Cada año, durante unos 45 días entre marzo y abril, se produce el apareamiento de los ciervos colorados. Los ejemplares machos buscan a las hembras lanzando un singular sonido. Es la “brama”. Un espectáculo completamente natural, sin ensayos o puesta en escena; es el ecosistema mismo que exhibe sus rituales. Mientras dura este periodo, en la Reserva Natural Provincial Parque Luro se organizan avistajes guiados con el fin de experimentar esta ceremonia mientras se disfruta del contacto con el medio ambiente. Allí estuvimos.
Publicada en abril de 2015
El recorrido comienza a unos metros del famoso castillo del Parque, la casa de don Pedro Luro quien en 1905 llegó desde Europa y levantó una mansión de estilo francés con todas las comodidades de la época. Su sueño era construir un coto de caza en el bosque de caldén del MamullMapu para lo cual fue necesario importar jabalíes y ciervos rojos europeos, especies que se adaptaron y se reprodujeron con rapidez. En 1965 el Estado Provincial adquirió el terreno que se convirtió en lo que es hoy, un espacio para conservar y apreciar la armonía de la naturaleza.
Para experimentar la magia del avistaje hay que recorrer un sendero llano hasta internarse en medio de caldenes y piquillines. El trayecto hacia el mirador tiene su encanto. Revolotean cardenales amarillos, halconcitos grises y monteritas color canela. Guardar silencio total es la consigna para asistir al bramido de los ciervos en el monte y sentir el viento que acaricia el pasto e impregna el ambiente de aromas silvestres. Una elevación del terreno permite apreciar la magnificencia y extensión del monte. Si se afina la vista aparecen ante nuestra vista liebres, zorros y hasta pumas que completan el excepcional momento.
La idea de la brama suele referenciar la tradicional foto de dos ciervos enfrentados en un pastizal, chocando sus cornamentas que suenan como ramas secas rompiéndose, o la de un ciervo macho en posición de bramido. Pero el proceso es mucho más complejo y rico que esas imágenes, es una película de varias semanas con escenas de calma y otras de acción. En un diálogo fragoso los machos braman para marcar su territorio y juntar hembras, a las que vigilarán día y noche. A lo lejos, iluminado por el atardecer, un macho con su gran cornamenta corre hacia tres hembras apartadas del grupo. Levanta su cabeza, en una acción que se llama ventear, olfatea, sondea si otro macho anda cerca. Ellas vuelven a su lugar con un trote alegre y despreocupado.
Ante la ansiedad de algunos visitantes, el guía reitera que por ser un espectáculo totalmente natural, las mejores escenas de acción no están aseguradas. Puede resultar dificultoso observar a los ciervos bramando porque están muy lejos pero otras veces se disponen mágicamente cerca y la experiencia se manifiesta como una maravilla. Tampoco las fechas de la brama están definidas, dependen del momento de celo de las hembras, la temperatura, la cantidad de alimento que consumieron durante la temporada, entre otras variables.
Al marchar en calma por los senderos del Parque los sentidos se vuelven más finos. Uno aprende a escuchar y percibir pequeños detalles, e imaginar qué sucede detrás de estos. Cuando el bramido es grave sabremos que es un ciervo adulto y de gran tamaño, en cambio, si es más bien agudo estamos en presencia de uno joven que aún no ha desarrollado su tamaño total, y puede exhibir unas 8 puntas en sus astas. Naturalmente perciben con quién puede enfrentarse para medir fuerzas y disputar el territorio.
En general son los ciervos adultos, de más de 10 puntas, los que poseen más hembras y se encuentran en la zona céntrica del parque, los más jóvenes saben que no pueden desafiarlos y permanecen en la periferia. La acción esperada es el momento del combate: cuando dos ciervos han decidido enfrentarse, se miden caminando a la par, toman distancia y chocan. Pero solo se topan una vez, luego sus astas quedan entrelazadas y se empujan durante horas. El objetivo no es matar al adversario, sino ganarle su territorio. Un detalle nos asombra: mientras estos dos se desafían, los ciervos más jóvenes llegan hasta la zona en disputa y sirven a las hembras. Estas quedan preñadas en el primer servicio. El tiempo de gestación que sigue será de 8 a 9 meses.
Cae el sol, un rocío humedece el sendero y comienza a refrescar. De a poco el verano empieza a despedirse. ¿Porqué se aparean en esta época si llegan el otoño y el invierno, momentos donde hay poca comida? Es así porque es una especie traída de Europa que mantiene aún el mismo proceso biológico. Los machos esperan todo el año este tiempo para juntar sus hembras y reproducirse.
El resto del año permanecen escondidos en medio del monte alimentándose, mientras les crece la cornamenta. Durante la brama pierden cerca del 30% de su peso ante el gran desgaste energético, ya que sirven a las hembras todos los días, comen poco y solo toman agua. Hay quienes aseguran haber visto a ciervos machos echados, sin fuerzas para mantenerse en pie pero aun bramando durante los últimos días de este proceso.
La brama implica una conexión diferente con el entorno natural, convoca unas mil personas por temporada, en su mayoría pampeanos aunque en el último tiempo creció el número de turistas de otras provincias y extranjeros. Escuchar el bramido de los ciervos y ver sus majestuosas cornamentas es maravilloso pero lo más atrapante es caminar y respirar el bosque de caldén y sentirse parte de él.
Un problema de espacio
De 7 hembras y 3 machos que trajo don Luro en 1905, hoy unos 3 mil ciervos conviven en del predio del Parque. Suponiendo que la mitad son hembras, para el año siguiente se estaría calculando que la población podría aumentar a unos 4.500 especímenes, cantidad que resulta excesiva para el espacio disponible. “Hay que tomar ya mismo una decisión; ya sea venderlos, aprovecharlos productivamente” dice uno de nuestros guías, abriendo espacio para una eventual determinación de las autoridades gubernamentales.
*Emilia Di Liscia es periodista
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