Los ecos de la semana en que ocurrió el Cordobazo en 1969 llegaron amortiguados a La Pampa. Sin embargo, alumnos universitarios y secundarios, docentes y militantes se movilizaron por las calles céntricas de Santa Rosa demostrando que había una juventud que despertaba a los aires de los comprometidos años '70.
Publicada en mayo de 2006
En 1969 el país explotó contra la dictadura militar de la Revolución Argentina. Una corriente de desobediencia recorrió varias ciudades y obreros y estudiantes salieron a las calles para oponerse a la política represiva del gobierno del general Juan Carlos Onganía.
Durante el mes de mayo se habían sucedido varios levantamientos masivos de universitarios en distintos puntos del país. En Corrientes y Rosario los alumnos se levantaron por cuestiones estudiantiles y reclamaron por sus derechos. La represión también llegó a cada manifestación y los jóvenes Ramón Bello, Luis Blanco y Juan José Cabral cayeron víctimas de la represión policial en Corrientes, Rosario y Córdoba.
El descontento se potenció con la proscripción y la radicalización política de una juventud que se abría camino en la historia a través de la protesta.
El 29 de mayo la CGT de los Argentinos declaró un paro nacional y una aluvional fuerza popular tomó las calles. El epicentro fue la capital de Córdoba donde los estudiantes universitarios y trabajadores marcharon y tomaron el centro.
Cuando avanzaron hasta allí los efectivos, jóvenes y obreros los enfrentaron con adoquines y piedras arrojadas con gomeras. Los rebeldes resistieron y levantaron barricadas en plazas y esquinas. Mientras, una lluvia de granadas de gas y tiros salpicaban sus filas. Tras la violenta rebelión que incluyeron incendios y caballos cargando contra la gente, Córdoba fue tomada por los manifestantes.
La rebelión popular duró varios días hasta la intervención del Ejército. La revuelta fue sofocada con un saldo de catorce muertos y cientos de presos políticos. Los principales dirigentes sindicales cordobeses, Agustín Tosco, secretario general del gremio de Luz y Fuerza, y Elpidio Torres, de SMATA, fueron sometidos a un rápido tribunal de guerra y condenados a prisión.
Poco después, golpeado y disminuido, el general Onganía fue reemplazado como presidente y la dictadura militar comenzaba a dejar paso, no sin resistencia y violencia, a la democracia.
Muy de cerca
¿Vivió La Pampa su Cordobazo? En la provincia la gran ola de protesta que sacudió al país tuvo los matices propios de la sociedad local. Atenuados, los aires de liberación llevaron a que estudiantes universitarios y secundarios, docentes y militantes de izquierda salieran a las calles a apoyar pacíficamente a los activistas de otros puntos del país y repudiar la represión.
La protesta se dio en los días previos a la rebelión popular, cuando se conocieron las muertes de los estudiantes Bello y Cabral.
El miércoles 21 de mayo de 1969, los alumnos del Instituto del Profesorado Secundario tomaron la iniciativa de hacer un paro de actividades por 48 horas luego de una asamblea. A ellos se les sumaron los alumnos de la Universidad que cursaban Agronomía y Económicas con una medida por 24 horas. Y luego se cerraron los colegios secundarios que se plegaban en solidaridad con los universitarios: primero el Industrial, luego el Normal, el Nacional y el Nocturno de Bachilleres, con espontáneas reuniones de alumnos en las veredas y las aulas de los establecimientos.
Un viento nuevo comenzó a soplar en la capital. En las primeras horas de la mañana los secundarios más activos anunciaron el paro que habían propuesto los universitarios y los alumnos de quinto y cuarto año corrieron la voz hasta que las aulas fueron totalmente abandonadas.
En el Normal, los jóvenes fueron obligados a cursar por sus directivos. Dos alumnas de dieciséis años que difundían el paro estudiantil, fueron detenidas por un policía del área de Investigaciones que estaba de civil parado en la puerta de acceso al establecimiento, hecho repudiado por los padres presentes en el lugar.
Por el centro
Esa tarde del 21, una gran marcha de silencio convocada por los universitarios de Economía recorrió el centro santarroseño a las 19.30. La larga fila tomó por varias calles hasta llegar a la iglesia Catedral. Allí se ofreció una misa por los caídos. El lugar fue colmado. Afuera aguardaron los jóvenes que no eran católicos. Al retomar la concentración, un millar de personas colmó otra vez las calles céntricas ya de noche y bajo el frío. De cerca, una treintena de policías de civil custodiaba a los activistas. Por su lado, varios comerciantes de la zona acompañaron el reclamo de los jóvenes y apagaron las luces de sus negocios.
En la ciudad de General Pico, hubo también un movimiento similar con una larga marcha que partió del colegio Nacional hasta la plaza España, detrás de las vías.
Al día siguiente, el 22 de mayo, los estudiantes de Económicas habían resuelto un nuevo paro.
Pero el rectorado de la Universidad extendió el receso de actividades hasta fin de ese mes ante los episodios que conmovían al país. La medida hizo que el frente de los universitarios se diluyera pues muchos alumnos prefirieron volver a sus lugares de origen. Entre los secundarios, la oposición de los directivos a la protesta hizo que la imposición de faltas mermara el entusiasmo de los movilizados.
En negro y rojo
No todo iba a quedar en la nada. Unos cuantos universitarios y secundarios -que enfrentaron la desmovilización, las inasistencias y las amonestaciones- continuaron durante los días siguientes cantando el himno nacional frente al monumento del general San Martín en la plaza central. El día 25, durante los actos patrios en Santa Rosa una de las pocas ciudades del país donde se realizaron ese tumultuoso año, los jóvenes volvieron a hacer notar su presencia luciendo crespones negros y repartiendo cintas oscuras al público en señal de duelo, mientras se realizaba el desfile cívico-militar en la avenida San Martín.
La noche previa, manos anónimas habían dejado sus muestras de repudio a la dictadura. Sobre el pie del mástil ubicado frente al municipio donde iban a pasar las filas militares figuraba la leyenda "Asesinos" y la imagen de varias manos ensangrentadas; el monumento al General San Martín en la plaza principal tenía colocado un cartel con la misma leyenda.
Todo un hecho inédito que acompañó el reclamo pampeano contra la represión. Fue, en el marco del Cordobazo, apenas una chispa en la gran tormenta. Pero en la capital pampeana fue toda una novedad que preocupó a sus autoridades y, en perspectiva, abrió para la provincia los tiempos de los '70 con sus manifestaciones gremiales, políticas y sociales novedosas para esa sociedad provinciana.
Estudiantes en pie de guerra
Una anécdota de aquellos días se desarrolló en la Escuela Normal y habla de la nueva generación de jóvenes que tomaban posiciones a fines de los '60 en un país convulsionado. La mañana del 21 habían sido detenidas dos jóvenes de quinto año que estaban pegando en el acceso al secundario un cartel que informaba sobre la razones por las cuáles los últimos cursos no iban a entrar a tomar clase y trataban de convencer a los demás estudiantes.
Los casi noventa alumnos de quinto año no entraron al colegio, aun sufriendo las amenazas de doble falta. Entre ellos la abanderada de la institución.
Pasado el día de la marcha, llegó una celebración patria y la rectora le hizo saber a la estudiante que portaba la bandera que no podía tener ese honor por tener una falta injustificada. Su lugar lo pasaría a desempeñar el hijo de la mujer que también era alumno de quinto.
Los compañeros de curso se reunieron en la puerta de la rectoría y le hicieron conocer que si eso pasaba no iban a aplaudir el ingreso del pabellón al acto. Entonces el hijo se enfrentó a la directora de la entidad y después de unos 15 minutos el lugar volvió a ser ocupado por la alumna. Los aplausos "parecieron hacer caer los techos", comentó una ex compañera de esa promoción al referirse a esta anécdota.
*Norberto Asquini es periodista