Nuevo 1° de Octubre es una publicación mensual y gratuita de la CPE.
CRÓNICAS DE UNA IDEA LUMINOSA

¿Sabrán los caminantes que cotidianamente se internan en la encrucijada de Alsina y Salta que con sus pasos y miradas están acariciando un fragmento trascendente de la historia de la ciudad?

Publicada en diciembre de 2002

Desde el 15 de agosto el predio lleva el nombre de uno de los cuatro ciudadanos que, en el umbral a una década de fraudes y entregas, concibieron la idea de construir herramientas colectivas de bienestar y felicidad.

Acaso no fueron los únicos que se atrevieron a soñar, en el invierno de 1930, con un mecanismo que abaratara el costo de la energía y proveyera de agua potable a la población, pero sí fueron los que decidieron trasponer los planos teóricos y poner en práctica aquello que pensaban. Quizás porque hay un tiempo para las palabras y otro para los hechos, seguramente porque las ideas son esclavas de sus consecuencias.

El vértice del predio formado por las calles Salta y Alsina se llama ahora Octavio Rómulo Gazia. Así lo dispusieron por unanimidad los ediles santarroseños que se hicieron eco de un proyecto que en tal sentido había presentado a ese cuerpo el vecino Carlos Muñoz.

Resulta, por parte de la ciudad, un homenaje justo y demorado a un prohombre que, entre otras cosas, fue forjador de una de las empresas sociales más importantes del centro del país: nuestra cooperativa.

Hagamos memoria

El 6 de julio de 1930, acordaron encontrarse Marcos Molas, Juan Humberto Palasciano, José Fiscella y Octavio Gazia. Lo hicieron en el domicilio del primero de ellos en la calle 9 de Julio 844.

Tras algunos cambios de opiniones decidieron darle cuerpo a lo que venían madurando: crear las bases para una usina que generara luz abundante y barata y garantizara agua potable al vecindario. Advertidos de la fortaleza del rigor -o tal vez para someterse al eventual juicio de la historia- redactaron un acta en la que ofrecen detalles de su propósito. En la prolija caligrafía del texto emerge una referencia sugestiva. Se trata de un adjetivo que los define y al mismo tiempo divide aguas; una palabra que ya no deja dudas hacia dónde orientaban sus desvelos.

Por eso cuando mencionan el objetivo de una usina no olvidan de adicionarle la denominación de “popular”.

Este es el germen de la CPE. Esto es, de una empresa que desde su mismo origen se pronuncia por emprendimientos diversificados impregnados de contenido social.

Los cuatro son, y así se definen, vecinos emprendedores y preocupados por el bienestar general. En estas páginas nos hemos ocupado de ellos en varias oportunidades. No es ocioso sin embargo recordar que Gazia hizo gala de una energía descollante, como que además se dio tiempo para crear otras instituciones intermedias, actuar en la tesorería comunal y participar con el mismo vigor en el proceso provincialista que lo contó entre sus principales impulsores.

Desde ese momento en que se diseña la idea de una alternativa al trust norteamericano hasta el 1º de octubre de 1935, en que la usina popular se transforma en un paradigma de vigor y lucha, en ejemplo nacional, los precursores gozaron con el respaldo de los sectores mayoritarios de Santa Rosa. Pero al mismo tiempo concentraron la diatriba de los que pretendían perpetuar las prácticas de la empresa que, a precios abusivos, abastecía de electricidad a un sector, no muy amplio de la capital del territorio, que por entonces alcanzaba los cinco mil pobladores.

A Octavio Gazia se le adjudica el primer esbozo de la idea más de un lustro antes. Tenía fundamentos para hacerlo: su intervención en las cuestiones administrativas del Molino Pampa, propiedad de Bancalari y Alfredo Forchieri, lo habían impuesto de los dilemas de la generación. La planta harinera requería de energía y la puesta en marcha de generadores para su funcionamiento la condujo a la oferta, por parte del gobierno de Tomás Mason, de hacerse cargo del abastecimiento de alumbrado público.

El resto es historia conocida. Al llegar la Sudam adquiere la concesión de alumbrado y contrata a Bancalari como responsable de la gerencia.

El pensamiento de Gazia, Fiscella, Molas y Palasciano giraba en torno a que era factible el suministro del fluido a treinta centavos (o menos) en contraposición a los cincuenta centavos por kilovatio que cobraba la Sudam.

El valor del kilovatio fue el elemento central de la promoción y adhesión al proyecto de una cooperativa pero, como a menudo las buenas ideas necesitan respaldos más sólidos, Gazia promovió además la suscripción de acciones entre el vecindario para construir la usina popular. Esta campaña es la que logra sus frutos al cabo de cinco duros años.

Este descendiente de italianos, nacido en 1873 y llegado a Santa Rosa a poco de iniciado el nuevo siglo, no pudo ver su ilusión en pleno funcionamiento. Murió en el verano de 1932 cuando los escollos a la iniciativa arreciaban y crecían por doquier los fantasmas impiadosos del fracaso o el ridículo.

De ahí lo justiciero del homenaje. Una buena manera de sostener, de frente al porvenir, que el pionerismo venció más allá de los avatares.

La esquina de Salta y Alsina enseña más: por ejemplo que no importan cuántos son sino cómo son; nos dice del hombre que junto a Julia Ghiglione diera origen a una familia emblemática de la ciudad. Nos presenta a un autonomista, un vecino solidario que hace setenta y dos años edificó la idea de que es posible un futuro distinto y mejor.