A fines de la década del veinte la Argentina se introduce en uno de los períodos más oscuros de su vida. El golpe militar de 1930 que lleva al poder al general Félix Uriburu inaugura lo que luego sería una constante en la historia del país: la interrupción de los procesos democráticos y la instauración de modelos autoritarios y dependientes. Esta época, signada por la corrupción y el fraude como secuelas del autoritarismo, fue identificada como "la década infame". Se hace precisa esta breve introducción para explicar en qué marco histórico se produce la constitución de la Cooperativa Popular de Electricidad.
Publicada en julio de 2005
La aldea
Lo que hoy es Provincia de La Pampa era en esos años un inmenso territorio de casi ciento cincuenta mil kilómetros cuadrados apenas poblado. Períodos de persistentes sequías, sumado a fuertes vientos, produjo uno de los éxodos más notables, sumando un castigo adicional al pionerismo que depositaba en estas tierras sus mejores esperanzas.
Esta situación se reflejaba en la capital, una aldea de apenas algunos miles de vecinos, azotada por las afrentas del clima pero fundamentalmente por la minusvalía política que determinaba su condición territoriana, con gobiernos ejercidos por delegados del poder central, burócratas a quienes estos confines, tan distantes del centro del poder, constituían poco menos que el fin del mundo.
Poder y monopolio
El suministro de la energía eléctrica estaba en manos de una empresa de capitales estadounidenses, la Compañía Sudamericana, con un directorio en Buenos Aires y un gerente local que era asistido por un representante del trust: el "mister" Alan Campbell Towers. La Sudam ejercía el monopolio de la distribución y consecuentemente imponía a los usuarios una tarifa abusiva equivalente a diez veces su valor real.
Esta situación se prolongaba en el tiempo con notable impunidad gracias a las aceitadas relaciones que la compañía, a través de su representante, mantenía con las autoridades del territorio. A éstas, evidentemente, no les importaba en demasía que el costo de la energía conspirara contra el desarrollo de actividades productivas.
La creación popular
Pese a todas estas contingencias desfavorables la indignación pública no tardó en cobrar vida. Es así que a poco de desplegarse la década del veinte comienza a exteriorizarse el malestar vecinal. Paulatinamente van alzando voces con proclamas y demandas que sintetizan y expresan el clamor popular.
Estas coincidencias públicas fueron engrosando hasta que germinó un movimiento social de singular importancia por su número y definición.
Cuatro hombres se confirman como el emergente de este cuadro de situación: Marcos Molas, Juan Palasciano, Octavio Gazia y José Fiscella.Sus principales respaldos lo constituyen el respeto público y su propia honorabilidad. Nada más. Pero nada menos.
Un encuentro luminoso
El 6 de julio de 1930 deciden reunirse en el domicilio del primero de ellos para crear una organización que procure el abastecimiento de energía en forma barata y abundante y que además aporte soluciones al dilema de la carencia de agua potable.
No avanzan en ese encuentro fundamental, en las formas institucionales que tendrá la organización que impulsan, pero establecen a la solidaridad como bandera central del emprendimiento.
No era poca cosa: si en esta realidad de avaricia y lucro resulta arduo promover un modelo basado en este lema, cómo habrá sido a comienzos de siglo y en medio de una situación histórica tan adversa como la descripta al principio.
Lo cierto es que el movimiento vecinal se fortalece y el 31 de marzo de 1931 se ponen a consideración de una gran asamblea pública los estatutos fundacionales de la flamante entidad que entre sus objetivos centrales figura el promover acciones que tiendan al bien común.
Hacia el 1º de octubre
Los cooperativistas, ante la mirada socarrona de la Sudam y la indiferencia de las autoridades gubernamentales, comienzan sus gestiones para poner en marcha una cooperativa de electricidad que supla a la empresa existente. Trabajan con una fecha en mente: octubre de 1935. En ese momento debe renovarse el contrato de concesión que detenta la Sudam.
Es de subrayar que los pioneros constituyen el reflejo de una comunidad progresista y de convicciones democráticas y sociales de gran arraigo, al punto que el movimiento cooperativo coincide con otro de tipo político social que se expresa en las proclamas de la autonomía o con la asunción al frente de la comuna local de vecinos impregnados del ideario socialista.
En este contexto la flamante Cooperativa Popular de Electricidad se presenta a la convocatoria de renovación de la concesión con una oferta y un presupuesto significativamente inferior a la ofrecida por Sudam. Con estos elementos la comuna confiere la distribución a la nueva entidad vecinal, lo que genera la pronta reacción del monopolio y de las autoridades de gobierno que tratan de resistir la decisión municipal.
Un gesto para la historia
Vale la pena detenerse en esta decisión municipal, de una gran envergadura ideológica y política, que por un lado resuelve otorgar el consentimiento de generación a una organización vecinal sin antecedentes en la materia y por otro se enfrenta al gobierno y al monopolio que, para esa fecha, controlaba casi un centenar de usinas en todo el país.
David y Goliat. Así califican los medios de prensa esta historia que asciende a la consideración nacional por su enorme significación. Enseñanza a la que acudimos y nos refugiamos cada vez que la luz de la solidaridad intenta ser opacada por el oscurantismo.