La Cooperativa Popular de Electricidad camina rumbo a su centenario, aniversario que sucederá el 6 de julio de 2030. Será también ese día, dentro de siete años, el primer sábado del mes de julio; por lo tanto, se estará celebrando en todo el mundo el Día Internacional de la Cooperación, como sucede cada primer sábado de julio, cumpliendo con lo establecido por la Alianza Cooperativa Internacional.
La cooperativa de Santa Rosa, por su parte, estará conmemorando un pequeño suceso que pasó casi desapercibido cien años atrás, cuando cuatro vecinos de la pequeña ciudad capital del Territorio Nacional de la Pampa Central, se reunieron preocupados por las altas tarifas que debían abonar por la energía que consumían en sus emprendimientos comerciales. Uno de ellos, Marcos Molas, era director del diario La Autonomía y hermano de Lucio, reconocido médico de principios de siglo XX en varias localidades pampeanas. Fue en su casa donde se hizo aquella acotada reunión, a la que asistieron Octavio Gazia, José Fiscella y Juan Palasciano, y en la que firmaron un papel que, con los años, se transformaría en la primera hoja de todos los libros de actas de una gran empresa colectiva.
Ese día, un 6 de julio, sin fotos ni público, firmaban el Acta Fundacional de una cooperativa de luz, y en esa hoja dejaban escritos los nobles propósitos que buscaban como vecinos de una ciudad que parecía resignada a pagar caro una energía escasa y de baja calidad. Suministrada, para colmos, por una compañía extranjera, la SUDAM, de capitales norteamericanos.
Estos vecinos no tenían una sola herramienta para generar energía, ni un lugar físico donde hacerlo. Solo contaban con el respaldo de sus apellidos conocidos, su compromiso con ese pueblo que apenas superaba los 10 mil habitantes, y con una fecha en mente: el 30 de septiembre de 1935 vencería el contrato del Estado municipal con la SUDAM. Es decir que disponían de cinco años para lograr construir una organización solidaria sustentable, eficiente y, sobre todo, popular, para que poblado y autoridades confiaran en ella la provisión del alumbrado de las calles y “la corriente” de unas pocas viviendas y comercios.
El municipio, que venía siendo gobernado por dirigentes socialistas promotores del cooperativismo, se arriesgó garantizándoles que el convenio con la SUDAM caería y los nuevos responsables de la energía local, desde el 1º de octubre de 1935, serían ellos… si lograban conformar una cooperativa y tenían con qué.
Para llegar a esa fecha había que darle forma legal a la organización y robustecerla con capital, que sería aportado mediante la suscripción de acciones entre los vecinos, comercios y entes oficiales locales. Había que hacerse de costosos motores y herramientas que le permitieran, en cinco años, comenzar a generar energía el 1º de octubre de 1935, día en que la SUDAM desconectaría las redes eléctricas de sus generadores.
Fue un largo proceso en el que no faltaron voces opositoras, que trataban de “aventureros” a esos santarroseños que pretendían independizarse del trust extranjero. Estas voces se acodaban en la SUDAM, en el diario La Capital y en las autoridades provinciales, interventores enviados al Territorio por el gobierno nacional, protagonista principal de la “Década Infame”.
Pero, como se sabe, el proceso terminó con la creación y consolidación de la Usina de las Trilladoras, y aquel 1º de octubre del 35 comenzó la generación y distribución de energía en Santa Rosa, a cargo de la Cooperativa.
Dos fechas importantes fueron mencionadas: el 6 de julio de 1930 y el 1º de octubre de 1935. Pero hay una tercera, menos conocida por los asociados. Se trata del 22 de marzo de 1931, día en que se realizó, en el salón municipal de Santa Rosa, la primera gran asamblea de asociados de la incipiente cooperativa.
Fue en esa Asamblea donde se aprobaron los primeros estatutos y el primer directorio provisorio de la entidad, encabezado por quien fue elegido presidente por los numerosos asistentes: Marcos Molas. Lo acompañaron como vicepresidente, Juan Pedro Torroba; como secretario, Eduardo Espeche; prosecretario, Domingo Gentili; tesorero, Juan Humberto Palasciano; protesorero, José Fiscella; vocales titulares: Nazario Camarero, Pedro Navarro Sarmiento, A. P. Gamberini, Saturnino de la Mata, Armando Marchisotti; vocales suplentes, Mariano Faraldo, Arturo Castro, Francisco del Valle, Antonio Armesto y Jesús Ronderos; síndico titular, Sadit Peyregne; suplente, Abel M. Reyna.
En las acciones que con los años el directorio emitió y distribuyó para poder capitalizar a la nueva entidad y comenzar con las compras de insumos, se lee claramente una leyenda que hoy puede llamar la atención: “Fundada el 22 de marzo de 1931”. En fotos de archivo puede observarse que en la sede de atención al público de Raúl B. Díaz, había, hacia fines de la década de 1980, un enorme mural con alusiones a la historia y el presente de la entidad, con dos fechas destacadas “1931-1989”.
Es que si se atiende solo a las formalidades, efectivamente es una opción considerar a 1931 como una fecha de fundación: primera asamblea, primeros estatutos, primer directorio. Aunque también es posible —y cada año sucede— festejar el inicio de la generación y distribución de energía considerando al 1º de octubre de 1935 como el día en que la cooperativa vio la luz porque pudo generarla e iniciar el servicio. Ambos son hitos fundamentales en la historia de la Usina de las Trilladoras.
Pero hacia fines del siglo XX, vecinos, asociados, historiadores, periodistas, dirigentes cooperativos y miembros de diversas instituciones amigas de la CPE, han revalorizado la impronta escondida en aquella primera reunión en casa del Dr. Molas, y han empezado a reconocer en la firma del Acta Fundacional la gestación de la CPE.
Aquel 6 de julio de 1930, unos pocos “aventureros” arriesgaban su buen nombre dando el primer paso hacia un futuro absolutamente incierto, sin herramientas, sin dinero, sin hogar. Sólo tenían una necesidad y una idea. Y la convicción de que solo la unidad los conduciría hacia una solución colectiva de los problemas. Es por esto que la CPE celebrará su centenario en 2030 y no en 2031 ni en 2035. Porque el sentido del cooperativismo es darle un cauce posible a esa actitud casi intuitiva, primigenia, de creer que todos y todas vamos a ser necesarios y debemos estar juntos para afrontar un futuro que desconocemos.