¿Qué significan las plantas para nosotros, los humanos? ¿Cómo intervienen en nuestras vidas cotidianas? ¿Por qué les damos más importancia a unas que a otras? ¿por qué algunas de ellas se han ganado nuestro rechazo con el nombre de “malezas” y otras nuestra simpatía con el nombre de plantas medicinales, si tanto unas como otras se consideran indistintamente “yuyos” en otras sociedades? Estas son algunas de las preguntas sobre las que pone foco la etnobotánica.
Publicada en marzo de 2018
Esta disciplina nació finalizando el siglo XIX, tuvo diferentes interpretaciones y alcances a lo largo del XX, y llega a nuestros días con los desafíos que impone una sociedad global, donde los cambios culturales se han acelerado y sus alcances en poblaciones relativamente aisladas hasta hace pocas décadas, son facilitados por los medios de comunicación modernos, como la televisión satelital o la internet.
La etnobotánica es una ciencia que estudia la relación existente entre las comunidades humanas y las plantas a partir del significado y la praxis que mantiene una sociedad con su entorno vegetal. Las dos grandes disciplinas en que se apoyan sus bases teóricas y metodológicas son la botánica y la antropología. Las primeras investigaciones en esta materia se realizaron principalmente con los pueblos originarios, y no fue la excepción en nuestro país.
Uno de los precursores de estos estudios en Argentina fue el ingeniero agrónomo Raúl Martínez Crovetto. Asimismo debe destacarse al etnobiólogo Pastor Arenas por su labor impulsora de estos trabajos en el país y de formación de nuevas generaciones de investigadores.
En La Pampa el pionero de esta disciplina fue sin lugar a dudas el ingeniero agrónomo Pedro Eduardo Steibel, a partir de sus trabajos etnobotánicos con la comunidad ranquel de Emilio Mitre.
Algunos ejemplos
Los pueblos originarios, los diversos contingentes europeos y los procesos migracionales internos, fueron conformando la fisonomía actual de la cultura provincial y cada uno de ellos ha influido, en alguna medida, en el conocimiento y uso actuales de las plantas. En los departamentos del oeste provincial, la lejanía de los centros de abastecimiento y una red de caminos poco desarrollada contribuyeron a crear una importante dependencia del entorno natural por parte de los colonos, para solucionar muchas de sus necesidades inmediatas, como alimento, vivienda, instrumentos materiales, etcétera.
No es casual entonces que aún hoy persistan topónimos como Chicalcó (Aguada del chañar), ya que los grandes chañares que todavía persisten en ese sitio del departamento homónimo proveían sombra, una fruta alimenticia con la que se elaboraba -entre otros productos- arrope, una madera excelente y apta para la confección de cabos de herramientas, leña de muy buena calidad y una corteza que siempre estaba disponible para el tratamiento de los resfríos y de la tos a partir de sus decocciones.
Buta Ranquil (Carrizal grande) también es un topónimo que demuestra la importancia de las plantas para aquellas comunidades. El carrizo no solo es una planta que provee buen forraje sino también material para construcción de refugios y viviendas, aunque tal vez lo más importante es que la presencia en ese lugar del “ranquil”, y más aún en su condición de “buta”, es decir de su magnitud, está indicando la disponibilidad de agua ya que esta planta no prospera en sitios donde no exista este elemento vital en la superficie o a escasos metros de profundidad.
En las grandes ciudades
Pero la etnobotánica no centra su interés solo en las comunidades de las naciones originarias o en pueblos distantes de las grandes urbes, sino que también en estas últimas, busca dar respuesta a algunos de los interrogantes que ofrece la cultura en torno a las plantas. Un ejemplo se encuentra en la difusión de nuevas variedades de frutas o verduras o del empleo de nuevos medicamentos herbolarios, que en ocasiones está relacionada con la presencia en una ciudad de colectividades de inmigración reciente. También podemos observarlo en las costumbres y preferencias de los habitantes urbanos con sus plantas.
El arbolado público es un buen ejemplo de esto. Si caminamos por Santa Rosa podremos observar que los árboles de las veredas suelen ser más bajos que los de otras ciudades con casi la misma antigüedad. La pregunta es: ¿qué motivaciones lleva a los santarroseños a mantener los árboles bajos mientras que en otras ciudades estos llegan a formar grandes bóvedas ofreciendo sombra a casi toda la calle? ¿no sería esto una contradicción en una ciudad que estaría necesitando calles frescas en verano y buena entrada de luz y calor en invierno debido a su gran amplitud térmica anual? Un estudio etnobotánico seguramente pueda dar una respuesta a esta pauta cultural.
Investigación académica
Muiño desarrolló una investigación académica sobre plantas medicinales entre 2011 y 2015 en el área de Agua Escondida y las serranías del Nevado (Mendoza), como proyecto interno de Ciencias Exactas y Naturales (UNLPam). Sirvió para cotejar los resultados de su tesis doctoral, realizada en La Humada con plantas que no crecen en La Pampa, las cuales son obtenidas por los pobladores viajando directamente o por contactos con parientes o amigos que viven en el sur mendocino. Desde 2013 trabaja en otro proyecto, un PICT de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, vinculado a las percepciones de los pobladores sobre los cambios en el ambiente y la repercusión en sus hábitos de uso de las plantas y en su actividad económica, que en casi todos los casos es la ganadería extensiva.
*Walter Muiño es Licenciado en Aprovechamiento de Recursos Naturales Renovables. (UNLPam). Doctor en Ciencias Naturales (UNLP)