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NICOLÁS CASTELLINI

Nicolás Castellini tiene 89 años y pulsa su pincel con el entusiasmo de un adolescente. La soledad lo acompaña durante tardes y noches largas, cuando estampa sobre el lienzo escenas de su aldea, ya marginadas de la actualidad. Enamorado del paisaje rural y suburbano, los refleja en la tela, fiel a sus intensos sentimientos. Esta es la historia del hombre que todavía siente pudor cuando le dicen artista.

Publicada en octubre de 2003

El maestro.- Empecé a pintar en Acha, cuando lo conocí a Andrés Arcuri, que fue uno de los mejores de acá. No sé cómo nos vinimos a conocer. Creo que nos tocó trabajar juntos en la cosecha de alfalfa. Vi cómo él pintaba, empezó sólo y a la gente le gustó lo que hacía.

Después me sirvió de maestro. Primero yo hacía dibujos que copiaba de otra cosa, él me decía que había que hacer las cosas del natural y no de una revista. En esa época había libros de la escuela que traían unos dibujos que eran una barbaridad. Ya uno nace para esto, cuando trabajaba en el campo lo primero que me llamaba la atención eran los paisajes de la estancia, que hubiera arboledas, caballos, me gustaba dibujar caballos. Siempre miraba los paisajes y no sabía por qué.

Arcuri venía y me decía lo que estaba bien y cuando veía alguna cosa mal, me decía: así no. El también se vino a vivir a Santa Rosa. Desde entonces, invento o salgo al campo. Cuando uno pinta, hace de cuenta que no tiene ningún problema. Se concentra en lo que está haciendo y se le pasan las horas sin darse cuenta. Mi vida cambió con esto, más cuando quedé viudo. Me ponía a pintar y me aliviaba.

La personalidad.- A mi me valió mucho que nunca me aparté de los paisajes, de esas cosas, busqué tener una personalidad, no hacer una pintura moderna. Seguí esa manera de pintar, esa tendencia. Hay buenos pintores, pero no de paisajes, y el que hace, hace paisajes abstractos. Lo mío viene siendo figurativo. Por ahí salgo al campo, para el lado de Toay, siempre tuve un cochecito  y me llevaba los caballetes. Hay un solo cuadro que no vendo. Lo hice un día que fui al Bajo Giuliani con mi hijo menor, Nino, que falleció. El se puso a jugar mientras pintaba. Falleció porque le agarró una enfermedad al riñón, lo tenían que trasplantar y no se conseguía y se iba empeorando. Una hermana de él se lo quiso dar, pero no llegó a tiempo.

200310 2 El pintor de los campos nuestros

A la gente de campo le debe gustar lo que hago. Le pongo colores diferentes para darle más fuerza. Me ponderan a mi por ponerle colores fuertes a los cuadros. Parece que pongo los colores puros, como si los pusiera con el pomo, según dijo un poeta, Miguel de la Cruz. Les gustan por el colorido que uno usa y porque no me aparto de la tendencia.

No me voy a cansar de pintar nunca. Únicamente que tuviera que dejar por la vista. Un poco de problemas tengo, pero no para dejar de pintar. Hace dos años me operaron porque se me hacían unos puntitos negros. De salud estoy bien, no me cuido en las comidas y el único vicio que tengo es un cigarrito cada muerte de obispo, pero no trago el humo.

A la naturaleza.- El instructor Manuel Varela, que ya falleció, siempre me pasaba a buscar en su cochecito y salíamos a pintar. Un día se le había  roto y me dijo: no hay problema, vamos en su camioncito, yo tenía uno del año 35. Nos metimos en el monte y después no podíamos salir.

Hicimos un paisaje cada uno y, en esos días, había una exposición en la Fiesta del Trigo de Castex. Me dijo que los mandáramos, el suyo estaba con tierra porque se lo había volado el viento, y sacamos primero y segundo premio. Mi cuadro está en la municipalidad, porque hubo un intendente que le compró un cuadro a cada uno de los pintores.

Pinto dos o tres horas, a la tarde. Mucho no madrugo. Estoy solo, hago las cosas a gusto de uno, y con la pintura me distraigo mucho, ya tengo el tiempo ocupado en algo. En invierno, también pinto de noche. Si uno se pone a hacer un cuadro hasta que no lo termine, en tres días se hace. Siempre hay que trabajar en dos porque cuando no puede seguir en uno, hay que esperar que se seque, y sigue con el otro.

Los cuadros los vendo casi todos. La provincia siempre se queda con alguno. Se saca más dinero con un premio que vendiendo cuatro o cinco cuadros.

Ahora no puedo salir porque no tengo coche. Tenía ganas de armarme de otro, el que tenía lo había comprado con el producto de los cuadros. No me dan el carnet, únicamente de contrabando, sin andar por el centro.

Me ha gustado mucho el campo, los paisajes, los caballos, la época de la esquila, arriar tropas. Había que andar a caballo, uno se quedaba sin trabajo en un lado y tenía que salir en busca de otro. También me tocó trabajar en el ferrocarril. Mi padre fue jefe y yo catango, me reía en esa época, porque andaba en las zorras.

El artista.- A mi familia le gustaba que pintara, porque ha habido casos que vivía peleado el matrimonio porque él pintaba. Yo, si estaba pintando, al primer llamado porque estaba la comida, estaba. Yo soy paciente. Si uno empieza a renegar... uno si se enoja, pierde, se hace mala sangre.

Este año la Cámara de Diputados premió a alguien saliente. Yo saqué en la pintura como pampeano destacado. A mi no me gusta que me hagan tanto cartel. Pero la gente que está en eso... está firmado por Mediza. Mucho no me gusta que me digan que soy un artista. A uno le parece que no puede ser.

Creo en Dios. Los antiguos artistas eran todos religiosos. Miguel Ángel era uno de los más famosos de Europa y era religioso. Y otros que no me acuerdo también.

Un costumbrista

Hijo de inmigrantes italianos, Nicolás Castellini nació el 20 de abril del '14 en Quehué. Su madre se suicidó cuando tenía apenas dos años y su padre, que era el jefe del ferrocarril, falleció cuando tenía apenas ocho. Una familia del lugar, que tenía una quinta, lo adoptó como hijo de crianza.

Se crió entre frutales y caballos Cuando se hizo más grande, se fue a trabajar al campo, en la zona de General Acha.  Se casó y enviudó dos veces. Comenzó a pintar cuando tenía 29 años. Tuvo cuatro hijos. Consiguió trabajó en Obras Públicas de la provincia y lo trasladaron a Santa Rosa.

Después se dedicó a pintar casas, mientras seguía con sus óleos y telas en los ratos libres. Autodidacta, también pasó por los talleres de su amigo Manuel Varela, aunque la mayor influencia la ejerció, consejero y hermano, el artista Andrés Arcuri.

Lo apasionan las escenas del campo, el monte, los caballos y la geografía humana de las praderas.  "Por los modelos de sus paisajes, es un costumbrista: pinta escenas rurales y suburbanas ya marginadas de la actualidad, un molino roto, una mujer que teje en un telar o tiende y desabrocha ropa, un galpón abandonado, un boliche haciendo esquina con un buzón que sigue el giro de una ochava, caseríos a la distancia señalizados por caldenes secos o deshojados, alambrados caídos, un sol en un cielo de mica...", describe Miguel de la Cruz.

En el año 72 mandó a la biblioteca Florentino Ameghino de General Acha sus primeras obras para exposición. Desde entonces, ganó decenas de premios, los elogios y el reconocimiento de los expertos y vendió la mayoría de sus obras.

Mi hijo, el boxeador

Tal vez en su faceta menos conocida, Nicolás es el padre de Miguel Ángel Castellini, el pampeano que fue campeón mundial de boxeo. El "Loco", como le dicen en el ambiente, se fue "de pibe" a Buenos Aires y su padre artista nunca lo vio pelear profesionalmente.

"Basta que no dejara la escuela, yo lo dejaba practicar", recuerda de los inicios pugilísticos de Miguel Ángel en el Fortín Roca. "Es un poco raro. No le gusta que lo molesten, ya es así", dice.

Poco contacto hay, hoy, entre padre e hijo (tiene un gimnasio en Capital Federal). La última vez que este visitó la humilde casa de Villa Alonso fue hace tres años. "A él le he regalado como tres cuadros. Cada vez que venía, me llevaba uno. La última vez le dije que se lo daba si era para él, porque eran para quedar bien con los amigos", se sonríe Nicolás.

*Gustavo Silvestre es periodista