Las mujeres también fueron protagonistas de la guerra de Malvinas. Participaron del conflicto como instrumentistas quirúrgicas y enfermeras, como personal de aviones, oficiales o tripulantes de buques mercantes, entre otras tareas logísticas. Cumplieron un rol importante en la atención de los heridos, no sólo curando los cuerpos, sino, además, sanando el alma de los soldados, la mayoría de tan solo 18 y 19 años.
Esa mujeres estuvieron mucho tiempo relegadas al olvido, pero bregaron para que sean reconocidas como veteranas. Finalmente lo lograron a pesar del machismo vigente en las estructuras jerárquicas y la conspiración que las relegaba al olvido. Este es el testimonio de una de ellas, Alicia Reynoso, enfermera en el hospital de campaña de Comodoro Rivadavia durante la guerra.
En los últimos años, muchas mujeres han sido rescatadas de ese olvido (tanto estatal como de la ciudadanía) por diversos trabajos de investigación y documentales, los cuales revalorizan, principalmente, su entrega a la patria. Aportes que hoy permiten entender la situación de postergación de las veteranas de guerra en un proceso aún abierto, tan abierto como es la misma disputa por la soberanía de las islas.
Por lo tanto, uno de los datos más significativos es el reconocimiento a esas mujeres que participaron en la guerra de Malvinas: Alicia Mabel Reynoso, Ana Masitto, Gisela Bassler, Gladys Maluendez, Stella Morales, Marta Arce, Mónica Rosas, Mirtha Rodríguez, Elda Solohaga, Sonia Escudero, Stella Botta, Mónica Rodríguez, Liliana Colino y Esther Moreno.
Por ejemplo son citadas en el texto Soltando amarras, de Beatriz Marrone, que data del año 2011, que además nutre la serie Crónicas de la enfermería argentina, dirigida por Alejandro Alem en 2014. De a poco vuelven a ser protagonistas, pero esta vez en libros, como Mujeres invisibles. Remoto Atlántico Sur, 1982, de la profesora de historia y periodista Alicia Panero, publicado en 2014; o Mujeres olvidadas de Malvinas, de la licenciada Sandra Solohaga, editado en 2017. Pero además, en 2017 una de las veteranas, Alicia Mabel Reynoso, dió a conocer sus Crónicas de un olvido. Mujeres enfermeras en la Guerra de Malvinas. Más recientemente, el año pasado, se estrenó la película documental Nosotras también estuvimos, dirigida por Federico Strifezzo.
Las otras mujeres, las mismas mujeres
Además de cumplir el rol de esposas, madres, abuelas, también han sido fundadoras, cronistas, educadoras y enfermeras; esto es, protagonistas de la historia argentina en las Islas Malvinas. El reconocimiento por la soberanía de las islas continúa, a su vez que la visibilización de las mujeres en nuestra historia.
En este sentido, aunque es mucho anterior a la guerra pero no a la disputa diplomática que devendrá entre Argentina e Inglaterra, debemos citar el Diario de María Sáez. En el invierno de 1829, María Sáez de Vernet llegó a la isla Soledad junto a su marido Luis Vernet, primer comandante político y militar de las islas Malvinas. Plasmó aquella experiencia en un diario personal que, casi dos siglos más tarde, retomó su chozno, el poeta platense Marcelo Luis Vernet, para enriquecerlo con antecedentes relacionados con el viaje y completar dos tomos de una obra concluida por sus hijos y publicada de manera póstuma en 2020 por la editorial Eme: Malvinas, mi casa.
Entre los tardíos reconocimientos podemos mencionar la incorporación —el 30 de marzo de 2010— de una fotografía en homenaje a las “Mujeres de Malvinas” en la galería del Salón Mujeres Argentinas del Bicentenario, en la Casa Rosada, inaugurado un un año antes. Y recién en 2012, una Resolución del Ministerio de Defensa reconoce las actuaciones de estas mujeres durante el conflicto armado y las filia históricamente con Manuela Pedraza y Juana Azurduy.
Sus historias se entraman —testimonio a testimonio— con las de otras mujeres vinculadas con Malvinas, como María Sáenz, María “La Grande”, Soledad Rende, Cristina Verrier o las maestras que enseñaban castellano durante los años setenta, entre otras. Por esta razón, a 40 años de la guerra, es posible decir que el enunciado “Las Malvinas son argentinas” es la síntesis de una construcción colectiva, donde las mujeres argentinas tuvieron y tienen un rol destacado. Lo que sigue es la entrevista a Alicia Mabel Reynoso realizada en el programa radial “El Estado de las Cosas” (FM Sonar 97,9mhz).
Las crónicas de Alicia Reynoso, testimonios de la guerra de Malvinas
—A 40 años del conflicto del Atlántico Sur, conocido como Guerra de Malvinas, ¿qué reflexión surge de aquella experiencia extrema, después de haberla procesado durante todos estos años?
—La verdad, ante esa pregunta, yo quiero y apuesto a malvinizar con la esperanza. Con la esperanza de que algún día volvamos a recuperarlas, pero no por medio de una guerra, por un conflicto bélico, sino por medio de la paz. Sólo con el diálogo es la forma que la humanidad se entienda.
Estamos viendo lo que esta pasando en Europa (guerra Rusia/Ucrania), y vemos quiénes sufren, quiénes son las víctimas. Precisamente no son los poderosos, somos los de abajo, somos los que vamos y luchamos, los que recibimos la fuerte amenaza, como bombas, como es el pueblo en general.
Malvinas nos tiene que llamar a la reflexión después de 40 años. Tenemos que unirnos, como lo estábamos en el ‘82, unirnos en un solo color, en la bandera celeste y blanca. Argentina nos necesita unidos, y es la única manera que vamos a poder sacar este hermoso país.
En los colegios hay respuestas. Tengo la cama —ahora estoy en un hotel— llenas de cartas de jóvenes; donde dicen “gracias” y “vamos a seguir estudiando, porque nos acordaremos de ustedes, y volveremos a Malvinas, pero con la palabra, con las leyes”. Eso me llena de orgullo, porque es lo que tenemos que sembrar: la paz, el diálogo, el amor a este país.
Alicia Reynoso nació en Carbó (departamento Gualeguaychú, Entre Ríos). Se recibió de enfermera profesional en la Escuela Superior de Enfermería de Santa Fe y de instrumentadora quirúrgica y técnica superior en bioimágenes en la Cruz Roja Argentina.
—Es interesante el planteo que hacés y la lectura de la realidad de lo que está aconteciendo en el mundo, con lo trágico que es una guerra, porque los que sufren son los de abajo, los civiles. Por sobre todo, planteás, ante esos interrogantes de las disputas políticas, de las épocas pasadas, que hay cosas más fundamentales y que son conceptos que nos juntan, como la idea de soberanía, la idea de patria.
—Sí, así es. Nosotras tenemos el honor de haber participado como enfermeras militares defendiendo a la patria. Siempre decimos que hemos vivido el horror de una guerra; hemos sentido el dolor y el olor de una guerra. Por lo tanto, no queremos estar más en un hospital de guerra. No es nada fácil. Nos ha marcado mucho como mujeres. Porque la Fuerza Aérea puso en esa línea a sus mujeres, a sus enfermeras militares, en Comodoro Rivadavia. Era ahí donde teníamos que estar, porque era allí donde llegaba el soldado con heridas, carencias terribles, mal alimentado, mal vestido, pero con un espíritu que es, hay que recalcar —lo digo tanto en colegios como en facultades— que eran leones de 18 años peleando por este país. Esa guerra son los cimientos de esta democracia que tanto disfrutamos, pero muchos y muchas no la saben cuidar.
Ingresó en la Fuerza Aérea en 1980 y forma parte de la primera promoción de mujeres militares de Argentina. Entre 1980 y 1982 fue Jefa de Enfermería del Hospital Aeronáutico Central, en Buenos Aires. En abril de 1982 fue afectada a la zona de conflicto como enfermera e instrumentadora, al Hospital Aeronáutico Reubicable de Comodoro Rivadavia.
—De esa experiencia has dicho que no solamente curaban las heridas del cuerpo, sino que también tenían que curar las heridas del alma…
—Como enfermeras estábamos preparadas profesionalmente y militarmente. La enfermera militar es asistencial en tiempo de paz y operativa en tiempo de guerra. Al llegar los primeros heridos tuvimos que atenderlos, pero además implementar las curaciones del alma. Porque las del cuerpo ya lo sabíamos y lo habíamos estudiado en las diferentes facultades. Pero nos encontramos con aquella mirada, una mirada diferente, una mirada que no la vamos a olvidar más. Que, si bien traían los dolores de las heridas propias de la guerra, las catorce enfermeras tenemos grabado un solo sonido: “mamá”, “llamen a mi mamá”, “avisen a mi mamá que estoy acá”. Entonces, como mujeres, y después que fuimos madres, abuelas, nos repreguntamos con quiénes hicimos esa guerra. La hicimos con jóvenes de 18 años. Mi nieto tiene 14 años, en ese momento con 4 años más iba al servicio militar y un inconsciente lo podía mandar a la guerra. Fuimos a la guerra contra un país poderoso, que no solamente era el Reino Unido, sino toda la OTAN que los apoyaba.
Entonces, cuando llegaban a nuestras manos esos jóvenes, éramos un poco la madre que pedían; éramos un poco la hermana, éramos los carteros, porque nos daban los números de teléfonos para que les avisemos a las familias que estaban allí. Pero por sobre todas las cosas nos decían “cúrennos rápido, porque quiero volver a donde dejé a mi hermano, mi amigo, mi compañero en la trinchera”.
—Tras aquella lucha en la que participaron vino otra lucha, la que tiene que ver con la mujer, con tu rol en las fuerzas armadas y, por sobre todo, el reconocimiento de veterana. Los libros que se han publicado aluden a las mujeres invisibles, olvidadas, tu trabajo se llama Crónicas de un olvido, lo que representa, por otra parte, una nueva lucha durante estos años…
—En el año 2009 levanto la bandera por la visibilidad de la mujer en esos tiempos; donde todavía no hablaba nadie de estas mujeres. Como dice el refrán popular: “el clavo que sobresale es al que más le pegan”; entonces, empecé a sentir esos golpes, las difamaciones y las amenazas, de que no se podían decir esas cosas. Mis compañeras de Villa María (Córdoba) fueron encerradas en un centro de veteranos y las obligaron a decir que no eran veteranas. Todas esas agresiones, esas piedras, esos adoquines que nos tiraron, lejos estábamos de achicarnos cada vez más. Yo había levantado aquella bandera por la visibilidad, pues agarré todas esas piedras, palos y elaboré la escalera más alta; tan alta, pero tan alta, que superé todos esos malos tratos, logrando que la Justicia nos vea. Esa respuesta llega para mí el 7 de mayo de 2021, a Stella Morales el 19 de julio; tarde, quizás, algunos dicen; pero cuando la justicia llega en vida podemos estar hablando de justicia; pero cuando una justicia llega cuando no estamos en este mundo, en la tierra, ya estamos hablando de injusticia. Hay muchas injusticias, porque se están muriendo muchos soldados sin el reconocimiento pleno.
Formó parte del equipo de evacuaciones aeromédicas realizadas en todo el territorio argentino. Se le otorgó el grado de alférez, siendo de las primeras mujeres oficiales en ostentar ese grado. Fue condecorada con medalla y diploma por la Fuerza Aérea Argentina en 1985 y reconocida como veterana de guerra por la Ley Nacional N°23118, en junio de 1990.
—Esa violencia simbólica que enumerás en tu libro, es importante contraponerla con respecto a tu trabajo de concientización en las escuelas y las respuestas de los adolescentes…
—Cuando me dirijo a las escuelas —siempre digo— voy a sembrar patria, voy a sembrar verdades. Porque nosotras estamos, no necesitamos que hablen por nosotras. Nadie nos descubrió a nosotras. Empezamos a hablar solas; porque esperamos muchos años para que hablen por nosotras, y nadie hablaba. Entonces, les vamos demostrando que estamos unidas y que el empoderamiento de las mujeres desde la verdad, desde el respeto, es lo único que va a lograr esa equiparación de la mujer con el hombre. Nosotras hemos entrado a la historia. En el año del Bicentenario estamos formando junto a Juana Azurduy —en el Salón de las Mujeres Argentinas—, y la historia nos comenzó a visualizar. En un spot institucional del año pasado nos veía el presidente —Alberto Fernández—, nos veía el mundo y nos veían los argentinos que no nos habían querido reconocer. Esa fue la confirmación de que había justicia.
Si me preguntan ¿qué siento este 2 de abril? Yo voy a conmemorar y voy a elevar una oración por los 649 muertos en la guerra y por aquellos que han muertos en la posguerra, que superan esa cifra. Pero estamos conmemorando con derechos. Las mujeres, las enfermeras veteranas de la Fuerza Aérea este año tenemos derechos; sin rencores pero con mucha memoria.
—Pensaba en Beatriz Morrone, Alicia Panero, Sandra Solohaga, en sus libros sobre mujeres, en tu propia obra, pero también sería interesante destacar el documental que ha dirigido Federico Strifezzo, donde ustedes imponen ese “Nosotras también estuvimos”…
—El título surge de las primeras fotografías que compartí en las redes sociales. Las subió una sobrina y me preguntaba ¿qué le poníamos?, así que le decía que les ponga que “nosotras también estuvimos” y eso quedó como una marca. Por eso se llamó así el documental. Un documental que lo hicimos a los ponchazos, acá en Entre Ríos, con algún aporte del INCAA y de algunos senadores del sur —entre ellas la senadora Durango, que es de La Pampa, y la senadora Luengo— que ayudaron con pasajes y estadías. Es muy difícil filmar sin tener algún sponsor.
Encontramos ese refugio donde habíamos estado algunas noches en el ‘82. Lo hallamos resistiendo al olvido, como habíamos resistido nosotras; lleno de ratas, de tierra. Nos decíamos que en un país que valora su historia sería un monumento a la memoria. Y que hoy podemos decir que lo será.
Fijate que cuando iba a salir el documental, después de la edición, la música y demás, nos sorprendió la pandemia y no se pudo estrenar, pero a pesar de ello anduvo por los festivales de Europa —Festival de Trieste, Italia—, Uruguay, Colombia, Brasil y Chile. En Argentina se proyectó en el BAFICI —Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente— en el Gaumont, y tuvimos un galardón especial en los premios Lola Mora. Ha sido declarado de interés cultural en CABA.
En 2009 expandió su lucha por la visibilidad del rol de las mujeres durante Malvinas. Desde 2016 integra el anuario “200 años, 200 soldados”, en conmemoración del Bicentenario de la Independencia, y en 2017 publicó Crónicas de un olvido. Mujeres enfermeras en la Guerra de Malvinas. Junto a Ana Masitto y Stella Morales, también enfermeras y veteranas de guerra, protagonizan la película documental Nosotras también estuvimos, dirigida por Federico Strifezzo (2021).
—Es fundamental poder sopesar, más allá de estos materiales bibliográficos y cinematográficos que citábamos, y ante la voluminosa cantidad de escritos que hay sobre los veteranos y ex combatientes, lo que se cuenta en tu libro Crónicas de un olvido…
— Respecto a Crónicas, bueno, soy muy amiga de Beatriz Morrone, una profesional y doctora en enfermería, y participé con ella en las Crónicas de enfermería argentina —dirigidas por Alejando Alem— que se filmaron hace unos años. Un día hablando, soñando, me decía por queé no hacía un libro con mi experiencia. Le decía que no soy escritora, pero me insistió tanto que lo comencé a redactar. Si consiguiera los fondos estaría por publicar la tercera edición.
Es un libro pequeño, con muchas fotos, con relatos del hospital; un hospital de campaña. Ahí estuvimos destinadas mujeres. Eso desmiente que nadie nos había visto, que nadie había hablado de nosotras, que no existíamos. Bastó con que saliera un libro para que nos visibilizaran, tanto escritoras/es como profesoras/es. Es importante para nosotras, porque de los miles de libros que hay, este es el único hecho por una veterana —estaría saliendo otro de una camarada de la Armada—; nos llena de orgullo que podamos ponernos en un lugar y contar en primera persona lo que hemos vivido. Cuando las mujeres nos empoderamos logramos eso y mucho más.
La entrevista completa se puede escuchar en este enlace.
* Sergio De Matteo es escritor y
presidente de la Asociación Pampeana de Escritores (APE)