En la década del 45 al 55, los primeros pasos hacia la planificación e implementación de una política sanitaria en el país, encuentran al entonces Territorio Nacional de La Pampa, en un estado desolador en materia de infraestructura de salud para una población que se había acostumbrado a recurrir al socorro de la curandería para la atención de sus enfermedades. Perseguida y estigmatizada en un proceso de institucionalización de la medicina, esta práctica popular tenía como protagonista central a la mujer, a quien las pautas culturales encomendaban, de acuerdo con su concepción de la "división sexual del trabajo", además de la "patriótica" función reproductora, el cuidado y la atención de la familia y el hogar, y por extensión, de todas aquellas tareas que no fueran monetariamente remuneradas.
Publicada en junio de 2000
Estas son algunas de las conclusiones del trabajo de investigación "Mujeres, medicina formal y medicina empírica en el Territorio Nacional de La Pampa a mediados del siglo XX" de la profesora de Historia de la UNLPam, Mónica Morales, en el que describe la importancia de la curandería y otras prácticas médicas "informales" en la vida cotidiana de los pobladores del Territorio durante un período en el que, al mismo tiempo que se creaba la Secretaría de Salud con rango ministerial, se ponía en marcha el Plan Analítico de Salud Pública (P.A.S.P.), como parte fundamental del primer Plan Quinquenal del gobierno de Juan Domingo Perón. El incipiente proceso de industrialización requería de un fuerte control sanitario que garantizara un estado saludable de la población que pudiera sostener la expansión económica pretendida.
Los primeros estudios del P.A.S.P. se topan con una realidad difícil en materia sanitaria en lo que actualmente es La Pampa. La pobreza estructural de los servicios de salud en todo el territorio, pero especialmente en las áreas marginales y de menor impacto económico y demográfico dejaba, a mediados de la década del '40, a casi el 10 % de los habitantes sin ningún tipo de asistencia médica, ni pública, ni privada. "Los establecimientos de salud se aglutinan -afirma Morales- fundamentalmente en los centros urbanos de importancia y tanto su capacidad (medida en número de camas por habitantes y número de profesionales) como el grado de complejidad de los mismos, nos hablan de la restringida capacidad en esta área de un territorio que desde hacía tiempo pedía para sí la provincialización y que, hasta tanto se concretara, debió depender de la voluntad del gobierno nacional para dotarlo de infraestructura adecuada para la atención de su población".
Las estadísticas en este sentido son elocuentes: para una población total de 167.352 habitantes, en el Territorio se disponía de 705 camas para internación en 1945, es decir, 237 personas por cama. Los organismos internacionales consideran como una capacidad mínima para una atención adecuada, la cantidad de 10 camas por cada 1.000 habitantes, esto es, 100 personas por cama.
El curanderismo
En un contexto como éste, no resulta extraño que la práctica del curanderismo y de lo que finalmente, con la institucionalización de la medicina científica occidental, se catalogaría como "ejercicio ilegal de la medicina", constituyese un recurso fundamental para los habitantes de la región. De hecho -señala la profesora-, quienes practicaban el curanderismo, en su mayoría mujeres, se transformaron en "agentes sanitarios de base, en activas partícipes de la atención primaria de la salud".
De acuerdo con una investigación anterior, realizada por la investigadora María Herminia Di Liscia, "en el territorio pampeano, tal como en otras regiones del país a principios del siglo XX, la medicina formal era el último escalón al que accedían los enfermos. Por una cuestión económica o bien afectiva, se consideraba que la dolencia debía solucionarse primero en el hogar, luego se requería la ayuda de un vecino/a que tuviera algunos conocimientos o habilidades, después, si la curación no tenía éxito, se buscaba a un curandero/a y, por último, al médico".
Por otra parte, el gran desarrollo científico-técnico de la medicina, cuya socialización comenzaba a materializarse en el marco del programa sanitario nacional, trajo consigo algunas consecuencias inesperadas, como "el distanciamiento de los aspectos físco-biológicos de la enfermedad de los psicológicos, olvidando muchas veces, además, los aspectos sociales". La actividad médica, el lenguaje sumamente especializado, las escasas explicaciones, "coloca al paciente en una actitud pasiva ante un 'universo extraño, regido por reglas y normas que desconoce y le infunden temor' que lo hacen acercarse a otras prácticas médicas o la reafirmación de prácticas alternativas", cita la autora.
Este complejo panorama al que se enfrentó el proceso de institucionalización médica por su necesidad de impulsar políticas activas y planificadas, se tradujo en una explícita intención de reprimir el curanderismo. En este sentido, el Plan Analítico era taxativo: "el curanderismo es el delito en que incurren las personas que, sin estar legalmente autorizadas, ejercen cualquier actividad correspondiente a las profesiones médicas y sus ramas auxiliares". Y su correspondencia en el Código Penal quedó establecida en el artículo 208, según el cual esta práctica, que constituye el delito de ejercicio ilegal de la medicina, de la obstetricia y de la odontología, "será reprimida con prisión de 15 días a 1 año".
"La medicina científica -señala Morales-, dentro del amplio espectro de métodos curativos, es la única que se instruye sistemáticamente a través de la educación formal y la única legalmente autorizada a practicarla a partir de profesionales formados a tal fin". La persecución de cualquier otro tipo de práctica resultaba inevitable para el discurso oficial del momento.
Los procesos y el papel de la mujer
Dos aspectos de los procesos iniciados por "ejercicio ilegal de la medicina" durante este período llaman particularmente la atención: por un lado, el 82,6 % de los procedimientos se originan "de oficio", por iniciativa policial, o por denuncias de profesionales relacionados con alguna rama de la salud, de lo que se desprende que sólo un pequeño porcentaje se inicia a partir de denuncias de personas afectadas; por el otro, el 61 % de los procesados son mujeres y casi la mitad de ellas de origen extranjero un índice elevado en un momento en que sólo el 13,3 % de la población no era nativo.
El primero de ellos encuentra una explicación sencilla en el hecho de que, en general, el o la curandera eran vecinos, parientes o al menos conocidos que, en la ausencia de un médico o centro sanitario, resultaban de utilidad. Esto es: tenían una funcionalidad para la salud que sólo comenzó a disminuir en la medida que se extendía el sistema médico formal oficial. La persecución del curanderismo era más una preocupación oficial que de la sociedad. "A través de la interiorización en los distintos casos -asegura la profesora-, queda evidenciada la complementación entre la estructura de represión policíaca, en su tenaz persecución a las curanderas, y el sistema médico formal en sus actitudes atentatorias contra la existencia de una línea informal de asistencia a la salud que compite con ellos".
La explicación del segundo de los aspectos es más compleja y requiere una revisión de las pautas culturales imperantes en una sociedad, organizada al calor de un sistema económico dominante y en expansión como el capitalista en ese momento. Visto desde un enfoque marxista, Morales analiza cómo la ideología de la "división sexual del trabajo" en interacción con el modo de producción y acumulación capitalista, relega a la mujer a una función meramente reproductiva, y cómo esta visión entra en conflicto con las necesidades crecientes de mano de obra del sistema.
"La práctica del curanderismo -afirma Morales- refleja una continuidad de las tareas domésticas no remuneradas", lo que explica, en el contexto cultural descripto, por qué es, en general, la mujer la que se dedica a su ejercicio. Pero la urgencia por captar mano de obra, estructura un espacio, el de la salud, en el que la mujer es incorporada al mundo público, tradicionalmente masculino, sin que pierda su "función histórica y natural".
"De esta manera, la figura femenina cobra una importancia primordial como actor central en la política sanitaria del gobierno", apunta la profesora y agrega: "desde la política oficial, visualizado desde sus planteos discursivos, como asimismo en sus realizaciones materiales, existe una clara apelación al redimensionamiento del rol tradicional de la mujer, lo que implica, a primera vista, la acotación de la figura y el rol desempeñado por la mujer en sus aspectos más tradicionales: fundamentalmente en su desempeño en cuanto a sus funciones como 'curadora' y portadora de los 'saberes' transmitidos tradicionalmente".
A modo de colofón, es preciso señalar que la mayor parte de las causas judiciales por ejercicio ilegal de la medicina y profesiones conexas de la década 45-55 fueron sobreseídas, provisoria o definitivamente, en un período muy breve.
* Mónica Morales es recibida en la UNLPam y “Mujeres...” forma parte de un trabajo por una Beca de Iniciación a la Investigación de la Facultad de Ciencias Humanas en 1996, realizado bajo la dirección de la Lic. María Herminia Di Liscia. Fue presentado en las XI Jornadas de Investigación de esa unidad académica.