a Darwin dura alrededor de una hora y media en ómnibus, por cuidado camino de tierra, pero en total soledad, con sólo campo y cerros a nuestro alrededor. Durante el trayecto pudimos observar lo que nos habían anticipado en el aeropuerto: los campos cercados con alambre y marcados con abundantes cartelitos de chapa roja con una calavera impresa en blanco advirtiendo la presencia de minas.

  • “Yo estoy un poco resignada, por la edad viste, me queda muy poco tiempo, pero… qué felicidad sería encontrar a ese nieto!”. Nélida Decristófano de Orzaocoa tiene 92 años. Sus ojitos claros brillan y una sonrisa cargada de ternura y nostalgia se dibuja en su rostro cuando repite la emotiva frase. Espera con el corazón abierto que la aparición de su nieto o nieta la ilumine, y sentir ese encuentro de amor.

  • Las fuentes escritas durante el siglo XIX por militares, viajeros, cautivos[1] sobre las sociedades indígenas de la región pampeana y nordpatagónica han privilegiado la descripción de los guerreros -varones adultos en condiciones de tomar las armas- y han minimizado el rol de la chusma -todos aquellos individuos desarmados y sin poder: principalmente mujeres, niños y viejos-. Esta actitud no ha sido casual en un período de alta conflictividad inter-étnica -enfrentamiento entre indígenas y blancos- donde el objetivo perseguido por la sociedad blanca fue la eliminación de aquellos que consideraban "salvajes" y que representaban un obstáculo al "progreso" de las Provincias Unidas del Río de La Plata. La política oficial apuntó entonces a mermar la base población de los grupos indígenas matando a los guerreros en los enfrentamientos, pero también buscó paralelamente disminuir esta densidad demográfica eliminando físicamente niños, jóvenes y mujeres en edad de procrear o también tomando niños/as y jóvenes para entregarlos como sirvientes a funcionarios y oficiales que actuaban en la frontera.