A comienzos de 2019, Milagros, Micaela, Lautaro, Rocío y Santiago se embarcaron, casi sin saberlo, en una aventura transformadora. Estaban empezando el cuarto y quinto año del Colegio Secundario Zona Norte, en el barrio San Cayetano de Santa Rosa, con orientación pedagógica en arte. Se entusiasmaron con la propuesta del profesor Ernesto Álvarez —referente tecnológico de la institución—, y juntos armaron el Taller de Robótica, un espacio extraclase en el que, desde la nada, terminaron construyendo robots y exponiendo su trabajo en competencias y ferias de ciencias. Hoy son referentes para sus compañeros, de que es posible aprender y desarrollar tecnologías que, hasta entonces, creían reservadas a un mundo lejano a la escuela.
Publicada en enero de 2020
Se acercaron por curiosidad, estimulados por el docente, que los invitó a encarar un desafío en el que, incluso para él, implicaba un aprendizaje. “Teníamos cero idea de nada —dice Lautaro—, sólo lo visto en la tele”. Poco a poco fueron incursionando en el mundo de la programación y en la construcción de módulos de automatización Arduino, sorteando cada uno de los obstáculos que se les presentaban, que no fueron pocos. “Fue tremendo vivir algo diferente, ver cómo, de no saber nada, fuimos aprendiendo y pudimos lograr esto”, dice Micaela.
El proceso de aprendizaje fue extenso. El grupo, sin embargo, se mantuvo firme. “La robótica es un proceso que es largo, los resultados los ves al final y sostenerte en el tiempo es todo un desafío —explica Álvarez—, pero ya ellos están pidiendo venir de nuevo el año que viene”. Y no solamente ellos quieren seguir; a partir de la trascendencia de su participación en la Segunda Competencia Nacional de Robótica y en la VII Exposición de Ciencia y Tecnología de Argentina, ExpoCyTAr 2019, muchos compañeros del colegio también quieren sumarse; e incluso algunos padres del barrio se acercaron a preguntar si sus hijos podían asistir al taller aunque no sean alumnos del establecimiento.
El resultado: dos robots para jugar al fútbol en una cancha especialmente construida, también por ellos. Y como el colegio tiene orientación artística, decidieron vincular lo que estaban haciendo con esa área, y caracterizar a los robots como dos personajes animados que alegraron su infancia: Wall-E y Mate, de la película Cars.
Así, el taller se transformó en un espacio en el que se fueron combinando muchas de las cosas que más estimulaban a sus cinco integrantes. Además de la curiosidad de ese universo desconocido de la robótica, la posibilidad de conectar el aprendizaje con otras inquietudes y hasta con otras materias que estaban cursando. Empezaron a querer estar más tiempo en colegio, muchas veces fuera del horario de clases, y creen que mejoraron su rendimiento en el estudio. Por ejemplo, cuenta Santiago, en la materia Inglés, en la que no le estaba yendo muy bien, la necesidad de manejar términos básicos para la programación, lo hizo dedicarse más y se ilusiona con una mejor nota al final de la cursada.
Lo que más los impactó fue haber podido participar en la competencia y en la exposición, poder estar, con apenas unos meses de desarrollo, junto a otros equipos que vienen trabajando hace años y cuyos logros les mostraron todo lo que pueden llegar alcanzar si se lo proponen. “Vos podés motivarte con otros robots que son mejores que los que armamos, y podés imaginarte lo que podríamos llegar a hacer nosotros, que recién empezamos”, cuenta Lautaro.
El taller es una de las muchas iniciativas que cada día, con mucho esfuerzo y a veces con poca difusión, surgen dentro del sistema educativo estatal. Propuestas inclusivas, democratizadoras del conocimiento, para que todos los estudiantes, no importa su situación social ni el lugar en el que viven, accedan a un mundo que, de otro modo, puede resultarles esquivo. “La educación pública —afirma el profesor Álvarez— se sostiene por sus actores, docentes y estudiantes, y lo que hemos demostrado con este taller es que se puede hacer en cualquier lado y nosotros, como adultos, tenemos que estimular a los chicos”.
Milagros Palacios, Micaela Gonzaga, Rocío Becerra y Santiago Caceros estaban en cuarto año cuando empezaron el taller; Lautaro Pérez, en quinto. A todos les queda muy poco para terminar el secundario. A partir de allí se abre ese enorme tiempo en el que, por ahora, en parte es incertidumbre y en gran medida territorio de la ilusión. Un territorio en el que, aunque a principios de año no lo hubieran imaginado, ahora se animan a soñar que, ¿por qué no?, podrían dedicarse a esto que los terminó apasionando: la robótica.
Premio de la CPE
En noviembre, el Consejo de Administración de la CPE resolvió premiar la experiencia del Taller de Robótica del Colegio Secundario Zona Norte, en reconocimiento a la creatividad y el entusiasmo emprendedor de los estudiantes. La Cooperativa entregó 15 mil pesos a la Cooperadora de la institución, que serán destinados a solventar las actividades del taller que, a partir de la destacada participación que tuvo en la VII Exposición de Ciencia y Tecnología de Argentina, ExpoCyTAr 2019, organizada por Club de Ciencias y Tecnología Amún Kamapu, se convirtió en foco de atención para el resto de los alumnos del colegio que ya anticiparon su intención de sumarse en el próximo ciclo lectivo.
El premio fue entregado por el presidente y la secretaria del Consejo de Administración de la CPE, Alfredo Carrascal y Julieta Carrizo Sánchez. Lo hicieron en el colegio y en presencia del docente a cargo del taller, además del director del colegio, Pablo Garro; la vicedirectora, Alejandra Alfageme; y los impulsores de ExpoCyTAr, Rut Domínguez —presidenta de la Red Argentina de Recreación en Ciencia, Tecnología y Comunicación (Arciteco)—, y Ricardo Caso, del Club de Ciencias y Tecnología Amún Kamapu.