Artista plástico y gráfico, dibujante, historietista, publicista, guionista radial, pionero en la realización de dibujos animados para publicidad televisiva, un trabajador obsesivo del detalle que sus obras reflejan desde siempre y que le han merecido innumerables reconocimientos y premios. Eduardo Ferma cumple este 25 de mayo 80 años. Con la sencillez que siempre lo caracterizó, nos recibió en su casa, donde vive desde 1964 cuando se instaló en Santa Rosa, para charlar y meternos en una pizca de sus tantas historias.
Publicada en mayo de 2016
“Estoy bien de la cabeza” dice para contrastar con los efectos del Mal de Parkinson que lo aqueja y que lo obligó a dejar a un lado la tarea artística. Sin embargo no se queja: “Soy un agradecido de la vida porque he sido un privilegiado por todo, por Gloria, por los amigos”. “Estoy bien –repite-, venciendo algunas situaciones con voluntad y con los amigos que siempre están, que son infinitos, el capital más grande que tengo”.
¿De dónde vino el estímulo esencial para el dibujo? “Allá en un campito en el que vivíamos cuando tenía cuatro años, ya soñaba que iba a ser dibujante de un diario, y mi abuela se enojaba porque me decía que los artistas se mueren de hambre (risas). Era cierto pero hice lo que soñaba”. Tras el fallecimiento del padre la familia se instaló en Jacinto Arauz. Abuelos maternos belgas y franceses y una abuela española eran su contexto afectivo, pero el arte del dibujo no existía. “No tenía ninguna noción, solo era muy curioso y empecé a dibujar por instinto”.
La escuela secundaria fue en Bahía Blanca donde se animó a un curso de dibujo técnico. Con apenas 15 años se inició en la publicidad. Sus dibujos cayeron bien y lo contrataron del diario El Atlántico. “El piojo era grande y la oferta económica fue muy buena, ahí empecé”. Juntar esos pesos le permitió inscribirse en un curso superior de pintura de la mítica Escuela Panamericana de Arte de Buenos Aires, donde estudió con maestros como Amadeo Dellaqua, Pablo Pereyra, Melgarejo Muñoz, Ángel Borisoff, Enrique Vieytes, Roberto Páez, Carlos Garaycochea, Hugo Pratt, Alberto Breccia y hasta Héctor Oesterheld.
Tras el Golpe de Estado de 1955 contra el peronismo, la colimba lo llevó a la lejanísima Río Gallegos. A su regreso retomó estudios y trabajos, pero fueron los convulsionados años 60 el contexto de su crecimiento como artista. “Hice un trabajo muy grande en la gráfica con el humor político que se llamaba 'La Noticia en el Lápiz'; eran cinco dibujos distintos por día donde unía las noticias con el dibujo. En el 63 también empecé a enviar a La Capital y luego a otros diarios como La Reforma, Primera Hora y La Opinión de Trenque Lauquen”.
Gozaba de libertad para elegir las noticias y dibujarlas hasta la llegada del Proceso Militar de 1976. Igual se las ingenió: su alter ego fue el gatito Michín que le permitió combinar política, periodismo y arte. En los años 70 Ferma también fue guionista radial en LU 33 de “Fermianísimos días”, “Humor en serio”, “Radiomonólogo” y de “Trinito”, un canario que hablaba con los chicos. Hizo dibujos animados para publicidad (el famoso personaje de la ex Tienda Barreiro es suyo); ilustró libros y diseñó el monumento que rinde homenaje a Favaloro en Arauz.
En coma
En 1987 se descompensó y quedó en estado de coma durante un año y medio: “Me morí de golpe, fue como una muerte súbita”. ¿Las causas? “No sé, pero mucho estrés, exceso de trabajo”. La rehabilitación fue dura, incluyó los desafíos de volver a caminar o tareas tan simples como bañarse o comer por sus propios medios. “Tenía una desconexión cognitiva, no podía coordinar, me faltaba la memoria próxima, fue complicado. Menos mal que estaba Gloria que me leía poemas de Bustriazo y de Morisoli”.
Sus obras han sido parte de exposiciones colectivas e individuales, más de 500 perduran en pinacotecas particulares de Argentina, Australia, EU, Japón, Arabia Saudita, Francia, México, Cuba y Brasil, y varias en lugares públicos como la Fundación Favaloro, la Fundación Banco Pampa, Museo Provincial de Artes y la CPE, entre otros.
Su talento y compromiso artístico le permitieron cosechar premios, aplausos y admiradores, entre ellos el artista Gustavo Gaggero quien expuso en 2015 su obra “Ferma x Gaggero” basada en pinturas de Eduardo. ¿Qué lectura tiene del trabajo de Gaggero? “He intentado basar mi obra en la armonía del universo, llevarla a la pintura y la plástica a través de la línea y jugando con el color. Gustavo descubrió que había otros horizontes posibles y los expresó, es otra forma de expresión. Me gustó lo que hizo. Siento que nos vamos pasando la posta”.
Lo mejor de lo mejor
La tarea que le garantizaba el sustento diario fue básicamente la publicidad, caminito que lo condujo hasta Gloria Iribarren, figura esencial en su vida. Fue su compañera durante 44 años pero también su ayudante y organizadora: “manejó mi vida artística, era muy hábil, por ella tengo todo documentado. Fue lo mejor que me pasó en la vida, éramos muy compinches, muy especiales. Nos conocimos de grandes cuando ella estaba en la parte contable de la Chevrolet que tenía relación comercial con mi agencia. Después de siete años de conocernos, un día -no sé cómo- nos juntamos. Es muy duro haberla perdido”.
La amistad infinita
Sus amigos son y fueron muchos. Además de Bustriazo y Morisoli, recordó anécdotas y encuentros con Enrique Fernández Mendía, Norberto Righi, Julio Domínguez, Cacho Evangelista, Raúl Fernández Olivi o su amado René Favaloro (“un tipo increíble, con un sentido de humor y una memoria increíbles, aunque parecía tan serio”). Al bardino le ilustré con serigrafías artesanales, impresas hoja por hoja sobre el mismo libro, 'Tríptico para el Oeste'. Todo gratis, por supuesto. Se las llevó muy contento y le regalé los negativos. Un día, creo que por 2001, Julio apareció en casa a las 7 de la mañana, porque se había enterado del valor de la serigrafía. 'Yo no sabía, te pido disculpas Glorita' nos decía. El Bardino… fue un personaje total”.
Ver también: Ferma esencial
Ferma x Gaggero