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LA PAMPA Y SU LUCHA POR LA AUTONOMÍA

Todo movimiento que tiene objetivos de largo alcance como fue liberar un territorio nacional del tutelaje directo de un gobierno central, constituye un proceso. Esto quiere decir que no fue lineal, tuvo marchas de la mano de sectores progresistas y contramarchas conservadoras, movimientos autonomistas con diferentes métodos, no estuvo exento de ambiciones personales y se desarrolló en medio de enfrentamientos entre amigos y enemigos de la provincialización. Y fue una suma de experiencias.

Publicada en octubre y noviembre de 2001

La CPE, por ejemplo, no fue la primera cooperativa en Santa Rosa. Antes de existir sumó los antecedentes de la primera cooperativa de consumo en 1907 con Miguel de Fougéres y José Cuadrado y la Cooperativa de Consumo La Popular en 1919 con Domingo Gentili y Hugo Nale en su conducción. Por los apellidos, se puede apreciar que las personas también van haciendo su experiencia para llegar al momento clave en que un conjunto de circunstancias ‑municipio socialista, término de la concesión de la Sudam‑ se aunaron a las personales para que emerja la CPE. Y vaya si tuvo amigos y enemigos. La provincialización de La Pampa, si se permite la comparación, tiene también una historia de ilusiones y desilusiones, fuertes opositores y un contexto en el que al fin se produjo el alumbramiento de la provincia.

El primer movimiento provincialista nació el 24 de noviembre de 1907 en la esquina de Gil e Yrigoyen. De él surgió el primer comité pro autonomía que al poco tiempo se propuso como meta lograr que el Congreso Nacional provincialice el Territorio Nacional de Pampa Central en 1910 como parte de los actos del centenario. Pero junto a este primer ensayo, como contrapartida, se nuclearon en la Sociedad Rural de La Pampa los opositores a esa idea. Si tenemos en cuenta que la autonomía se logró en 1951, tenemos un terreno de lucha de 44 años entre ambas posiciones. El éxito de una de ellas en evitar que se aprobaran en el Congreso los numerosos proyectos de provincialización tiene una explicación: era el poder económico constituido por grandes propietarios latifundistas, los que presionaron sin mucho esfuerzo a la mayor parte de presidentes y legisladores, no dispuestos por otra parte a alterar en esencia ese esquema de poder.

Antes de ahondar en este tema, podemos precisar que al movimiento ya citado le sucedió el que lideró Pedro Luro en 1913/16, el que impulsó la juventud autonomista en 1918/20, el que formó Lucio Molas con el nombre de Unión Provincialista en 1921/22, el que hegemonizó Alberto J, Grassi en la década del 30 y el que, aún con mayor dispersión orgánica, siguió reclamando en la década del 40.

De estas organizaciones, la más conservadora fue la orientada por Luro pues prohibía firmar los petitorios a las mujeres y a los analfabetos; la más "audaz" en sus métodos y formulaciones fue la de los jóvenes del 19 (Juan C. Neveu, J. Alberto del Viso, Pedro Fernández Acevedo, Tomás Palasciano, etc.) y la más contradictoria e inclasificable fue la de Grassi, quien llegó a negociar la autonomía de La Pampa con la adhesión al golpe militar de 1930, pacto incumplido por los golpistas, y pocos años después diseñó un avanzado proyecto de constitución. Las dos restantes se consumieron elevando petitorios, el instrumento favorito de los provincialistas, a excepción de los jóvenes que eligieron la calle.

El éxito en evitar que se aprobaran los numerosos proyectos de provincialización tiene una explicación: era el poder económico constituido por grandes propietarios latifundistas, los que presionaron sin mucho esfuerzo a la mayor parte de presidentes y legisladores, no dispuestos por otra parte a alterar en esencia ese esquema de poder.

Volviendo al tema de fondo, ¿quiénes se oponían a la autonomía y quiénes la querían? ¿Hubo sectores indiferentes? Empezaremos por los primeros.

Al momento de producirse la primera puja manifiesta por la autonomía en 1907 y por largos años, el accionar latifundista buscó legitimarse en la idea de que provincia era equivalente a mayores impuestos y "el secreto y la base del progreso sorprendente de La Pampa es precisamente la falta de esos impuestos", como afirmara en una declaración la Sociedad Rural pampeana en ese año. El universo doctrinario de esta postura era un liberalismo que coexistía con prácticas políticas oligárquicas y una concepción selectiva de la democracia, funcionales al control interno y al orden social.

En ese marco, el requisito de los 60.000 habitantes que disponía la Ley de Territorios Nacionales para transitar al status de provincia, se convirtió en una ficción. Paralelamente, la exaltación de la iniciativa privada y la depreciación de todo lo estatal era una consecuencia lógica de este "modelo" concentrador que en el último cuarto de siglo se reinstaló en el país con el nombre de neoliberalismo.

200110 2 A 50 años de la provincializacion

Provincialistas pampeanos en las escalinatas del Congreso de la Nación.

Si ese poder se opuso a la provincialización, ¿quiénes la querían? En los núcleos urbanos de La Pampa se fue conformando una joven burguesía con claras intenciones de impulsar la autonomía total del territorio. Así, profesionales médicos y especialmente abogados, martilleros urbanos, escribanos y comerciantes medianos pasaron a tener un protagonismo que tomó forma en los movimientos autonomistas y en los partidos políticos (socialista desde 1913, radical desde 1916), con distinto grado de acercamiento entre ambas expresiones.

En los núcleos urbanos de La Pampa se fue conformando una joven burguesía con claras intenciones de impulsar la autonomía total del territorio.

La disputa se trasladó a la prolífica prensa del territorio. Considero precisamente a los impulsores de periódicos provincialistas como los máximos exponentes, por intensidad y extensión temporal, de la causa autonomista. Entre ellos a Marcos Molas -director de "La Autonomía" (1908-1931) de Santa Rosa-; Luis P. Argentó -director de "Nuevos Rumbos" en la década del 10 y de "El Norte", ambos de Gral. Pico, en la década siguiente-; Zenón Mariani -mítico director de "La Voz de Quemú" desde 1910 y durante décadas- y Pedro Fernández Acevedo -colaborador de "La Autonomía", fundador y director de "Gobierno Propio" (1930-1943) de Santa Rosa y columnista de "La Reforma" al momento de producirse la provincialización.

Sin embargo, los sectores medios cuestionaban al poder económico no en cuanto tal, es decir a su base económica de sustentación sino a su "empecinamiento" en impedir la llegada de esos sectores al gobierno. Y en la provincialización se jugaba una perspectiva de gobierno. La clase media urbana de La Pampa, al igual que su par nacional, solo cuestionaba las aristas corruptas del "régimen" mediante una respuesta tipo "indignación moral" y no al "modelo" en sí. Permitían así que subsista de raíz un poder al que sólo cuestionaban en la superficie y que era la causa, entre otras cosas, del fracaso de los intentos autonomistas.

Debajo de estos sectores, se ubicaban otros en la escala social. Desde los maestros que tenían frente a la provincialización una actitud de espera condicionada a conocer su futuro, hasta estibadores, peones rurales, ladrilleros, etc. indiferentes, y a la vez no buscados por la dirigencia autonomista, pues percibían que su vida cotidiana nada cambiaría con la provincialización.

El cambio operado en la economía mundial y argentina a partir del crack de 1930, el nuevo rol asignado al Estado, como el proceso industrializador, dio lugar a nuevos escenarios políticos y sociales. El país, al finalizar la década del 40 había cambiado de tal manera que la provincialización de los territorios nacionales tenía otra significación. En principio, la vieja oligarquía había cedido su hegemonía excluyente, o al menos compartía su poder, con una burguesía industrial que doctrinariamente había volcado en su favor un "proteccionismo" que descansaba en el fortalecimiento del Estado. De esta manera, la presión del latífundismo sobre los legisladores para abortar proyectos autonómicos no pudo ejercerse de la manera tradicional y el mensaje de Juan Domingo y Eva Perón a las cámaras llegó sin interferencias.

“al finalizar la década del 40 (…) la vieja oligarquía había cedido su hegemonía excluyente, o al menos compartía su poder, con una burguesía industrial que doctrinariamente había volcado en su favor un "proteccionismo" que descansaba en el fortalecimiento del Estado. De esta manera, la presión del latífundismo sobre los legisladores para abortar proyectos autonómicos no pudo ejercerse de la manera tradicional”

En 1951, una sucesión de señales se desató desde mayo: el proyecto de ley provincializando La Pampa y el Chaco tratado rápidamente en el Congreso, la sanción legislativa por parte de ambas cámaras y la promulgación de la ley 14037 el 8 de agosto de ese mismo año. En esos escasos meses, el peronismo pampeano hegemonizó las movilizaciones que despertaron los anuncios oficiales. En el orden nacional, la relación vertical de diputados y senadores con los jefes del movimiento fue una variable que sin duda intervino en una actividad legislativa que antes había estado signada por la morosidad o el descarte liso y llano de toda propuesta no sólo de provincializar sino de siquiera otorgar la legislatura a los territorios. También está en esa dirección la labor de los convencionales, el tipo de constitución sancionada en enero de 1952 y el nombre dado a la nueva provincia. Pese a estos hechos propios de la superestructura política, considero que las determinaciones de peso se encuentran en un modelo de acumulación diferente que avaló procesos, neutralizó otros y en ese marco se pudo dar la provincialización.

* Jorge Etchenique es sociólogo e historiados, autor del libro “Pampa libre. Anarquistas en la pampa argentina”.