Hacia 1910, y a la vista de los abusos producidos por el primer ciclo de industrialización y urbanización en Buenos Aires, el reconocido higienista Augusto Bunge proclamaba en su obra “Las conquistas de la higiene social”, la necesidad de emprender una “obra social de estricta justicia: sanear las multitudes” y mejorar el nivel material y moral para beneficiar el “protoplasma de la nación”, la población de las ciudades y de la campaña. La intranquilidad de este médico coincidía punto por punto con sus antecesores, que durante las epidemias de finales del siglo XIX gestaron y fortalecieron las instituciones sanitarias, como el Departamento Nacional de Higiene y luego la Asistencia Pública.
Publicada en julio de 2018
La Gobernación de La Pampa dependió de las directivas sanitarias del Departamento. En 1909, de acuerdo con una iniciativa de este organismo, diferentes facultativos de los territorios nacionales realizaron informes sanitarios de las regiones donde ejercían como “médicos de la gobernación”. En uno de ellos, el doctor José Ramón Oliver, describió exhaustivamente las condiciones sanitarias del Territorio.
En ese momento, La Pampa tenía una población dispersa; el mayor centro urbano, que contaba con 4.000 habitantes (Santa Rosa), tenía sólo un hospital, a cargo de la Sociedad de Beneficencia, con 30 camas, que brindaba asistencia también a la campaña y alrededores. De acuerdo a la descripción hecha por Enriqueta Schmidt, se trataba del Hospital “Espeche” que con algunas modificaciones fue destinado luego a la cárcel de Santa Rosa. Estaba ubicado donde actualmente funciona el Instituto Correccional de Mujeres, Unidad 13, del Servicio Penitenciario Federal.
Oliver se graduó como médico en 1893 en Buenos Aires, y se instaló en Santa Rosa ese año. Fue electo concejal de 1898 a 1900 y médico de la gobernación desde 1900; a partir de 1902 se desempeñó como Director del Hospital de Beneficencia local y en 1913, fue nombrado primer Director de la Asistencia Pública local. Por su actuación, representa a nivel local a aquellos higienistas que, en el ámbito nacional, participaban de los organismos oficiales y también eran parte del sistema político.
Oliver describió en el informe un panorama completo de las ordenanzas respecto a salubridad urbana (agua y cloacas, basuras, limpieza de calles, ubicación e higiene de mataderos, cementerios y prostíbulos) de Santa Rosa, General Acha y General Pico. Del resto de las localidades, señalaba que “reina el más completo abandono en lo que se refiere a higiene”; muchos pueblos, sobre todo en el Oeste, carecían de médicos. El atraso, que “invadía los pueblos y la campaña”, se encarnaba en la figura de los curanderos y en la imposibilidad de combatirlos con las armas de la modernidad: la eficacia médica, por un lado, y la legislación, por el otro.
Las dificultades para extender el brazo científico a la población, dispersa en amplios espacios sin transporte ni posibilidades de comunicación, se plantearon tempranamente en el Territorio, pero no adquirieron una respuesta clara de las autoridades locales. En general, el ánimo de esta época era el de la glorificación del progreso y del avance tecnológico. Pero en una muestra de toda la República, los Territorios Nacionales iban a la zaga.
Hacia 1918, uno de los principales reformadores sociales del siglo XX, Domingo Cabred, demostraba de manera convincente la necesidad de continuar con la tarea ya iniciada y desplegarla al resto del territorio nacional. Las pruebas del desfasaje en la cobertura institucional entre el Litoral (especialmente Capital Federal) y el interior, se observaba en la escasez de camas por habitante. Si bien las cifras totales del país resultaban halagadoras, (288 camas c/1000 habitantes), la realidad de los Territorios Nacionales era francamente desalentadora, con sólo 0,93 camas c/1000 habitantes. Para cubrir este déficit, se propuso fundar nuevos hospitales en las nuevas áreas pobladas, entre ellas, Chaco, Río Negro y La Pampa, este último, en terrenos donados por Tomás Mason.
Hospital Regional, 1938
De los tres hospitales anunciados, el único que no se inauguró de manera inmediata fue justamente el de La Pampa. El Hospital Regional de Santa Rosa se fundó en 1928, pero su inauguración efectiva fue en 1938, y ya por entonces, tenía poca capacidad y requería ser ampliado. El terreno donado por Mason se utilizó para construir la cárcel local.
En 1913 se creó la única institución estatal sanitaria de importancia durante años, la Asistencia Pública, dependiente del Departamento Nacional de Higiene. En su inauguración, Oliver, primer Director, expresaba su admiración por el desarrollo de un “grandioso plan de profilaxis en todo el territorio de la nación”, ya que, “cuidar la salud del pueblo es contribuir evidentemente a su progreso moral, físico, intelectual y social”.
Objetivos tan loables eran, sin embargo, difícilmente realizables en las condiciones del Territorio, ya fuera por la cantidad de población como por las dificultades en la comunicación. Las funciones de la Asistencia eran muy amplias: además del cuidado de la salubridad e higiene pública -para lo cual debía inspeccionar calles, agua, alimentos e instituciones privadas y públicas-, estaba encargada de la vacunación, la atención por consultorio externo, el peritaje legal y la internación, en caso de enfermedades infecciosas, heridas o accidentes. El personal osciló durante décadas de uno a dos médicos y de dos a cuatro auxiliares. Las instalaciones eran insuficientes y la institución no contó con edificio propio hasta 1939.
Fue por esa época que se inauguró el Hospital Regional, pero para entonces, se abrían otros caminos en la salud pública de la Pampa y el ideal higiénico, forjado desde la Capital Federal, empezó a dejar de ser sólo un discurso para la población del interior.
Instituto de Estudios Socio-Históricos. Facultad de Ciencias Humanas. UNLPam
Fotos: Gentileza de Fototeca Bernardo Graff, del Archivo Histórico Provincial