El recordado profesor de Historia y Geografía, Francisco Milton Rulli, publicó en octubre de 2006, en la edición de papel de la revista 1º de Octubre, una crónica sobre los sucesos del 30 de septiembre de 1935, día en que vencía el contrato que el municipio de Santa Rosa y la empresa norteamericana SUDAM habían firmado para brindar el servicio eléctrico y de alumbrado. Era una incógnita si los cooperativistas podrían hacerse cargo del servicio en la hora cero del 1º de octubre. Rulli, fallecido poco tiempo después de publicadas estas líneas, recordaba en ellas la tensión reinante durante toda la jornada y las distintas posturas políticas sobre un hecho que sería histórico para la ciudad.
Para tratar de reconstruir lo acaecido en Santa Rosa la noche de aquel lejano 1° de octubre de 1935, cuando los ya famosos motores de trilladoras empezaron a generar electricidad para cubrir las necesidades de una población que —salvo muy contadas excepciones— era consciente y esclarecida de lo que significaba hacer frente con medios muy precarios a un verdadero gigante de la producción del vital fluido, contamos con testimonios orales de viejos pobladores y con diarios y periódicos de entonces. Medios que, tempranamente, tomaron partido en aquella dura contienda de alternativas cambiantes que enfrentó al pueblo y su cooperativa a un trust norteamericano llamado Compañía Sudamericana de Electricidad, conocida más comúnmente como SUDAM.
La lucha en los medios
Los órganos periodísticos locales se alinearon en uno u otro bando. "La Autonomía", de Marcos Molas; "Gobierno Propio", de Pedro Fernández Acevedo y “La Arena”, fundada y dirigida por Raúl D’Atri en 1933, se ubicaron junto a la cooperativa. En la vereda de enfrente, se posicionó el diario "La Capital", sostenida —según se decía— por avisos oficiales y dinero de la compañía foránea de electricidad.
Portada del diario La Autonomía, del 27 de junio de 1935. Desde sus páginas, su diector Marcos Molas fue un consecuente impulsor de la usina cooperativa. Luego sería elegido, en asamblea popular, su primer presidente.
Por un contrato celebrado con la municipalidad, la cooperativa debía tener instalada la usina antes del 30 de setiembre de 1935, fecha en que terminaba la concesión de la Sudam. Quienes impulsaban esta institución popular por excelencia, realizaban reuniones en la que se trabajaba febrilmente para estar a la altura de la responsabilidad asumida.
Para generar la energía se recurrió a un tractor aplanadora de calles que poseía la municipalidad, tres motores de trilladoras con más de 15 años de uso en chacras cercanas, y cuatro dínamos usados, algunos de ellos conseguidos en Santa Rosa. Todo este equipo fue instalado en el taller mecánico de Juan Savioli, ubicado en la calle Pellegrini, frente a la Casa de Gobierno de entonces, hoy Ministerio de Desarrollo Social. A medida que se acercaba la noche establecida, la expectativa iba creciendo y los comentarios subían de tono.
Las trilladoras se aprestan en el taller de Savioli, que estaba ubicado en la calle Pellegrini, entre Sarmiento y Quintana.
La propiedad de las redes
La controversia giraba en torno a la propiedad de la red de alumbrado y era el tema central en los ámbitos más diversos, desde la Gobernación hasta el municipio, pasando por talleres, peluquerías, fondas y almacenes. Se buscó documentación y se encontró que las primeras redes fueron de propiedad comunal según el acta 178 del 2 de mayo de 1910.
Vale decir que el ejido urbano, desde esa fecha, estaba alumbrado con red municipal; que hubiera sido luego reformada por la empresa concesionaria era otra cuestión. Además estaba claramente establecido que la empresa privada debía entregarla en el estado en que la recibió. Sin embargo, los representantes de la Sudam no la cedían, alegando que era de su propiedad. Por su parte el Consejo capitalino sostenía que los postes y soportes eran de propiedad municipal por corresponder al servicio público de los focos de las calles. Por esos postes y soportes iban enganchados los hilos que estaban en discusión.
Por otra parte, los vecinos de Santa Rosa habían pagado 18.880 pesos a la empresa concesionaria, al abonar diez pesos por derecho de conexión y línea cada uno de los 1880 usuarios que por entonces tenía la usina de la Sudam.
Puede decirse que en aquellas horas cruciales, la empresa extranjera había establecido su cuartel general en la sede gubernativa, ya que el presidente del directorio, míster Alan Campbell Towers, y su abogado, el ex diputado conservador Abraham De la Vega, se habían instalado en el edificio de la gobernación, de Quintana y Pellegrini.
Horas cruciales
Se acercaban horas cruciales. Towers propuso al Consejo someter a arbitraje la cuestión. A la hora 19:00 del día 30 de setiembre, la propuesta recibía el visto bueno del municipio y se comisionó al Dr. Sadit Peyregne para llevar la aceptación de la mediación.
Luego de tomar medidas para proteger con la fuerza pública los intereses de la empresa multinacional, el gobernador Pérez Virasoro le preguntó a Towers qué valor tenían esos cables en disputa. El empresario extranjero contestó: "Valen menos que el trabajo de sacarlos".
A la hora 20:00, se tuvo conocimiento de que los yanquis no aceptaban la mediación que ellos mismos habían propuesto. La conclusión era clara: buscaban ganar tiempo y se proponían dejar sin luz a la ciudad.
No pasó mucho tiempo para que los vecinos empezaran a concentrarse frente a la municipalidad, y menos todavía para que arribaran agentes de policía, a pie y a caballo. Un piquete de guardiacárceles esgrimiendo fusiles máuser completaba las huestes armadas; era clara la intención de impedir toda manifestación popular. Fue entonces cuando los pobladores se replegaron hacia el edificio comunal, llenando completamente el patio, las oficinas y los salones.
Los primeros operarios de la CPE, en el taller de Savioli, quien está sentado al medio. A su lado, de sombrero, Ernesto Peyregne, quien fue el responsable técnico de la generación.
Por si quedaba alguna duda con respecto al partido tomado frente al conflicto por Pérez Virasoro, representante del poder central, un hecho se encargó de aclararla. Fue cuando el Consejo Municipal le pidió al gobernador el apoyo de la fuerza pública para apoderarse de la red de servicio. El gobernador se negó.
Se venía la noche y no quedaba otra alternativa que lograr una acción judicial rápida. Entonces, a las 22:00, el Consejo interpuso un recurso ante el Dr. Julio Pietranera, a quien se encontró transitando por los veredones de la plaza en compañía del fiscal Dr. Galdiz y del secretario Dr. Reyna.
El Dr. Pietranera dijo que de inmediato se abocaría al tratamiento del pedido y habló con Míster Towers, que a esa hora ya estaba en la usina de la Sudam, ubicada en la esquina de Gil y Mansilla, a dos cuadras del taller de Savioli. El Juez solicitó energía hasta la hora 2:00 del día 1° de octubre, pero el presidente del directorio de la empresa respondió que no daría luz ni un minuto más una vez que pasaran las 24:00 del 30 de setiembre.
“El pueblo se había volcado a las calles de Santa Rosa, donde se había implantado un no declarado estado de sitio por parte de las autoridades gubernativas, que no disimulaban su simpatía por la empresa yanqui. Se había ordenado el cierre de todos los lugares públicos, cines, confiterías, etc. Ello determinó que la concentración vecinal, pese a la actitud provocativa de la policía, se reuniera en la Municipalidad, y desde allí, a las 12 de la noche en punto, se volcó a las calles ciudadanas para vivir el momento culminante. Producido el corte, hay un suspenso por el tiempo necesario para conectar los cables a la usina de las trilladoras. En verdad, si no fuera por el grado de conciencia vecinal, el resultado hubiera decepcionado a cualquiera. Porque lo que se vio y escuchó era decepcionante. En la quietud de la noche, se oía el jadear de las trilladoras, y el resultado era una corriente tan débil, que apenas alcanzaba a colorear el filamento de las lámparas”. Raúl D'Atri. 1984.
Pietranera se reunió con el gobernador, quien se aseguró con este funcionario judicial de que la sede gubernativa contara con energía procedente de la cooperativa. Salta a la vista la paradoja de la situación, ya que mientras todo el pueblo, que había aportado dinero para erigir la usina popular corría riesgo de quedarse a oscuras, la persona que había negado la fuerza pública que hubiera posibilitado asegurar el servicio a la ciudad, podía resultar ser el único beneficiado.
Además de la gobernación, la cooperativa se comprometía a suministrar energía eléctrica a la cárcel, a la Asistencia Pública, a la Estación de Ferrocarril, a la Sala de Maternidad, al Correo, a la Comisaría, al Teatro Español y a Casa Torroba.
Policías en todos lados
La cuestión comenzó a tener visos de solución y el nutrido grupo de personas que se había dado cita en el municipio comenzó a dispersarse; entonces, una vez que se retiró la gente, la policía clausuró la entrada de la municipalidad. Un hecho curioso y que motivó la risa de muchos contertulios fue que los serenos que esa noche debían cuidar la casa comunal, tuvieron que ingresar saltando el tapial de una casa vecina.
Cuenta "Gobierno Propio" que la policía no permitía el ingreso ni en la casa particular de Savioli, y que a las 0:20 del 1° de octubre de 1935 ya los motores de trilladora estaban trabajando a pleno y las bombas de estruendo anunciaban que el cambio en el servicio eléctrico se había producido. El pueblo de Santa Rosa había triunfado.
Frente de la SUDAM, en la esquina de Gil y Mansilla, donde hoy está la playa de estacionamiento de la CPE (en uso de Estrellas Amarillas). El edificio fue comprado a la SUDAM en 1941, pero nunca fue ocupado por la cooperativa, quien lo prestó al Cuartel de Bomberos de la Jefatura de Policia. Fue demolido en la década del 60. Hoy se conservan, sobre la ochava, restos de los que fueron sus cimientos.
Las oficinas y la usina de la Sudam tuvieron generosa protección armada y también fueron cubiertas de cualquier posible riesgo todas las reparticiones nacionales.
Algo que quedó para el anecdotario fue el hecho de que el único edificio que no contó con guardia reforzada esa noche fue la mismísima casa de gobierno y no fueron pocos los temas de los que mucho se habló en los días subsiguientes, cuando los momentos de dura prueba habían pasado y la población estaba más distendida; por ejemplo lo que le ocurrió al diario La Capital, medio de prensa que, como ya se dijo, había tomado partido por la empresa multinacional. Ya había publicado en sus páginas que la oscuridad caería sobre la ciudad. Convencidos sus editores del seguro triunfo de la Sudam y el fracaso de los cooperativistas, habían comprado un motor para abastecerse de energía eléctrica. También solicitaron y obtuvieron una guardia armada, por lo que la jefatura apostó a las puertas del diario dos agentes con armas largas, los que no pudieron apagar el motor, que se incendió a poco de comenzar a funcionar y quedó inutilizado.
Octubre de 1936. A un año de la noche en que la cooperativa empezó a generar energía, operarios y dirigentes festejan. Ya se puede ver la leyenda "Leña Savioli" en uno de los carteles.
Pasados esos duros momentos, la institución cooperativa se fue consolidando, pese al vaticinio en contra de algunos agoreros de los que nunca faltan, y puede decirse que aquella obra concretada por un grupo esclarecido de santarroseños, al que respaldó una población consciente de la elevada función social que cumple esta institución popular por excelencia, logró superar la dura prueba inicial y se fue fortaleciendo con el paso del tiempo, merced a que quienes tomaron la posta en las generaciones que los sucedieron, supieron inspirarse al punto tal de que, pese a los avatares y a las alternativas cambiantes por las que pasó, nada ni nadie logró apartarla del camino trazado.
Profesor Francisco Milton Rulli
Foto tomada en un encuentro sobre la historia de la CPE, en el auditorio del Banco Nación, que se llamó "Anecdotario". Fue en julio de 2002.