El sábado 24 de junio, con el auspicio de la CPE, se realizó una Feria Cannábica en la que, además de la exposición de varios emprendimientos ligados al cultivo y uso terapéutico del cannabis, el profesor en Ciencias Biológicas Daniel Oliveto, presentó la segunda edición de su libro “Cannabis: historia, cultivo y uso terapéutico”.
Militante e impulsor desde hace años de la práctica del autocultivo, el especialista enfatiza en el necesario involucramiento de las instituciones públicas en la investigación, desarrollo y producción de la marihuana (nombre con el que se hizo popular la “cannabis sativa”), para evitar que sea el mercado negro el que atienda la creciente demanda. “Debe entenderse —sostiene— como un tema de derecho a la salud”.
El libro, publicado originalmente en 2017, es el resultado de la experiencia de cuatro años de cultivo, con el objetivo de dar respuesta a la demanda de muchas personas que querían iniciarse en el mismo para fines medicinales, y que no contaba con una guía que les ayudara en el proceso. Reeditado este año, es un manual para que usuarios de cualquier nivel de instrucción accedan a información de base científica sobre cómo obtener derivados de calidad y específicos para el tratamiento de diferentes enfermedades, pues en cada caso se necesitan distintas plantas, de distintos quimiotipos o características químicas, y diferentes dosis. “Es fundamental saber qué es lo que estamos cultivando y de qué manera lo realizamos”, asegura.
El origen
Todo indica que el ser humano consume cannabis desde hace al menos 12 mil años y fue extendiéndose tempranamente desde su origen en las montañas de Altai, en Asia Central, hacia todo el planeta en base a su fama de planta milagrosa para tratar muchos males. Hoy, gracias a científicos de instituciones prestigiosas de todo el mundo, que se animaron a desarrollar investigaciones pese a la prohibición y el tabú generalizado, sabemos que la planta contiene sustancias que interactúan con receptores dentro del cuerpo humano que componen lo que desde hace algunas décadas se conoce como “sistema endocannabinoide (SEC), un sistema de señalización celular que desempeña un papel importante en la regulación de funciones como el sueño, el estado de ánimo, la memoria y el apetito”.[1] Estos receptores están presentes en el sistema nervioso central, en los órganos digestivos, y también están implicados en la regulación de mecanismos inmunológicos y la inflamación.[2]
Curiosamente, dice Oliveto, la clasificación biológica de la cannabis sativa (que significa “caña que se cultiva”) la hizo Carlos Linneo (1707-1778) —considerado el padre de la taxonomía moderna—, el mismo y en la misma época que clasificó al ser humano actual como homo sapiens, lo que da cuenta de que la planta era ampliamente conocida y utilizada en todas sus formas, entre ellas la muy extendida extracción de fibra de cáñamo para la industria textil y naval. No fue hasta mucho más tarde que caerían sobre ella los prejuicios y prohibiciones, que obstaculizarían notablemente la investigación sobre sus propiedades medicinales.
Propaganda negativa y prohibición
El nombre “marihuana” fue acuñado en México, se cree que muy temprano tras la llegada de las primeras semillas de cannabis para la producción de cáñamo, en los primeros años de la colonización española. Su internacionalización fue de la mano de la inmigración masiva de mexicanos a Estados Unidos durante el siglo XX, y es allí —explica Daniel—, “un país que siempre se ha caracterizado por la xenofobia y el racismo” donde el Estado genera un instrumento legal de persecución de esta población que llegaban a trabajar y del hábito de fumar porro”. En contraste, apunta, “los yanquis son más bien borrachos, les encanta el alcohol, de hecho la prohibición del alcohol no la pudieron sostener”, como sí lo hicieron con la marihuana desde 1937 hasta hace pocas décadas, acompañando lo punitivo con una fuerte propaganda estigmatizadora sobre el cannabis, sus supuestos efectos y sus consumidores.
Como era esperable, la gran influencia de la industria cultural norteamericana difundió —cine mediante— su visión al resto del planeta y ya para el año 1961, la marihuana estaba prohibida en casi todo el mundo “con la excusa de que no tiene poder medicinal y es elevadamente adictiva, dos mentiras desde el punto de vista científico pero que sostienen el entramado legal de la prohibición”, afirma el especialista.
En Argentina prima la prohibición
Pese a que en los últimos años se han aprobado normas que flexibilizan y contemplan excepciones para la tenencia de plantas de cannabis con fines terapéuticos, la que prima es la Ley 23737, de 1989, que prevé de 4 a 15 años de prisión a quien se encuentre con algún ejemplar en su poder. “Para sumar a la ridiculez actual de nuestro país —dice Oliveto—, hay tres leyes nacionales que rigen una sola planta”. Además de la ya mencionada, están la Ley 27350 (de 2017), que habilita, con la debida autorización, que se pueda cultivar marihuana con fines medicinales o con fines de investigación científica; y la 27669, de 2022, que es la ley que regula la producción industrial de marihuana con fines farmacéuticos y de cáñamo industrial. Pero se trata —precisa— de excepciones a la primera, por lo que sigue primando el criterio punitivo.
La paradoja, señala Oliveto, es que el marco normativo actual habilita a que se puedan cultivar hectáreas enteras de marihuana por parte de la industria farmacéutica, pero que, en la medida de que el Estado no se involucre en la producción, desarrollo y distribución, siga siendo extremadamente dificultoso, y sobre todo costoso, para las personas con determinadas patologías, conseguir el tipo de derivado y en la cantidad específica que necesitan. Hoy tienen que abastecerse en un extendido mercado negro, en el que no hay garantías de lo que reciben ni las condiciones en que fue elaborado. Y la perspectiva es que, cuando se expanda la opción industrial, queden presas del precio que les imponga la industria farmacéutica.
Autocultivo y accesibilidad
Ante este panorama, para Oliveto no queda más alternativa que el autocultivo, la única forma de asegurarse que lo que se consume es exactamente lo que se necesita para tratar una enfermedad determinada. Y hacia allí apunta su libro, que aborda desde el aspecto legal, pasando por cuestiones teóricas y prácticas para la planificación del cultivo (condiciones ambientales pampeanas, la siembra, cuidado, cosecha, reproducción y extracción de derivados, por ejemplo), hasta aspectos terapéuticos relacionados con los tratamientos certificados por la ciencia hasta el momento.
Sin embargo, la discusión es más profunda que lo que se plantea desde algunos espacios de militancia para que se reconozca la venta de aceite o de flores. Para el profesional, la cuestión de fondo es solucionar el problema de la accesibilidad, “que la gente que está enferma pueda acceder a un producto de calidad” y a un precio razonable. “El punto es plantearlo como una cuestión de derecho a la salud, no como un bien comercial; que la discusión no sea cuánto vale el gotero, no me interesa esa discusión, me interesa que haya acceso, que nos reconozcan el derecho al autocultivo, que las semillas sean accesibles”.
Aunque destaca que ha habido avances en el reconocimiento institucional del cannabis como elemento terapéutico, Oliveto se muestra crítico respecto de la escasa convicción con que —desde su punto de vista— se sostienen o acompañan algunas iniciativas. “A nivel local es más preocupante, porque no hay un acompañamiento: ante un problema grave desde lo sanitario, el Ministerio de Salud no da respuesta; ante un proyecto productivo que de alguna manera pueda solucionar el abastecimiento por parte del Municipio, por ejemplo, no hay respuesta; por parte de la Legislatura y todos los partidos que conforman la Cámara de Diputados, no hay respuesta. Y no es que no haya habido contactos”.
Una cuestión de salud pública
En este sentido, se pregunta: “¿Cómo puede ser que toda la gente que necesita un gotero tenga que salir a comprar al mercado negro y el Ministerio de Salud no haya puesto dos carpas (de producción) y esté despachando goteritos por la farmacia del Hospital o de la Asistencia Pública? ¿Cómo puede ser que a seis años de la sanción de la ley que reconoce el uso medicinal de la planta no puedas ir al Hospital y encuentres un médico capacitado en el sistema endocannabinoide?”
“Me parece que es un tema que sigue dando cierto temor —explica—, hay sectores políticos que piensan que es piantavotos, otros directamente que creen que es fomentar la drogadicción”. En cualquier caso, esta visión es el reflejo o tiene su correlato en actitudes conservadoras que predominan incluso en ámbitos en los que debería primar el conocimiento científico. Pese a que el descubrimiento del sistema endocannabinoide está sólidamente fundamentado por investigaciones científicas de alto nivel, en la provincia —apunta Oliveto—, es muy difícil encontrar un médico capacitado en este aspecto y que recete derivados de la marihuana para algún tratamiento.
Lo que sucede, en definitiva, es que aquello que no atiende el sector público termina siendo atendido por el mercado, con todo lo que eso implica, agravado en este caso porque es un mercado negro. Las personas deben pagar entre 5 mil y 10 mil pesos y más por un gotero que se podría producir a mucho menor costo por parte del Estado, ONG’s o incluso pequeños productores locales, si se les fuera permitido. “Hay mucho alrededor del cannabis que tiene que ver con gente que se quiere meter por la ventana a hacer plata y entra en conflicto con quienes reclamamos un acceso más desinteresado, que tiene que ver con reconocer la planta como una planta y que como tal tiene que circular a un precio accesible”, afirma e insiste: “No se puede resolver desde el mercado un problema sanitario. Por eso estamos planteando que es una cuestión de derecho de acceso a la salud”.
La Feria
La Feria Cannábica realizada en el CMC el 24 de junio con el auspicio de la CPE tiene su antecedente en la Segunda Jornada de Cannabis Medicinal, realizada en La Usina en 2017, en la que también se brindó información para las más de 700 personas que concurrieron en aquella oportunidad en busca de respuestas que no encontraban en otros ámbitos.
Por eso Daniel Oliveto agradeció a la Cooperativa su compromiso y apoyo en estas iniciativas que sirven —opinó—, para la visibilización de una realidad en la que un problema sanitario no está siendo atendido debidamente por quienes debieran hacerlo, sino por otros actores. De allí que consideró la jornada como “un gran hito, porque hubo otro tipo de ferias y encuentros pero no tan abiertas, no tan expuestas; es la primer feria que se ponen a disposición semillas y plantines legales para uso medicinal”.
Desde su punto de vista, sirvió también para mostrar “el empuje que tiene una industria con una planta que está penalizada en algunos aspectos todavía, pero ya se ve un montón de gente que está trabajando. Hay como un círculo virtuoso económico en lo que respecta a que ya hay mucha gente que está viviendo de la industria del cannabis a pesar de que la planta no esté totalmente legalizada”.
Notas
[1] “El cannabis y el sistema endocannabinoide: una breve historia”, artículo publicado el 24 de agosto de 2022 en la revista de la Fundación Amigos Argentinos de la Universidad Hebrea de Jerusalén.
[2] “Historia del cannabis y del sistema de endocannabinoides”, artículo recuperado de la página de la National Library of Medicine (Biblioteca Nacional de Medicina), organismo oficial de EEUU.