Se cumplen 50 años del debut artístico del Dúo Sombrarena, al que dimos vida Délfor Sombra y yo. Una experiencia irrepetible, vivida con singular entusiasmo en los lejanos y luminosos días de nuestra juventud. En principio deseo aludir a dos aspectos que considero interesantes: el origen de la formación del dúo, iniciativa de un amigo en común; y la compleja y riesgosa situación política del país de la que estuvo impregnada la breve existencia artística del dueto. También he de aludir al único disco que editamos, un testimonio que atesoramos especialmente, porque somos conscientes de que es un documento sonoro que no sólo va a trascendernos a nosotros, sino también —y por extensión— a un momento sobresaliente de la cultura pampeana y todos sus protagonistas.
Contexto
Por entonces el país tenía una sociedad mayoritariamente saciada y expectante, ante la asunción de la tercera presidencia de Juan Domingo Perón el 12 de octubre de 1973. Ese importante hecho democrático coronaba un año intenso, inestable y cambiante en lo político, que había sido testigo del regreso del peronismo al poder después de 18 años de proscripción, con la llegada de Héctor Cámpora a la presidencia, el 25 de mayo.
Dentro del peronismo, ese año, habían recrudecido los enfrentamientos por la preeminencia ideológica partidaria, cuya expresión más cruenta se había vivido el 20 de junio en Ezeiza, con un trágico saldo de numerosos muertos entre quienes iban a recibir a Perón. Los sectores en pugna eran el ala izquierda representada por la Juventud Peronista (JP), el brazo armado Montoneros y otras organizaciones guerrilleras, por un lado, y la derecha sindical peronista, por otro. El asesinato del secretario general de la CGT, José Rucci, el 25 de septiembre, exacerbó los ánimos: esto generó hechos similares como respuesta, perpetrados por la Alianza Anticomunista Argentina de José López Rega. Estos hechos generaron mucho malestar y miedo colectivos, porque evidenciaban una intensificación de la violencia política.
En La Pampa, en esa primavera del ’73, gran parte de la sociedad estaba de buen talante y continuaba movilizada a pesar de que ya había pasado el fragor de la contienda electoral del 23 de septiembre que le había dado de nuevo el triunfo al peronismo. La juventud pampeana estaba muy activa en sindicatos, partidos políticos y centros estudiantiles, y los artistas se manifestaban en todas las disciplinas, generando espacios de expresión y multiplicando su accionar en una comunidad esperanzada en lo político y social, sensible y perceptiva. En Santa Rosa, la peña cultural Temple del Diablo era uno de los ámbitos en que bullían intensamente el arte y la imaginación, frutos de una generación impetuosa y apasionada que había ganado todos los espacios.
Mi lugar, el diario La Arena.
Yo me desempeñaba en el diario La Arena como diagramador de páginas y armador de avisos publicitarios, en un espacio físico compartido con la redacción, donde tuve el privilegio de presenciar y escuchar cada día, los análisis, comentarios y discusiones que se generaban sobre los hechos políticos del momento, situaciones que contribuían a mi mejor comprensión de la realidad local y nacional. En aquel grupo de deliberación, conformado a veces por el propio fundador del diario, el director, periodistas y redactores y a veces otros operarios, estaba Lito Maldonado, profesional gráfico y periodista de boxeo —cuya palabra era la visión peronista en esos debates colectivos—. Con ellos formábamos, junto a los fotógrafos y fotomecánicos del diario, el equipo que experimentaba sobre el primer sistema off-set en La Pampa —adoptado a fines de 1966 por La Arena—, guiados por Lito, avezado tipógrafo dedicado a resolver esa cuestión técnico-gráfica.
Lito y yo nos hicimos muy amigos. Teníamos habituales charlas sobre temas varios, como la política o asuntos de la empresa que editaba el diario, a cuya conducción nos habían invitado a sumarnos quienes acababan de tomar la posta en el manejo empresario. Cuando terminábamos la jornada, a la madrugada, íbamos al Club Santa Rosa o a la peña Temple del Diablo, donde prolongábamos nuestras conversaciones. Tanto el fotógrafo del diario Pablo De Pian como Lito Maldonado —quien ya conocía bien a Délfor— me decían que volviera a cantar, vocación que había dejado de lado en 1969, cuando se deshizo del conjunto Los Cantores de La Pampa, en el que participaba. Decidí regresar a los escenarios –por primera vez con el seudónimo Cacho Arenas–, en octubre de 1972, en buena medida por sugerencia de mis amigos, pero mucho más porque cantar formaba parte de mí y ya no podía seguir eludiendo mi preferencia artística. Y sólo un año más tarde ya estábamos cantando con Délfor como Dúo Sombrarena. La decisión de volver a la música y el canto, sorpresivamente había dado frutos inesperados por mí.
Lito Maldonado tuvo la iniciativa
En 1999, en una conversación que mantuvimos aquí en Santa Rosa, Délfor reconstruyó las circunstancias en que se generó nuestro acercamiento y luego la formación del dúo, por la intervención de nuestro amigo en común Lito Maldonado:
“–Lito Maldonado –dijo– iba al bar del Club All Boys a hablar conmigo, para convencerme de que cantara contigo; yo no estaba haciendo nada artísticamente en ese momento, creo; o estaría cantando como solista. Trabajaba de día en All Boys y de noche iba a la peña Temple del Diablo. Y él me hablaba de ti, de que tenías una gran voz, que deberíamos juntarnos y todo eso, y yo le decía —los prejuicios de los que hemos hablado alguna vez ¿no?—, que no, que creía que no, porque además tú estabas en otra cosa y qué se yo; que no éramos amigos, en fin… Pero Lito era insistidor, hasta que logró que nos juntáramos. Lo que yo no me acuerdo, es si nos juntamos con él; yo sí recuerdo una reunión que tuvimos solos, tú y yo, en la casa de la calle Pampa.
–¿La casa en que vivías?, –le pregunté.
–Sí. Fuiste tú, me hiciste el favor de ir a casa, creo que la reunión la armó Lito: ahí fue la primera reunión que tuvimos, y conversamos. Nosotros alquilábamos la casa, estábamos recién casaditos con la Negra (su esposa Elsa Mendiola); y ahí hablamos la primera vez. Y me acuerdo también que ensayábamos ahí. Ahora, qué hablábamos, en qué nos pusimos de acuerdo, no sé: seguramente te habré dicho que cantáramos un poco para ver si sonábamos. Yo recuerdo que lo primero que pensé que teníamos que ver era la cuestión del registro vocal de cada uno.
–Bueno, -le recordé. Yo tuve que cantar más agudo de lo que cantaba, y vos más grave de lo que cantabas…
–Sí, sí. Pero yo te digo que revisé lo de Los Cantores de La Pampa —el conjunto en que yo era tenor y cantaba la melodía—, y allí cantabas tan agudo como con el dúo…
En efecto, no éramos amigos todavía, pero nos conocíamos bastante, de vernos en las peñas y espectáculos y compartir escenarios como solistas. Por otro lado, como cronista de La Arena —otra función que cumplía para el diario—, le había hecho a Délfor una extensa entrevista, que se publicó en dos partes sucesivas los días 2 y 3 de agosto de 1972, en momentos en que yo no estaba activo como cantor y podía entrevistar a mis pares sin incompatibilidad.
En cuanto a “estar en otra cosa”, expresión de Délfor que comprendo y comparto, es un concepto que tiene connotaciones profundas, que permitiría contar otra historia relacionada a los distintos ámbitos de pertenencia de cada uno en Santa Rosa, y que nos había impedido acercarnos antes artísticamente. Por fortuna apareció Lito Maldonado, nos acercó y nos puso a andar juntos.
Primeros pasos. Nombre del Dúo.
Una vez que empezamos a cantar a dúo, muy rápidamente uniformamos el paso para recorrer un mismo camino artístico. El centro de nuestra atención fue la canción pampeana, ante cuya notoria presencia y paulatina expansión —a la que individualmente ya veníamos haciendo nuestros aportes—, nos veíamos impelidos a ocuparnos de ella. Sentimos, desde los inicios, que abordar el repertorio pampeano era de nuestra propia naturaleza. Y, además, contribuiríamos a contrarrestar la banalización de la canción popular, que era una moda en todo el país, con sus manifestaciones locales. El eje sobre el cual giraría nuestro primer objetivo era la difusión de nuestro cancionero, y ello nos llevaría en su momento a programar nuestro primer disco con obras de nuestra región. El disco era el soporte más idóneo para cumplir el propósito de divulgación. Grabar fue una estrategia analizada y definida como la más apropiada para el fin que nos proponíamos.
La peña Temple del Diablo —ubicada en Centeno esquina Don Bosco—, también fue lugar de ensayos del Dúo y el ámbito donde nació el nombre “Sombrarena”, una idea de Délfor, influenciado, como estábamos los dos, por el poeta Juan Carlos Bustriazo Ortiz. De constante presencia en aquella esquina, Bustriazo solía recurrir a palabras compuestas y neologismos para nombrar a personas y objetos, como una prolongación, quizás, de lo que hacía en sus escritos poéticos en aquella etapa de su quehacer literario. Para darnos mayor y más clara identidad, incorporamos la palabra “Dúo” al nombre propio, de manera que decidimos llamarnos “Dúo Sombrarena”, y así figuraría impreso por primera vez en la tapa de nuestro disco de vinilo Voces de la Patria Baya.
Debut en el Colegio Nacional
El 26 de octubre del ’73 Délfor Sombra y yo nos mostramos por primera vez en público como dúo; debutamos en un encuentro de músicos, cantores y poetas, en el salón de actos del Colegio Nacional de Santa Rosa. La crónica periodística no lo registró específicamente, tal vez por considerarlo fuera del programa anunciado para aquella velada organizada por el Centro de Estudiantes del establecimiento. Tanto Délfor como yo, esa noche cantamos primero como solistas; esa era todavía nuestra condición artística para la gente y para los promotores del espectáculo. Luego interpretamos juntos —sin que el público se percatara de que ya éramos Dúo Sombrarena— un par de canciones de autores locales. Estábamos, en esos días, terminando de pulir el repertorio que íbamos a abordar como dúo.
Aquel espectáculo se trataba del Primer Festival Juvenil Provincial, en el que participaron también el poeta Norberto Righi, el trío folklórico País 3, y los solistas Tucho Rodríguez y Jorge Ludueña. Resultó un espacio muy apropiado —por el momento de apertura política irrestricta que se vivía— para ejercitar repertorios no habituales, identificados con obras contestatarias y de denuncia, de diversos autores, algunos pampeanos. Los diarios mencionaron que Tucho abordó el repertorio latinoamericano interpretando al uruguayo Osiris Rodríguez Castillos; Délfor, obras en común con Edgar Morisoli, como Ofelia del Oeste; yo, de mi cosecha personal, "Faustino Guzmán", cuyo texto refiere al hombre analfabeto explotado por el hombre; y Jorge, al igual que País 3, cantaba el repertorio de Daniel Viglietti, también uruguayo, de dura verba combativa. Por su lado, Righi se desahogó ideológicamente con una poesía que incluía un insulto al empresario recientemente asesinado por el E.R.P., Oberdan Sallustro, director general de la empresa Fiat Concord en Argentina. Evidentemente, el repertorio que se escuchó allí esa noche definía con claridad el carácter altamente político del encuentro generado por los estudiantes secundarios del Nacional.
Inicio del camino artístico
Los dos primeros meses de vida fueron políticamente muy intensos para el dúo. Después del debut en Santa Rosa, el sábado 8 de diciembre actuó —ya formalmente— en el Segundo Festival de la Argentinidad, organizado por el Club Ferro de General Pico, ciudad en que nos acogieron fraternalmente, entre otros, Cholo Covella, Domingo Quinteros, y Raimond Claverie junto a su cordial familia. El dúo continuó su itinerario el viernes 14 en el VII Festival Nacional de Música Sureña de Pehuajó, provincia de Buenos Aires. En esa ocasión, por primera vez el músico neuquino Naldo Labrín —director del grupo Huerque Mapu y luego factótum en la realización del disco del dúo— pudo observar una presentación nuestra, en vivo. Esa noche era jurado, junto con María Teresa Melfi y Néstor Ceñal, técnicos del Instituto Nacional de Musicología, de un certamen que se realizaba durante el festival. María Teresa iba a ser una entrañable amiga nuestra a partir de su ligazón con los pampeanos, amistad nacida durante sucesivos viajes para dictar cursos sobre folklore en la provincia, y de su acercamiento personal incondicional al dúo, al que iba a brindarle todo su afecto y colaboración en Buenos Aires.
Del Luna Park “Montonero” directo a Eduardo Castex.
El sábado 29 de diciembre de 1973 regresamos de Buenos Aires, y nos presentamos por la noche en la Fiesta del Trabajo y la Tradición Pampeana, en el Club Estudiantil de Eduardo Castex. Veníamos de cantar el viernes 28 en el Luna Park, en representación de La Pampa, junto a Antonio Tormo, Huerque Mapu, Los Huanca Huá y El Chúcaro, ante una platea de unas quince mil personas, en una gran movida artística y política organizada por la Juventud Peronista Regional 1, cuyo jefe era Juan Carlos Dante Gullo, quien habló para dar inicio al festival. Festival que contaba con el apoyo y participación de la organización Montoneros, que aún no estaba en la clandestinidad. Esa noche, Huerque Mapu interpretó por primera vez en público las diez canciones de la cantata “Montoneros”, que sería editada en un disco apenas iniciado el siguiente año, 1974. La obra, grabada subrepticiamente y con riesgos, reivindica y homenajea a montoneros y peronistas caídos en combate o asesinados desde 1955. También nombra —y aquella noche la platea coreó con mucho vigor los “presente” a cada nombre mencionado—, a los 16 detenidos y fusilados en Trelew por la dictadura de Lanusse.
Dúo de la JP-La Pampa
La presencia del Dúo Sombrarena en el Luna Park, que había llevado una representación implícita —no formal— de la JP de nuestra provincia, se debió a que nos convocaron cuadros políticos peronistas desde Buenos Aires. “–Nos llaman los compañeros para que estemos en el encuentro artístico”, me dijo Délfor un día, y enseguida empezamos a gestionar ayuda económica para realizar el viaje; Ángel Cirilo Aimetta, entonces Director Provincial de Cultura, nos asistió con una ayuda pecuniaria importante para que pudiéramos viajar.
A la semana siguiente de aquella velada artística en Capital Federal, estando un grupo de amigos en la vereda del diario La Arena, en la calle 25 de Mayo, alguien desplegó las hojas centrales de la recién aparecida edición del 31 de diciembre de la revista El Descamisado. En el ángulo superior derecho estaba la foto del Dúo Sombrarena actuando en el Luna Park, con una leyenda sobreimpresa: “JP La Pampa”. Esto indicaba con claridad el carácter y alcance de la representación política asumida por el dúo en Buenos Aires. En su actuación, había interpretado la canción El Sur es Negro y Rojo, de Morisoli-Sombra.
1974: Grabación del disco Voces de la Patria Baya.
La idea primera de grabar un disco había estado en las conversaciones que tuvimos en diciembre del ‘73 durante el mencionado Festival de Pehuajó, con el músico Naldo Labrín y la musicóloga María Teresa Melfi. Naldo cuenta que el Dúo —por el cual se interesó vivamente al escucharlo— le fue presentado allí por el poeta Hamlet Lima Quintana, con quien nos habíamos hecho amigos en las noches de guitarreada y poesía en que se extendía la actividad del festival, y donde sobresalía la presencia de nuestro poeta Juan Carlos Bustriazo Ortiz.
Desde febrero de 1974 nos dedicamos a planificar la grabación del disco. Recolectamos fondos mediante una suscripción previa, y obtuvimos apoyo económico del Banco de La Pampa y varios organismos del gobierno provincial. La imprenta oficial nos aportó la impresión —a cargo de los hermanos Osvaldo y Lito Maldonado— de cuadernillos que adjuntaríamos a los vinilos con las letras de las canciones del disco, y en cuya cubierta se veía una ilustración alusiva creada por el plástico Osmar Sombra, “SOA”, hermano de Délfor.
Acordamos que en la primera semana de septiembre se realizaría la grabación, nada menos que en el estudio ION, el más moderno de la capital del país, que acababa de incorporar el sistema Dolby, tecnología que eliminaba el soplido de cinta en las grabaciones. Naldo nos alojó en su vivienda de la calle Paraguay, y nos condujo en cada instancia del trabajo en la sala de grabación, incluso hasta realizar con el técnico de sonido Alejandro Torres, la ecualización de todo el disco. Tacún Lazarte, músico compositor y cantor que provenía de la ciudad de Azul, provincia de Buenos Aires, integrante de Huerque Mapu, también colaboró con el dúo ejecutando guitarrón en algunos de los registros.
María Teresa aportó espontáneamente la escritura de partituras para hacer los registros legales de las canciones que estábamos grabando. Tanto ella como Aníbal Bresco, Federico Galiana y Beto Hassan, del grupo Opus 4, nos acompañaron en las noches en el estudio. En una de las jornadas de grabación, se hizo presente Alfredo Zitarrosa. Al terminar la sesión del Dúo y saludarnos con él, entró a la sala donde estaba Naldo Labrín con su guitarra; trabajaron un rato y abandonaron el lugar poco después. Naldo se fue anticipadamente, y Délfor, Zitarrosa y yo fuimos a cenar al famoso restaurante “Bachín”, de Sarmiento casi Montevideo, en momentos en que la noche se hacía ostensible.
Grabar en tiempos violentos
Estuvimos durante una semana en la capital —grabamos entre el 2 y 6 de septiembre—, en un momento de violencia política inusitada con atentados y muertes, que nos hacía andar con temor por las calles porteñas. Hay que recordar que, habiendo fallecido el general Perón el 1 de julio de ese año ‘74 y asumido la presidencia su viuda, Isabelita, la lista de asesinatos perpetrados por la Triple A —antes y después de nuestro paso por Buenos Aires para grabar el disco— fue realmente tenebrosa.
El no track Nº 12
Si bien grabamos doce composiciones, el disco se editó finalmente con once obras, porque en un acto de razonable prevención —más que de autocensura—, motivado por lo peligrosa e impredecible que se había tornado la situación política, retiramos del master la canción Nº 12 "El Sur es Negro y Rojo". La canción denunciaba la matanza de detenidos políticos en la cárcel de Trelew en agosto de 1972, una composición de hondo y muy comprometido tenor político para la época, proclive a la censura —como nos había pasado en Intendente Alvear en febrero del ‘74— y, eventualmente, a otras acciones contra sus autores e intérpretes.
Presentaciones del disco
Al disco lo llamamos “Voces de la Patria Baya”, título del texto que escribió Edgar Morisoli para la contratapa de la funda. La imagen de tapa era una impecable composición fotográfica de Pablo De Pian, con nuestros rostros sobreimpresos en un paisaje de monte de caldén, típicamente pampeano. En diciembre del ’74, por una falla en el replicado, se frustró lo que iba a ser la presentación del disco en Santa Rosa. El longplay llegó a nuestras manos por segunda vez a mediados de marzo de 1975, y al tener prevista una actuación en General Acha el día 26, la convertimos en la primera presentación de la placa, en la Biblioteca Popular Florentino Ameghino.
En Santa Rosa
La crónica de “La Arena” comentó el espectáculo del día 29, que condujo Oscar García, diciendo que “un muy numeroso público se dio cita el sábado último en el Teatro Español, donde los integrantes del Dúo Sombrarena presentaron oficialmente el disco que acaban de grabar, con el título‘Voces de la Patria Baya’, a la vez que Délfor Sombra y Cacho Arenas se extendían en breves reseñas sobre las piezas y sus autores”. Invitados a subir al escenario, hablaron sobre el acontecimiento Edgar Morisoli, Julio Domínguez y nuestras amigas María Teresa Melfi y Ercilia Moreno Chá, ambas de cercanía afectiva con el Dúo. En el cierre estuvimos acompañados, además, por Juan Carlos Bustriazo Ortiz, Ángel Aimetta, Félix Domínguez, Beto Urquiza y el cantor popular Leoncio Ramos —protagonista histórico del folklore en La Pampa—, a quienes invitamos a cantar junto a nosotros la “Huella de ida y vuelta”, cuyos autores, Roberto Yacomuzzi y Lalo Molina, habían compartido la noche de poesía y música.
Vinilos para “Don José”
Sobre la realidad política local en aquellos días, el Dúo visualizaba dos sectores, uno de derecha y otro moderado, en el peronismo pampeano. Y, como la Juventud Peronista de Santa Rosa, se referenciaba con el segundo, representado por la figura del gobernador Aquiles José Regazzoli, “Don José”, para la militancia. En un gesto que testimoniaba nuestra posición política desde lo artístico, el 25 de marzo del ’75 le entregamos, personalmente en su despacho de la Casa de Gobierno, ejemplares de nuestro disco recién recibido de Buenos Aires.
No mucho tiempo después de la presentación de la placa en el Teatro Español, en marzo, el Dúo Sombrarena realizó su última actuación en Colonia Barón, luego de la cual se disolvió por razones personales y artísticas de Délfor Sombra, que lo llevaron a trasladarse a la ciudad de Neuquén. Era el mes de mayo de 1975.
* por Rubén R. L. Evangelista, Investigador de la música pampeana. Exintegrante del Dúo Sombrarena.