Nunca le interesó probar con una computadora: fiel a la antigua Remington teclea sus poemas escritos a mano. “Lo importante no es con qué se escriba”, dice don Edgar Morisoli restándole cualquier tipo de trascendencia al punto, en el inicio de una charla donde entraban y salían los más variados temas: sus libros, la llegada familiar a La Pampa, la política y especialmente la literatura, una vocación que empezó a exteriorizarse durante la adolescencia.
Publicado en diciembre de 2003
En 1947 publicó su primer libro. “Fue un lamentable error. No es mi voz, independientemente del nivel que seguramente es muy precario”. A partir de “Salmo Bagual”, cuya primera edición es del 57, empezó a reconocer su propia voz. Hubo un proceso de inflexión entre el 50 y el 52. Materiales inéditos de entonces integrarán una antología en la que trabaja actualmente –“Tiempo Litoral”– con poemas nacidos entre 1948 y 1956.
Su lectura omnívora de entonces incluía poesía clásica española y las grandes voces americanas: César Vallejo, Pablo Neruda. También le interesaban poetas litoraleños como Juan L. Ortíz, Felipe Aldana, Hugo Gola y Pedro Nalda, “algunos de ellos injustamente desconocidos aunque con obras de altísima calidad”, afirma. Al único escritor pampeano que conocía en 1956 era Horacio Armani, de Trenel.
Tarea diaria
“Gran parte de lo que escribo va a parar al tacho de basura”. Trabaja cotidianamente varias horas: escribe, lee, relee, corrige, selecciona, confronta. “Soy de levantarme temprano y dedicar tres o cuatro horas a eso y si puedo otras tantas a la tarde”. La elección de los temas es algo muy diferente. “Ese es un proceso misterioso. Esperemos que nunca desaparezca el misterio de la creación literaria y, en particular, de la creación poética. Porque cada vivencia, aún la que uno considera más banal, más simple, es una semillita que cae. La mayoría de esas semillitas no germinan nunca, pero alguna de ellas, alguna vez –en horas, días o en muchos años– nadie sabe por qué, empieza de pronto a germinar”.
¿Y después? “Después viene el trabajo con la expresión, con el lenguaje. Es un trabajo muy arduo, sobre todo para los que tenemos que superar algunos lastres, como cierto énfasis retórico que yo me reconozco”. Los “tonos” de sus obras se cuelan en la charla. “Hay libros de tono épico: “Jornada de los confines”, por ejemplo. En “La lección de la diuca” también hay algunos poemas de ese tono: “Una plaza, Unos Puentes”; “Palabra que es volcán”; “Un fueguito”. Otros son profundamente íntimos.
Un poema lleva un largo proceso de sedimentación y el juez más implacable es el tiempo. “Una vez que uno lo considera terminado, al menos en primera instancia, después de un trabajo que puede llevar muchos meses o años, hay que guardarlo. Y seguramente cuando uno vuelve a retomar eso después de un año o dos, hay varios que se caen solos”. En estos momentos trabaja en tres libros donde hay materiales que están en tratamiento desde 1987.
¿En cuánto lo influye la realidad a la hora de la creación?
“Creo que en mis libros está la respuesta. Jamás he considerado el terreno literario como un terreno circunscripto, limitado, en el cual no entren los vientos de la calle, los vientos de la historia. Toda mi obra, a partir de Salmo Bagual, trata de decirlo; ese presente está presente. Vivo los hechos cotidianos como cualquier argentino. Una semillita puede ser una protesta popular, una represión; otra puede ser el pimpollo de la rosa que abrió esta mañana. Yo no me decido a escribir un poema sobre la muerte de Kosteki y Santillán. No es una decisión volitiva y consciente, eso cayó y en algún momento, por un proceso que no conozco, comenzó a germinar”.
Entre 1974 y 1995 no editó. Cuando volvió lo hizo con “Obra Callada”: casi 400 páginas que reúnen 6 libros de los 12 primeros de esos 21 años. Varios de los posteriormente publicados (“Cancionero del Alto Colorado”, “Bordona del otoño”, “Palabra de intemperie”, “Hasta aquí la canción”) también corresponden a esas dos décadas.
Veinte años de APE
La Asociación Pampeana de Escritores nació hace veinte años, cuando la dictadura militar había agotado parte de su plan de exterminio. Para la mayoría del pueblo argentino fue volver a empezar aunque en un terreno plagado de muertos, desaparecidos, humillados. Revalorizar la cultura popular, la identidad propia, subyacía entre las necesidades imperativas para volver a ser. “Estos veinte años no sólo representan un aniversario institucional, sino un hito importante en la cultura de La Pampa”, opina el escritor e investigador.
En relación a la historia de las letras pampeanas destaca el trabajo de especialistas como Rosa Blanca Gigena de Morán, Teresa Girbal, Dorys Gonzalo o Norma Durango, entre otros. “Son análisis de individualidades creadoras pero no se ha estudiado la gravitación de los grupos, de los movimientos”.
Varios se aglutinaron por coincidencias estéticas, ideológicas o generacionales. Rememora a la ADA (Amigos del Arte) de Eduardo Castex donde estaban José Escol Prado, Juan Ricardo Nervi, José Adolfo Gallardú, Luciano Ferrari y Miguel Iribarren. “Un grupo de enorme gravitación en la generación de escritores anterior a la nuestra. Y así sucesivamente... la Joven Poesía I; Joven Poesía II, el Grupo Cultural Raíces, el grupo Alpataco, tuvieron una gran importancia. Sería interesante combinar esa historia de individuos creadores con la historia de los grupos a los que pertenecieron”.
Contundente
“La literatura es un gran compromiso social porque es un compromiso ante un desconocido: el lector. El hecho poético no sucede al escribir un poema, el poema es un material para producir el hecho poético, que acontece cuando ese texto llega a manos de un lector y ese lector lo lee, se conmueve, le da su interpretación, que puede no ser la del autor. Ese es el hecho creador. Se conjugan tres elementos: quien escribe, el texto y el lector. A ese señor cuya cara no conozco yo no le puedo dar lo que me salió. Le tengo que dar lo mejor de lo que yo escribo. Por eso la mayor parte de mis trabajos van a parar al cesto”.
“Los temas de la poesía son los universales del hombre bajo cualquier clima y latitud; lo pampeano son los elementos que con esos temas se expresan y el lenguaje da el sabor local. La tan meneada oposición entre literatura universal y regional, es totalmente ficticia. Cuando una literatura es genuina, profunda y de calidad es universal”.
“También estoy convencido de que los pampeanos tienen una identidad muy marcada que muchos pampeanos desconocen, sobre todo algunas capas sociales muy proclives al mimetismo metropolitano, pero la identidad es un hecho social”.
A La Pampa
No conocía La Pampa hasta 1956 cuando llegó a La Adela como ayudante de topografía en una comisión de estudio para el aprovechamiento de las aguas del Río Colorado, que actuaba en Caleu Caleu y parte de Lihué Calel. Las tareas le permitieron conocer la zona de Fortín Uno, donde se hicieron estudios para el proyectado dique de Huelches, y el límite con provincia de Buenos Aires, en el Meridiano V. En 1957 los Morisoli se trasladaron a Colonia 25 de Mayo. Se había graduado en la Universidad del Litoral y en Campana se encontró con un aviso de La Pampa que buscaba especialistas, entre ellos en topografía, para estudios sobre el Colorado. Así encontró la vastedad pampeana.