“Once aguas” es el flamante producto literario del escritor e investigador Walter Cazenave. Tres poemas -La lluvia en Ankara, Luna de Agua y Nublados- se integran con armonía a historias, personajes y misterios vinculados al agua de ríos, manantiales y pozos.
Publicada en septiembre de 2015
En nuestro territorio la pelea por el agua es ancestral. Una virtud esencial de Cazenave es saber escuchar, preguntar, observar y anotar, para después darle vuelo literario a esos trazos de vida que personajes, la mayoría anónimos, protagonizaron en muchos casos para sobrevivir. “Podemos decir que hay de cada pueblo un paisano en cuanto a épocas de redacción como en cuanto a temas”, sintetizó durante la entrevista en su oficina.
Bucear y descubrir son dos verbos que reitera para exponer parte de su método de trabajo. “Me di cuenta de que había una epopeya ignorada que es la de los poceros, los perforistas, que reúne historias básicamente increíbles”. Las que más lo impactaron dieron lugar al cuento que en general, para esta publicación, mantuvo en su escritura original. “Mientras voy viendo cada vez más el carácter epopéyico de la cosa, me sorprende que otras ramas de la expresión del arte como la fotografía o el documentalismo no lo hayan descubierto”.
Bajar a un pozo de 120 o 130 metros puede resultar un desafío enorme para un escritor y cosechar así su propia impresión: “debe ser una sensación increíble”, dice con el entusiasmo primordial del aventurero. Sin embargo admite que él no pasó del intento y que debió contentarse con hablar con aquellos hombres para captar sus sentimientos y luego transformarlos en narraciones.
“Once Aguas” da nombre a la obra pero son muchos los relatos donde la pasión, el sacrificio y la muerte son centrales. Uno de los cuentos memora al ya fallecido Erasmo Rodríguez, quien durante más de un día completo sobrevivió prácticamente sepultado vivo, en un pozo desmoronado a unos 30 metros de profundidad. “Un hombre sencillo, humilde, pero que además me contaba estas situaciones con una especie de normalidad, de naturalidad, como un acontecer de vida; cuando da miedo el sólo hecho de pensar en estar enterrado y poder apenas golpear el caño con un cascote!
Anécdotas reales
El periodista y el cuentista comulgan en esta obra: uno da estilo y forma a la anécdota real. La excepción es “Agua de los guanacos”, donde describe la validez de la aguada de Luancó, o De los Guanacos, una verdadera estación del hombre primitivo. Otro cuento recoge la historia de un paisano cuñado de don Cochengo Miranda. El hombre trabajaba en un pozo de 60 metros que “zumbaba”. Su olfato le indicó que algo no andaba bien y decidió salir a la superficie. Aquel pozo zumbador inmediatamente se derrumbó, “lo que le hubiera costado una muerte horrible; sin embargo lo relató con una actitud casi de resignación filosófica ante la vida y la muerte, algo que aún puede guardar el hombre de campo y que en la ciudad se pierde”.
Walter Cazenave
Maestro, profesor de Historia, licenciado y doctorado en Geografía, periodista, investigador y escritor. Autor del guión de la Biografía del Atuel. En 2012 la Academia Nacional de Geografía distinguió su tesis sobre el caudal sólido del río Colorado. En 2014 la Legislatura de La Pampa lo distinguió como “Personalidad destacada de la Cultura”, y la Academia Porteña del Lunfardo como “Académico por la ciudad de Santa Rosa”. Es autor de los libros Moira en Potrillo Oscuro y El Evangelio según San Esteban.
Las peripecias y riesgos abundan en las epopeyas de los poceros. Sus conocimientos empíricos, producto natural del oficio, obviamente podían generar errores de cálculos. Las técnicas de excavación eran sencillas: pico, pala y si hacía falta dinamita. Una anécdota extra –que no aparece en esta serie- incluye el súbito “encanecimiento” del cabello de un pocero cuando perforaba en la zona de Lihue Calel. El hecho ocurrió ante la explosión de una carga de dinamita mientras era “subido” de emergencia por sus compañeros. “Parece raro pero a mí me lo contó alguien que lo vio directamente”, argumenta Cazenave entre risas.
La madre naturaleza exige la adaptación para sobrevivir. Un pozo podía guardar víboras en su fondo, que a su vez se alimentaban de sapos. Un ofidio -podría uno entender- desciende por el caño del pozo pero ¿y los sapos? “No tengo por qué no creer lo que me han contado pero habían tirado sapos que desplegaban sus patas para caer como una suerte de planeador, que les permitía no morir en el golpe”. Un cuento relata la presencia de cuatro víboras y la presión anímica para los trabajadores y su necesaria templanza para semejante oficio.
Tragedias y locuras
“El pozo de las tres muertes” resume la tragedia fatal de un padre y sus dos hijos. Lo del pozo de los Mazzini sucedió en los años setenta, en el puesto Toledano, cerca de Paso de los Algarrobos. Mientras trabaja en el fondo, un hijo muere. Su hermano consternado baja a rescatarlo y corre el mismo destino. La misma desesperación arrastra al padre al temible lugar que la toponimia recuerda con funesto nombre. Algunos en el oeste aun hablan de brujería pero no faltan voces científicas sobre el letal monóxido de carbono que “envenena” los fondos.
Otro expone la locura a la que todos estamos expuestos. En el valle del Atuel-Chadileuvu se enseñoreó de un pocero cuando aparecieron cuatro jinetes que pretendían abastecerse. El hombre, enloquecido, mató a balazos a tres y sus perros. Hoy el lugar se llama “Agua de los Difuntos”.
Razón de vivir
La Pampa es un “viejo mar” donde el agua es razón de vida, de muerte, de abandono o de luchas. Aprovechar uno de los cuatro elementos de la naturaleza ha sido motivo también de sueños y proyectos. En el oeste de La Pampa y en la zona de la Payunia mendocina, hay más de medio centenar de manantiales que dan belleza al desierto y reaseguro para los puesteros. Agua de Torres representa uno de esos manantiales –hoy en manos de la provincia- y hubo otro en la zona de Buta Ranquil.
Hace varias décadas, la provincia se planteó el desarrollo de pequeños osasis para lo cual se elaboró un censo de manantiales. La idea era promover la radicación y calidad de vida de la gente, previendo potenciales plantaciones. Los militares dejaron todo en la nada y los gobiernos de la democracia no recuperaron la iniciativa.
Contexto
El libro no pasará inadvertido. De hecho las actuales circunstancias políticas y judiciales (debidas a la reinstalación pública del reclamo por los ríos del oeste) lo potencian. En este paisaje Editorial Voces publica Once Aguas. “Yo creo que sí, aunque sea subconscientemente, el libro engarza con el contexto general; quizás uno no se dé cuenta pero seguro que también hay una motivación por el momento que estamos viviendo que, dicho sea de paso, ojalá se prolongue”, afirma Cazenave.
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Editorial Voces | Literatura pampeana