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BUSTRIAZO ORTIZ, SEGÚN EL TATA CEDRÓN

“Parece que estuviera cantando cuando leo mis poemas”, ha señalado Juan Carlos Bustriazo Ortiz. Esta referencia implica la conjunción entre lo oral y la escritura; y dicha particularidad no se le puede escapar a un creador como Juan “Tata” Cedrón que, desde el año 1964, cuando funda el Cuarteto Cedrón, ha musicalizado alrededor de 40 poetas de distintas épocas y procedencias.

Publicada en julio de 2017

La preeminencia del “habla” sobre la “escritura” traspasa la primera parte de la obra de Bustriazo Ortiz. Considerando la presentación primigenia, aunque se los reconozca como poemas al ser publicados, muchos de sus textos se conocieron en el formato de canciones.

Se podrían conjugar unas líneas de Jorge Luis Borges que esboza en una conferencia sobre la Divina Comedia: “El verso siempre recuerda que fue un arte oral antes de ser un arte escrito, recuerda que fue canto”. Esta íntima relación de poesía/canción o canción/poesía la abona Cedrón: “Hay un ritmo, una musicalidad y un sonido en la palabra, un sonido en la música. Hay una emoción en la palabra y una emoción en la música. Hay palabras que te producen una melodía y no se puede racionalizar. Es normal que una palabra o una frase te lleve a una melodía”.

Las poesías que comprenden los libros iniciales del Penca están identificadas con “los repertorios de impronta folclórica y forma tradicional”, resalta la profesora Dora Battistón; por lo tanto se hallan más vinculadas al género musical. Lo confirma la autora del poemario Imágenes: “… nos brindaba casi cotidianamente la oralidad de su creación, la fiesta de su decir joyoso, enamorado y doliente, sea a través de los textos vueltos canciones por los músicos pampeanos...”.

En tal sentido es posible enumerar zambas, triunfos, huellas, estilos y canciones. Rosa Blanca Gigena de Morán destaca esos ritmos en un artículo en el suplemento cultural “Caldenia”, e incluye la copla. En la práctica, esas poesías han sido apropiadas e interpretadas por los músicos de La Pampa (Guillermo Mareque, Enrique Fernández Mendía, GuriJaquez, Cacho Arenas y Oscar García), por los grupos Los Ranquelinos, Confluencia, Alpatacal, Rojo Estambul, Herejes bebedores de la noche, y algunos artistas foráneos: Carlos Di Fulvio o Bruno Arias. Si se consulta el Cancionero Pampeano (1973), el Cancionero de los Ríos (1986, 2015), los libros de investigación de Rubén Evangelista sobre el folclore pampeano, o el Canto Quetral, tomos I y II, los poemas de Bustriazo Ortiz transpuestos a la canción rondarían el centenar y medio.

Según relata el Tata, el viaje emprendido por el Cuarteto en el ‘68 se hizo en una camioneta “rastrojera”, a cuenta de una invitación para participar de las famosas peñas que tenían epicentro en Santa Rosa: “Camaruco” a fines de los ‘60 y “El temple del diablo” a comienzos del ’70. Recuerda Cedrón: “nos quedamos una semana, charlando, cantando con los amigos”. Compartieron aquella presentación, ya legendaria, el poeta Luis Luchi y el guitarrista Horacio Presti, que son los autores de la huella “Me voy para La Pampa”, en donde se nombra a Bustriazo Ortiz.

Agrega el Tata: “En la última visita a Santa Rosa, con Rojo Estambul interpreté ‘Canción de la niña de tierra’. Ahora le hice una arreglo sencillo, fundamental, en especie de bordoneo que repite y repite… porque él (Bustriazo) reitera también en ese poema. A eso lo aprendí de Georges Brassens; parece una calesita, pero no, el poema es así, y la canción debe ser así”.

En este festejo de la Cooperación, el Cuarteto interpretó nuevas canciones: “Vidalita puelche”, “La tierra estaba volando”, “Penacho de colorinche” y “Huellita del corazón”, con poesía de Bustriazo Ortiz y música de Tata Cedrón. Otra vez, se reencuentra la poesía hermanada a la canción.

*Sergio De Matteo es escritor e investigador cultural