En 1921, el Consejo Nacional de Educación encomiendó a todas las escuelas llamadas Láinez, una encuesta, a modo de un censo moderno, de folclore. El fin era recuperar y recopilar distintos aspectos de las costumbres y prácticas culturales de todo el país. Esta labor fue desarrollada por maestros y maestras que, mediante una serie de guías e instrucciones, tomaron testimonios orales y los pasaron a la redonda letra cursiva para mandar papeles junto con dibujos, fotos, croquis y mapas, entre los múltiples y variados elementos que aportaron desde cada escuela rural o desde pequeños pueblos. La Pampa —entonces Territorio Nacional—, no quedó excluida. Estas encuestas permiten conocer de primera mano la pervivencia de aquel material, parte de nuestro patrimonio cultural, que data de cien años atrás.
En los legajos que reúnen todos los manuscritos de La Pampa, puede observarse un abanico amplio de temáticas que abarcan desde prácticas de curaciones hasta juegos infantiles, y se toman en consideración aspectos relativos a la cultura, la tradición y al ideal de nación de ese momento histórico. Los legajos representan la cultura y la esencia de lo folclórico, a través de relatos orales contados por personas adultas, quienes poseen el conocimiento y lo transmiten a generaciones venideras, logrando una pervivencia en la sociedad de las raíces culturales y tradicionales que nos atraviesan como habitantes de Argentina y, principalmente, de La Pampa.
El uso del lenguaje “campesino” permite observar las marcas de la oralidad, que acentúan la representación de costumbres y vivencias del gaucho argentino. Sin más, al leer la poesía se nos presenta el lenguaje del Martín Fierro de José Hernández, poema en el que se expresan los acentos y entonaciones lingüísticas de ese arquetipo del hombre de campo, de nuestro ser nacional. Más adelante, la misma maestra copia una vidalita en la que se perciben los lamentos y penas de quien escribe o canta, como se observa en el siguiente pasaje:
Yo paso las noches, vidalita/ en vela llorando (bis)/ Hasta el prisionero, vidalita/ vive acompañado,/ Yo vivo solita, vidalita,/ sin mi bien amado (bis)./ Palomita blanca, vidalita,/ pecho colorado,/ llévale esta carta, vidalita/ a mi dueño amado. (bis) (foja 35)
En ambas canciones se observa, además, una relación con la naturaleza, con la tierra y el lugar que se representa. La primera alude a animales de campo como el gallo, el pollo y aves silvestres como la palomita blanca y el pecho colorado, que concuerdan con un determinado momento del día, así como también los hábitos, las costumbres de los habitantes al expresar “saboreando un cimarrón”. Los términos utilizados son de conocimiento para el lector, ya que se encuentran dentro del lenguaje rural.
En el legajo enviado desde la escuela n° 48 de Quemú Quemú, Juana Etcheverry alude a un payador reconocido, Pedro Garay (1881-1950), habitante de la localidad y oriundo de Mercedes, provincia de Buenos Aires. Ella copia un libro que se titula Hojas de cedrón (1921), que cuenta con un prólogo de Epifanio Orozco Zárate, escritor y poeta, quien expresa:
Dije que muchos poetas querrían firmar lo que escribe el payador que me ocupa, y basta leerlo para convencerse de mi aseveración. Pues él tiene de todo, y casi todo lo que escribe —hablando dentro del límite payadoril— lleva un tinte de personalidad que no posee ninguno de los payadores de ciudad, que tienen la absurda pretensión de escribir poesías líricas. (foja 5)
Aquí se presenta claramente el tradicionalismo criollo de Garay, como así también el ideal nacional de esa época, que ponía como ejes principales a la ruralidad y al gaucho, como símbolos de identidad. En este estilo payadoril se puede distinguir la reminiscencia en poesías anteriores, como la mencionada de Hernández. El libro incluye una breve biografía del payador, en la que el énfasis recae en el tradicionalismo y en la impronta por mantener de manera sencilla en sus versos, el alma del pueblo argentino, del ser nacional. Al respecto podemos leer:
Ese que veis vestido a lo pueblero/ alternando entre gente de ciudad, / es el criollo más noble y más austero, / el último varón de chiripá./ En los ojos la Pampa de Obligado/ y en el pecho el amor de un Almafuerte, / lleva este noble gaucho que ha encontrado/ un alma en la guitarra que es su suerte. (foja 4)
Los versos de Pedro Garay remiten a la voz del gaucho, de la patria y sus raíces. La guitarra es el instrumento primitivo y primordial en las representaciones cantadas y musicalizadas desde épocas pasadas. Se observa una fuerte impronta de la vestimenta gaucha, por ejemplo al nombrar el chiripá, y la dicotomía entre el campo y la ciudad, espacios que para entonces ya comenzaban a ser bien delimitados.
A su vez, era muy frecuente en la época que las escuelas albergaran a muchos y muchas docentes oriundos de San Luis, quienes dejaron en estos registros muchas producciones culturales de su terruño. Tal es el caso del maestro visitador Luis Horacio Patiño ‒en 1921 se encontraba prestando servicios en la Escuela n° 24 de La Pampa‒, que copia canciones cantadas y cedidas por el maestro Carlos Guiñazú, también puntano. Entre las canciones tomé en consideración una aclaración en particular que dice: “este estilo es cantado por los paisanos desde tiempo antiguo. No se sabe el autor”, y en el que leemos:
Despedida (Estilo cantado con guitarra)
Jamás mi bien hallarás/ quien como yo por ti muera, / hallarás quien te quiera/ mas no quien te quiera más. (Legajo 50, foja 59)
El estilo como ritmo musical ha sido utilizado para expresar lamentos, su rítmica puede variar y las poesías no poseen larga extensión. En la pieza citada se observa el sufrimiento del poeta al despedirse de su amada.
A modo de conclusión
Las canciones registradas en las ENF de nuestra provincia, además de ser en gran parte inéditas, nos acercan a géneros, estilos y cantautores que circularon por la región en esa época, y aportan una interesante cantidad de material a nuestro acervo cultural.
En el rastreo por estos 86 legajos se encuentran 91 canciones, de las cuales 77 pueden clasificarse dentro de los ritmos musicales de nuestro folclore nacional. Aparecen veinte milongas, siete vidalas, tres tonadas, diez gatos, tres chacareras, dos zambas, tres firmezas, cuatro triunfos, siete canciones, tres estilos, tres cuecas, un marote, una refalosa, cuatro coplas, un remedio, un prado, una huella, dos mariquitas y una cifra. Varias son de autores desconocidos, otras son inéditas o se han publicado pero resultan difíciles de hallar.
Las temáticas son diversas y vislumbran distintos paisajes argentinos como la zona cuyana (San Luis y Mendoza), el norte argentino (Santiago del Estero), el centro y el este (La Pampa y Buenos Aires). Dentro del maravilloso abanico musical y poético que presentan las ENF, la referencia a nuestro territorio solo se encuentra en la poesía de Pedro Garay, quien esboza en uno de sus versos: “quiero verte nuevamente/ en mi rancho, allá en La Pampa/ donde se luce la estampa/ del criollo fuerte y valiente” (poesía que lleva por título “A Generoso D’Amato”).
Por último, cabe destacar que, tanto a partir de la acción de extensión anterior como de la actual, se busca visibilizar este material, al que consideramos como parte del patrimonio cultural pampeano, para que se conozca y se difunda en la comunidad. Asimismo, buscamos indagar en los legajos y recabar la información que brindan, en este caso puntual sobre la música, para abrir la puerta a futuros estudios de musicología, y que, al mismo tiempo, resulte un antecedente y una base interesante de análisis en los estudios musicales de la región.
Equipo de AEU de Ciencias Humanas
El equipo de la Acción de Extensión Universitaria de Ciencias Humanas (2022) se integró con las docentes Melina Caraballo (coordinadora) y María Emilia Orden (subcoordinadora); las estudiantes de Letras Belén Guiñazú y Maialén Biscay (autora de este artículo); las graduadas y también estudiantes de la Licenciatura en Turismo, Verónica Pallero y Mónica Salvador; a Leda García quien es Magister en Estudios Sociales y Culturales; a Leandro Romero, camarógrafo del Centro de Producción Audiovisual de la UNLPam; y a Mónica Muñoz, referente de Bibliotecas Populares Pampeanas de la Secretaría de Cultura provincial.
* Maialén Biscay, es estudiante de la carrera de Letras, de la Facultad de Ciencias Humanas (UNLPam).