A fines de junio, en el Centro Municipal de Cultura de Santa Rosa, la artista plástica Marta Arangoa expuso “Mirada Retrospectiva Collagrafías”. Uno de los artistas que la acompañó fue Gustavo Gaggero. También participaron con sus obras Dini Calderón, Rosa Audisio, Luis Abraham, Estela Jorge, Lis Cofré, Paula Rivero, Noemí Fiscella y Laura Beckman. La propuesta a Gaggero fue sencilla: aprovechar la oportunidad para contar sobre la obra de Marta. La respuesta de Gaggero fue la de siempre: “por supuesto”. Lo que sigue es la impresión de una voz autorizada.
Publicada en agosto de 2018
Talento, estudio, experiencia. Cada trabajo de Marta resume una imagen segura, reposada, equilibrada, de sobria elegancia. Trazos firmes, colores discretos, sin estridencias ni brillos, lo justo y necesario para construir una hermosa obra. Es común, en este tipo de descripciones, confundir a “Marta-persona” con “Marta-obra”: ella pertenece a esos pocos y misteriosos casos donde autora y obra son lo mismo, son consecuentes y se merecen. Esta impresión también es atemporal, tanto que me devuelve a la Marta que me encontré a mediados de los ’80 cuando estudiaba en la vieja “Escuela de Bellas Artes”; es la Marta que me encontré en su última muestra en el CMC.
En el CMC nos esperaba una veintena de obras armoniosamente colgadas, todas con un humilde marquito blanco que permite que cada obra destaque por sus atributos y no sea “molestada” por nada del entorno. Cuidadísima construcción, acertada elección del contenido y finalmente un equilibrado montaje de la exposición, conformaron un ámbito de absoluto respeto por el público, que fue gratificado con la excelencia hasta en el menor de los detalles.
Ya sumergidos en la observación de la obra, nos encontramos con propuestas sin tiempo, de una visión antigua, tan remota como la tierra misma que, según confesó, es el producto de una mutación paulatina que provocó la libertad de haber terminado sus estudios junto con los primeros aires frescos del retorno de la democracia, y la revalorización estética de los íconos propios de nuestra América Latina.
Actitud valiente si se considera que en sus comienzos, siendo estudiante, Marta ya destacaba pintando cabezas de caballo hiperrealistas, y una serie de retratos con un nivel de detalle y maestría que fueron bienvenidos en el mercado, tanto en el local como en el nacional, pero que fue gradualmente abandonando por sesudos estudios de la iconografía y el arte precolombino. Tanto que en 1989 obtuvo el Gran Premio de Honor del Salón Pampeano de Pintura con una obra abstracta que amalgamaba símbolos sobre un fragmento que se antoja tierra yerma, por la exposición permanente a nuestro clima pampeano.
Desde entonces, ya no abandonó esa construcción de imágenes donde conviven inequívocamente nuestro suelo, nuestro aire, nuestra historia y nuestra gente. “Mi color preferido es el azul” me reveló. Doy fe, Marta lo ha plasmado en sus más variados y sutiles tonos, pero -a mi entender- también ha servido de base para crear recurrentemente los colores de la tierra desde el pampeanísimo marrón claro, un rojo riojano o misionero, o un gris verdoso de precordillera.
Vale recordar también, aunque excepcionales, las variadas ilustraciones realizadas para músicos, poetas y escritores, admitiendo que cedía parte de su temática en aras de ser consecuente con la temática propia del autor. En mi opinión, el conjunto no pierde ese esencial sabor americano de su trabajo. A esto debemos sumar que su vasta capacidad y trayectoria la ha llevado a Brasil, México, Cuba, España, Suecia, entre otros países, donde además de exponer ha incorporado conocimientos de cada lugar y así duplicar la riqueza del intercambio. Conocimientos que compartió y comparte con generosidad.
Una muestra de Marta Arangoa es calidad asegurada, es austera pero suficiente, es excelencia y profesionalidad, también es belleza y disfrute, es mi amiga… es esencial.
Pintura vs grabado
Quien ha observado la obra de Marta en más de una ocasión descubrirá una diferencia curiosa entre sus pinturas y sus grabados, tanto en el uso del color como en la composición. Ella mismo me lo explicaba: “La pintura es exclusiva, una obra única, y el color es de aplicación directa, como se puso, quedó. Mientras que en el grabado el tratamiento de la imagen y la aplicación del color, están preparadas para soportar sucesivas copias. Este proceso conlleva a una ‘adaptación’ para que la obra sobreviva a buen número de impresiones. Por eso el grabado resulta simple y popular”. En los grabados veremos entonces una más variada gama de texturas, pero una contenida y sutil presencia de color, donde los ‘tierras’ estarán balanceados con la luz de algún rojo o amarillo más puro. (Debemos considerar que la técnica de grabado más usada por Marta es el “Collagraf”, donde la aplicación de color es un proceso bastante complejo).