Muy lejos de su tierra natal, en un Buenos Aires que crecía diariamente, implantado allí cuando apenas tenía nueve años, durante su juventud echaba mano a sus recuerdos, retornando en versos a su querida patria chica, su patria santiagueña.
Publicada en junio de 2003
El Colegio Luppi, en Pompeya, sería su plataforma cultural; la base intelectual que le permitiría abrirse camino, potenciado por su gran mundo interior y sus deseos de ser alguien, desde el empuje que le daba ser alumno de don Abraham Luppi, reconocido formador de cuasi celebridades. El paso de Homero Manzi por este colegio le dejó una marca imborrable al futuro poeta porque además de su refinada enseñanza, bebió a grandes sorbos el alma misma del suburbio porteño, comenzando por sus olores y colores, siguiendo por la geografía sin igual y en definitiva porque lo preparó espiritualmente para ser un fundador lírico de un barrio que superó sus límites: el Barrio Sur.
Con el tiempo llegaría su paso por una escuela estatal y el encuentro con el hijo de un anarquista que se transformó en un amigo del alma: “Catulín” Castillo cuyo padre, don José González Castillo, había conocido el destierro y el peso de la intolerancia política refugiándose en Chile. Juntos, Homero y Cátulo caminaron una senda vivida bajo el cielo del viejo barrio de Boedo, codeándose con prohombres de la intelectualidad y cultura porteña: Leónidas Barletta, Nicolás Olivari y Enrique González Tuñón, entre otros.
Cátulo recordaría esos momentos:
“Fueron años de cercos y glicinas
de la vida en orsai,
el tiempo loco.
Tu frente triste de pensar la vida
tiraba madrugadas por los ojos.
Y estaba el terraplén y todo el cielo, la esquina del zanjón
la casa azul.
Todo se fue trepando en su misterio por los repechos de tu barrio Sur...”
Homero continuó sus estudios en el Colegio Nacional y luego en la Facultad de Derecho. Llegó la revolución del ‘30 y la posición del hombre político que drásticamente significó el final de sus estudios por la militancia que dejó estampada en “Milonga del 900”: “Pero váyanlo sabiendo, soy hombre de Leandro Alem!”.
Después de estos acontecimientos dedicó buena parte de su vida a escribir tangos y milongas sin dejar sus actividades políticas y cinematográficas.
“Barrio de tango”, “Manoblanca”, El pescante”, “Che, bandoneón”, “El último organito”, “Malena”, “Ninguna”, “Milonga triste”, “Milonga sentimental”, son algunos de los títulos de la prolífica obra de este santiagueño. El pueblo que lo distinguió por su capacidad de aportar a la música del puerto una poesía alejada del drama personal por amores contrariados, poniendo en escena la belleza de los barrios proletarios, de vida simple, serena, nunca dejará de agradecerle la unión con Troilo para crear esa emblemática página del tango que se titula ”Sur”.
Se llamó Homero Nicolás Manzione Prestera, nació en Añatuya el 1º de noviembre de 1907 y falleció en Buenos Aires el 3 de mayo de 1951. Para el tango fue Homero Manzi.
* Carlos Roldán. Comunicador e investigador del tango.