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EL REGRESO DE LOS RESTOS DEL GRAN CACIQUE

La Nación Mamülche es la habitante desde los tiempos inmemoriales de lo que hoy es el centro de Argentina. Comprendía al oeste de Buenos Aires, sur de Santa Fe, Córdoba, San Luis, Mendoza. Al este el Atlántico; al sur la Nación Wiliche; al oeste hasta el pacífico, la Nación Pehuenche.

Publicada en febrero de 2001

Así vemos que Carripilûn es el jefe indiscutido del centro de Argentina, como él mismo se lo dice: “tengo ganado los Meli Buta Mapu”. Carripilûn es el mismo que cuando el virrey del Pino lo mandara llamar, como representante de España; le contestó que, como Lonko de estas tierras, el no quería ir. Tal respuesta para tal pedido.

Carripilûn murió en 1820. Lo sucedió Yanquetruz, que retornara desde el sur, donde se radicara luego de la derrota frente al gobernador de Mendoza (“eché a Yanketruz y sus ranqueles desde el carrizal hasta el Neuquén”- año 1780). A Yanquetruz le siguió Paine Gner (Zorro Celeste). Fue el que instaló el linaje de los Zorros. A su muerte lo heredó su hijo Calvaiú Gner, que luego muriera trágicamente. Y llegó el turno de Panguitruz Gner (Zorro Cazador de Pumas).

Panguitruz Gner o Mariano Rosas, además del gran prestigio que adquiriera como Lonko de la Nación Mamülche, tiene una historia muy particular. Siendo joven, quedó junto a otros muchachos y mujeres a cargo de la caballada, mientras Pichûn y Paine intentaban castigar a un jefe indio que se había pasado a la civilización. Fueron sorprendidos y tomados prisioneros. Fueron enviados a Santos Lugares, donde permanecieron alrededor de un año. Un día los llevaron a presencia de Juan Manuel de Rosas. Enterado de que era hijo de un cacique Rankül (Ranquel), lo hizo bautizar, siendo él su padrino. Le dio su apellido y lo mandó con otros a su estancia “El Pino”. Allí pasó unos cuantos años trabajando duro pero especialmente aprendiendo. Mariano era hijo de Paine y una cautiva. Podría haber prevalecido su sangre blanca, pero el amor por su familia, el recuerdo de las tolderías, pero principalmente su innato amor por la libertad hizo que apenas pudo, escapó. Eligió cuidadosamente una tropilla de caballos y en una hermosa noche de luna rumbeó para su tierra.

Buscaron para el lado de Bragado, que conocían. Engañaron a la autoridad en el Puente de Márquez diciéndoles que andaban de comercio. Llegaron a Federación, hoy Junín, y con el mismo argumento lograron pasar. El gobierno estaba en paz con los indígenas de la zona de Toay y no desconfiaron. Desde El Pino los persiguieron, pero no los alcanzaron.

Mariano siempre guardó un gran afecto y respeto por su padrino, pero ante un gran presente que éste le enviara, junto a unas recriminaciones por haberse escapado, lo invita a que lo visite. Mariano consulta a las Mujeres Sabias y éstas le anuncian desgracias si va. Mariano jura no volver a pisar tierra cristiana. Y mientras vivió, cumplió. Cuando invadían tierras cristianas, en represalia por maldades cometidas por los blancos, delegaba el mando de sus tropas en su hermano Epugner.

Mariano era hijo de Paine y una cautiva. Podría haber prevalecido su sangre blanca, pero el amor por su familia, el recuerdo de las tolderías, pero principalmente su innato amor por la libertad hizo que apenas pudo, escapó. Eligió cuidadosamente una tropilla de caballos y en una hermosa noche de luna rumbeó para su tierra.

Gobernó desde 1858 a 1877. Con su gran capacidad y sabiduría, la Nación Mamülche recibió un gran impulso en la paz. Se sembró maíz, trigo, cebada, patatas, porotos, arvejas, sandías melones, zapallos. Y en la guerra sus tropas fueron invencibles. Murió en 1877, según la mayoría de los testimonios. En 1878, el Estado argentino consuma su gran traición a la palabra empeñada, no respetando el Tratado de Paz del 28 de julio de ese año. Tampoco el artículo 65 inciso 17 de la Constitución. Y lo que es más grave, mientras con una mano firmaban el tratado, con la otra solicitaban al Congreso autorización para llevar la frontera hasta el río Negro, mientras sigilosamente preparaban el Ejército de Ocupación.

El general Racedo tomó prisionero a Epugner en Leuvucó, donde había retornado con su familia a levantar la cosecha. A falta de glorias militares, profana la tumba de Mariano, entregando sus restos a Zeballos. La familia de éste lo dona al Museo de La Plata.

Desde hace diez años que estamos trabajando para retornarlos a Leuvucó, donde Mariano nació, vivió y murió y de donde nunca debieron salir. Ese era su deseo. Nosotros debemos cumplirlo.

Luego de algunos encontronazos, decidimos sumar esfuerzos con la Subsecretaría de Cultura de La Pampa, que también estaba trabajando en el tema, aunque con otros objetivos. Se sumó la municipalidad de Victorica, que comenzó a trabajar en todo lo que fuera estructura. El gobierno inauguró en 1989 un monumento a Los Ranqueles en el camino vecinal de acceso a la laguna. Sorteamos algunas dificultades, como la aparición de un proyecto de un diputado, con poco o ningún fundamento. Tuvimos que viajar al Congreso de la Nación, a su solicitud, para dejar todo aclarado. Así es como tenemos el Boletín Oficial Nº 29470 del 28 de agosto de 2000, donde el gobierno nacional aprueba el traslado y se hace cargo del mismo. La repatriación, que quedará en la historia de nuestra Nación, sucederá en los próximos meses.

A más de un siglo del infausto hecho, y a las desgracias que le siguieron, vaticinadas por nuestras Mujeres Sabias, vuelve Mariano a Leuvucó. ¿Será este hecho el comienzo de una nueva era para nuestra Nación, para nuestro Pueblo?

Escritos y dichos de Mariano Rosas

“Yo hermano quiero la paz, porque sé trabajar. Algunos no la han querido, pero les he hecho entender que nos conviene. Si me he tardado tanto en aceptar ha sido porque tenía muchas voluntades que consultar”

“Hermano, cuando los cristianos han podido nos han muerto. Y si mañana pueden matarnos a todos, nos matarán. Nos han enseñado a usar ponchos, a tomar mate, a fumar, a comer azúcar, a beber vino, a usar bota fuerte. Pero no nos han enseñado ni a trabajar, ni nos han hecho conocer a su Dios. Y entonces, hermano, ¿qué servicios les debemos?”

“Señor Padre, con respecto al General Arredondo, ya no se anima a ir ningún lenguaraz ni ningún indio porque los recibe y los mira muy mal, lo mismo que dice de mí que yo todo lo que hablo es mentira.”

“Recibí su apreciada nota del 1 de setiembre de 1874, en la cual me impone de las propuestas que se me hace, que yo salga a las fronteras y formar nuestras familias a la par de los cristianos... Digo a usted que es imposible aceptar tales proposiciones. Mi Padre, tengo a la vista los sucesos anteriores... Por primera vez hubo una gran traición en el lugar denominado Laguna del Guanaco, donde resultó una mortandad terrible luego de haber un quebrantamiento de paces, de haber puesto una cruz y jurar por ella... Por este tenor siguieron estos sucesos: segunda vez, en el Lechuzo, tercera, en El Sauce, cuarta, en inmediaciones de Nangueloo, y por este tenor Luan Lauquen, en la laguna del recau, dos veces en Licanché, en Tuay, en Anpuil, en Prenancó. Vea usted todos los antecedentes que tengo para no entregarme ciegamente. Yo trabajaré sin descanso a fin de conservar la paz, pero salir a la cristiandad me es imposible, porque todo hombre, Padre, todo hombre ama el suelo donde nace...”

 Germán Canhue. Dirigente ranquel.