La autora de “Ninguna mujer nace para puta” se reunió con diputados, comunicadores y estudiantes. Relató en primera persona los padecimientos que travesó al ser explotada sexualmente y pidió un cambio social.
Publicada en junio de 2016
Verborrágica, con mucho maquillaje y estilo desenfadado; así se presentó Sonia Sánchez. A sus 51 años lleva marcas en su cuerpo y no son solo las que deja el rimel: son las huellas de la “violencia sistemática” que padeció desde que era una adolescente. “Ninguna mujer nace para puta, así lo siento y así lo vivo yo”. Sus palabras fueron claras y contundentes, y su relato no dejó lugar a eufemismos. Sus interlocutores fueron variando pero el mensaje fue siempre el mismo: la prostitución no es un trabajo.
En el marco de los diez años del colectivo Periodistas de Argentina en Red por una Comunicación no Sexista (PAR), la educadora popular chaqueña visitó nuevamente Santa Rosa, donde se reunió con legisladores, periodistas, y alumnos de colegios secundarios y de la Universidad de La Pampa. Fue invitada junto con la comunicadora social Gabriela Barcaglioni, con quien coincidió en señalar que trata y prostitución son las dos caras de una misma moneda.
Sin titubeos definió a la prostitución como “la violación de los derechos económicos, sociales, culturales, políticos y civiles de una persona”. Sabe de lo que habla pues fue explotada sexualmente a los 16 años y traficada a los 17. Su destino fue Río Gallegos, Santa Cruz, lugar tristemente reconocido por sus emblemáticas "casitas de tolerancia” donde confluyen víctimas de trata y proxenetas.
Falsa idea de libertad
“La prostitución tiene todos los elementos de un campo de concentración. Es una violencia física, psíquica, económica y emocional. Es una acción directa sobre el cuerpo de mujeres jóvenes, adultas, viejas discapacitadas y embarazadas, sobre el cuerpo de niñas y de niños. Por lo tanto para mí no es un trabajo en tanto convierte a la persona en objeto de uso y abuso”, señaló Sonia Sánchez. Contraria a las voces que reniegan del abolicionismo, advirtió: “Si existe la trata de personas con fines de explotación sexual es porque existe la prostitución”. En ese sentido, consideró absurda la idea de una prostitución autónoma y libre ya que, a su entender, no se escoge con absoluta libertad. “La elección es coaccionada. Te prostituye el hambre, la falta de trabajo y la falta de educación”.
Responsabilidad del Estado
Fue muy crítica a la hora de referirse a la responsabilidad de los funcionarios políticos. No ahorró críticas como así tampoco discriminó color partidario. “El primero en violar los derechos humanos es el propio Estado, es decir que si hay una puta es el resultado de las políticas públicas de todos los gobiernos de turno”, sentenció.
Uno de los puntos que objetó es la escasa partida presupuestaria que suele asignarse a los programas oficiales. Muchos de ellos tienen como fin ayudar a la reinserción laboral y social de la víctima pero quedan truncos al no haber fondos disponibles para su instrumentación. “Cierran los prostíbulos pero no abren fuentes de trabajo. Revertir esta situación es también una lucha que llevamos adelante las personas abolicionistas porque a la mujer que es rescatada se le deben restituir los derechos y eso significa trabajo y capacitación”, opinó. Asimismo, responsabilizó al Estado por no asumir el compromiso de restituir los derechos a quienes sufrieron explotación sexual. “Es una carencia muy suerte”, señaló.
La importancia del lenguaje
El discurso social nunca es inocente sino que forma parte de un sistema cultural donde se ponen en juego creencias, valores, opiniones y formas de entender el mundo. Ese discurso utiliza al lenguaje como una de sus expresiones principales, por lo cual es de suma importancia entender qué mecanismos lo sostienen. Se trata, en palabras de muchas militantes feministas, de un discurso machista y patriarcal que es necesario desterrar.
Empezar a nombrar las cosas de otra manera, es una tarea fundamental porque implica un posicionamiento diferente frente al flagelo de la prostitución y la trata. “Hay que deconstruir ciertas palabras. Los varones que van de putas, mal llamados clientes, son prostituyentes. No compran un bien ni tampoco un servicio, sino que practican la violencia a través del sexo. Muchos viven en nuestras casas, son nuestros padres, maridos, hermanos, curas confesores o pastores evangélicos, nuestros jueces y políticos”, remarcó.
Finalmente, se refirió a la necesidad de asumir un compromiso social a favor del abolicionismo y fomentar una “educación liberadora” para que las niñas y adolescentes de hoy y el mañana no se conviertan en “las putas de todas y de todos”.
Contra lacosificaciónde las mujeres
Junto a Sonia Sánchez también visitó la capital pampeana Gabriela Barcaglioni, periodista, licenciada en Comunicación Social e integrante de la Red Par. Es, además, una de las autoras del “Decálogo periodístico para el tratamiento periodístico de la trata de personas”. “¿Qué imaginarios se ponen en juego cuando calificamos o hablamos de las putas?, ¿desde qué lugar lo hacemos?, ¿con qué palabras las nombramos?”, se preguntó. Partiendo de la premisa de que el lenguaje es fundamental en una sociedad, Barcaglioni señaló la necesidad de empezar a cuestionar el discurso mediático en relación a la prostitución. Opinó que “los medios de comunicación socializan una sexualidad masculina basada en la dominación”, en la cual las mujeres son consideradas objetos y bienes de intercambio. “La construcción discursiva sobre este tema es discriminatoria y es sexista; se promociona el cuerpo femenino y se lo pone en venta como si fuera un auto o una cafetera. Cosificar el cuerpo femenino es una forma de alimentar todo ese engranaje que es la prostitución”, expresó.
Evaluó luego que la trata es un delito complejo dado que hay un sistema social que sostiene la vulneración de derechos de las mujeres. En tal sentido, abogó por un cambio cultural que deje de avalar las prácticas violentas y cosificadoras. “Afortunadamente tenemos algunas leyes y herramientas jurídicas pero también es necesario el compromiso social”, concluyó.
María Soledad García es Licenciada en Comunicación Social