En octubre de 1905, el entonces gobernador del Territorio de la Pampa Central, Diego González, emprendió un viaje por el oeste y sur de la provincia. Casi cien años después, el diario de aquella travesía oficial fue encontrado por docentes de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de La Pampa, en el Archivo Histórico Provincial.
Publicada en abril de 2017
Se trata de un texto enviado por el gobernador al Ministro del Interior de la Nación, Rafael Castillo, y publicado en la quinta edición de la revista Quinto Sol, del Instituto de Estudios Sociohistóricos de la Facultad de Ciencias Humanas, en el año 2001. Además de la transcripción textual de la carta, realizada por Marcela Domínguez y María Eugenia Muñoz, se publica en esa edición un análisis académico de Jorge Saab y Laura Sánchez sobre lo rescatado.
Como señalan los autores, “el documento permite reconstruir –a través del itinerario de la comitiva gubernamental– un fragmento significativo del espacio territorial, al mismo tiempo que ofrece un panorama de las condiciones del suelo, el clima, la flora y el estado de los caminos”.
El gobernador comienza la carta, fechada el 25 de octubre de 1905, informándole al ministro que el viaje se realizó en los departamentos 7, 13 y 15 del Territorio. Aunque los tamaños fueron modificados con el tiempo, hoy los departamentos se identifican como Loventué, Chalileo y Puelén.
El diario de viaje se inicia el 1º de octubre. Ese día, González anota:
“Día 1: A las dos y media de la tarde salimos de Santa Rosa de Toay con dirección al N.O. por el camino general a Victorica. El fuerte viento S.E. hace algo penosa la marcha, hasta unas tres leguas antes del arribo al punto designado para hacer noche. A las 6 y 30 p.m. llegamos a las Cuatro Aguas, casa de comercio y estancia de Don Javier Mujica.”
“Estas nueve leguas son en general de buen camino, algo pesado pero poco accidentado al principio, siendo al final más liviano, pero con desigualdades en el terreno, que si bien lo hacen sumamente pintoresco, fatigan fácilmente a los caballos.”
“Héroes de Cochi-có”
Luego la comitiva pasaría por “Conhelo Chico” y “Ojos de Agua”. Con cambios de tropilla, y devolviendo a los puestos anteriores los caballos prestados, sigue hasta Victorica, donde el gobernador visita la municipalidad, el juzgado y la escuela. “A medio día –detalla– se sacan algunas vistas fotográficas y entre otras, una del lamentable estado en que se encuentran los restos de los héroes de Cochi-Có; entreabierta la urna en que se encuentran, cráneos y tibias asómanse al exterior y en el suelo, en los rincones de la ruinosa bóveda, hay también cráneos, que sirven de nido a las lauchas que, ante nuestros ojos, se guarecen allí. A las cuatro y cinco p.m. salimos de Victorica, recorriendo en una hora exacta y siempre con los caballos de Pereyra, las dos leguas que hay hasta Telén.”
Del lugar dice: “Telén es un Establecimiento que posee un Pueblo que tiene alrededor de sesenta casas, y presenta un aspecto original, al contrario de todos los de la Pampa, aquí las casas se encuentran diseminadas, todas muy bien blanqueadas y rodeadas de un terreno que se destina a huerta o jardín”.
Durante el día sexto, se dirigen hacia el Salado. “Estas últimas tres leguas de la travesía son aún más pesadas que las anteriores. El Salado está crecido y sumamente torrentoso. El balsero, según supimos más tarde, ya no vive allí y la balsa está abandonada en la orilla opuesta a la que nosotros nos encontramos; es pues inútil hacer humo para llamar al balsero. Resuelvo que el agente Alanís, que sabe nadar, tomado de la maroma de la balsa vaya a buscarla y al mismo tiempo vea si es posible el paso del carruaje. El agua solo llega hasta la cintura del agente y ya tenía la esperanza de poder pasar el río en el coche, cuando pocos metros antes de la orilla opuesta, húndese hasta perder pie, llega por fin, desata la balsa y la trae.”
“A las 3 p.m. pasamos por el puesto de Fernández, a las 5 p.m. por el llamado de Las Cabras de Lucio González y a las 6 y 45 p.m., hacemos alto, para hacer noche, unas quince cuadras antes de llegar al paso de la balsa en el Atuel. Es esta la segunda noche que dormimos al raso, en este día se hicieron doce leguas, en la siguiente forma: cuatro, muy pesadas, del Arbolito al paso de la balsa; una, de este paso al del Tordillo, también pesadísima y siete desde el Paso del Tordillo al Paso del Atuel.”
Santa Isabel, la isla
“La balsa, de igual construcción a la del Salado, se halla en poquísimas mejores condiciones que la anterior, pues en ella, en vez de cuatro, sólo tres de las seis bordalesas, están llenas de agua y hundidas. Uno por uno, pues no hay espacio para más, pasamos al otro lado. La tropilla pasa a nado, pues el río, aunque angosto, tiene varios metros de profundidad, y el carruaje arrastrado con lazos desde la orilla opuesta atraviesa el río desapareciendo por completo, incluso la tolda, bajo el agua.”
Luego de realizar visitas oficiales en Santa Isabel, González escribe que fueron acompañados “hasta la salida de la isla”.
Otro de los puntos de la travesía fue La Copelina, paraje ubicado al sur de donde hoy es ChosMalal. Allí fueron recibidos con “bombas y choetes volares”
Luego llegarían a Puelén: “hay un grupo de vecinos que cultiva pequeñas chacras, las que son regadas con las aguas de un abundantísimo y precioso ojo de agua. Es indudablemente lo más pintoresco del camino hasta ahora recorrido”.
Luego de pasar por La Bota, anota: “A media carrera, cuatro leguas por hora, atravesamos un salitral inmenso, ocho leguas, campo de Pedeflous, salitral que se encuentra lleno de agua y que, como no se ven las bardas que lo circundan, hace el efecto de un mar.” Ese mismo día, el decimosegundo, llegaría a la orilla del Colorado. “Atravesamos el río en bote. Es indiscutiblemente la parte peligrosa del viaje, pues el Colorado, que tiene aquí de noventa a cien metros de ancho, es muy profundo y correntoso.”
La comitiva llegó hasta la ciudad de Neuquén y de allí volvería a Santa Rosa en tren, pasando por Bahía Blanca, General Acha y Toay.
El gobernador termina su nota al ministro pidiéndole por la instalación de escuelas y mejora de los caminos: “Tan grave inconveniente, es una rémora para que aumente la población. Sin embargo y a pesar de todo, esos parajes no dejan de estar bastante poblados, pudiendo decirse que cada cinco o seis leguas se encuentra una población”.