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LA COLIFATA PASÓ POR SANTA ROSA

Internos del borda estuvieron en Santa Rosa a un año de la creación del Programa de Reinserción de Salud Mental del Hospital Lucio Molas. Hicieron radio en la plaza San Martín. Ésta es la historia de los colifatos. Un disparador sobre los estereotipos de la enfermedad mental.

Publicada en enero de 2006

En el medio de la plaza San Martín hay un perro que anda en busca de una perra, una estatua de un San Martín bronceado que se empecina en señalar para el oeste, otro perro sin perra, y una señora de unos 60 años que con rulos fabricados con ruleros, parece sufrir sobredosis de Crónica TV y ahora ha salido a alarmar a las vecinas. La muy señora anda diciendo que por allá hay, así dice, unos locos.

Los locos son los de la ya mítica LT 22 Radio La Colifata, la emisora que desde hace quince años comandan los internos del neuropsiquiátrico de El Borda, y que por unas horas están en Santa Rosa, en conmemoración del primer año del Programa de Reinserción de Salud Mental del Hospital Lucio Molas.

La radio abierta ya empezó y uno de los autodenominados colifatos, elegantemente putea micrófono en mano a un tal Menem, a otro se le dio por la poesía y está hablando del amor y de las flores y, más allá, una suerte de movilero llamado Jagger 22 le está preguntando a una señora descolocada de qué color le gustan los calzones de su marido.

Con cosas así se pueden encontrar quienes escuchan La Colifata, un proyecto terapéutico y de rehabilitación que fue pionero en el mundo. Ahora, el trabajo se está copiando en todo el planeta. Y no es exageración.

200601 Colgados de la radio 3

En la operación: Alfredo Olivera.

El nacimiento

Alfredo Olivera tiene unos 35 años, el pelo estilo oveja sin esquilar, un papel firmado por un rector de una universidad que dice que es licenciado en psicología, y el orgullo de ser el creador de la radio, en agosto 1991. “En ese momento no tenían los equipos para transmitir. Pero me di cuenta que con un pequeño grabador y con un posterior trabajo de edición, bajo criterios ético-terapéuticos y estéticos, finalmente podíamos poner al aire sus mensajes en una FM comunitaria”, explica el coordinador de la emisora.

Hoy los microprogramas se escuchan en más de 30 radios del país. “Se trata de un acto creativo donde, en nuestro caso, la materia prima es el dolor y de él hacemos metáfora, no negación, ni banalización, ni morbo”, dice Olivera.

“Los colifas no somos artistas. Somos luchadores. Tratamos de cambiar lo que nos pasó, el estar encerrado, por algo positivo y contagioso”, explica este ex paciente que se hace llamar Trinity y que, con pelo ultra-blanco incluido, es el calco de ese científico loco de la película “Volver al Futuro”.

El programa de Trinity -que como los otros conductores y locutores intenta ayudarse y ayudar a los pacientes a enfrentarse con los problemas y a promover la solidaridad de la sociedad-  ha tenido varios nombres. Entre otros, Electroshock 375 -a principios de la década de los '90, cuenta, se aplicaba mucho electroshock en el Borda, y 375 es el número de la dirección del instituto- y Caro Cuore -para recaudar ropa interior para las internas que no tenían ni calzones ni corpiño ni nada-.

Lo peligroso

Más allá, el que te dije sigue micrófono en mano puteando a Menem y su ola privatizadora y otro dice que los locos, en realidad, son los que permiten que políticos metedores de sus manos en la lata caminen como si nada por la calle.

Aldredo Olivera cuenta que la radio se emite todos los sábados desde los jardines del Borda y que tiene básicamente dos objetivos: uno clínico y otro de sentido comunitario. El clínico, funcionando como terapia o complemento terapéutico para los pacientes, ayudando a su recuperación y reinserción social. Y el comunitario, operando sobre el imaginario social como instancia de reflexión, generando preguntas en relación a la certeza de la ecuación locura igual a peligrosidad, y promoviendo acciones solidarias de parte de la sociedad.

Por ahí también anda un tal López, seudo-payador él, de unos, digamos, 65 años, grandes anteojos con vidrios tipo culo de botella, que la emprende con los que empastillan a los pacientes. Que dice que cada día vé menos. Que mire si verá menos que hace unos días mandó a la cucha a un caballo. Que anda contando cuentos ahora:

-El viejo Melitón Fernández miraba las cosas de la misma manera y siempre las veía del lado bueno- cuenta López-. Una vez, en que se hablaba de accidentes, él dijo, sereno y agradecido, como siempre: “Yo nunca jamás de los jamases tuve un accidente alguno”. Y ahí exclamó asombrado el tape Ruiz: “Cómo que no, don Melitón Fernández. ¿Y cuándo lo mordió el chancho?” Y el viejo respondió: “Accidente se le llama a una cuestión de la casualidad, muchacho. Vaya aprendiendo: a mí el chancho me mordió a propósito...”.

Todos ríen y parecen felices y ponen música. Y hasta un ministro que está mirando se pone a bailar. Yo no. Yo hablo con otro.

200601 Colgados de la radio 2

Horacio Surur, el poeta.

Horacio Surur tiene 41 años, un respetado espacio como conductor en La Colifata, una remera roja, una libreta que dice que está separado y que tiene cuatro hijos, y una tos que parece la madre de todas las toses. “Es el cigarrillo”, distribuye culpas. “La radio derriba las barreras. Rompe el muro, como decimos. Porque el muro que rodea el hospital ya no existe porque la antena lo demuele”. Y sigue tosiendo y dejo las preguntas para un rato después.

Ahora le dan espacio a internos del Molas y a una se le dio por los chimentos novelados, y anda comentando a la decena de espectadores que su hija tiene un carácter que ni te cuento, que ya al mes al primer novio lo mandó al diablo, que finalmente se casó con un tipo que es recontra-requete-rico, pero que la muy guacha no lo visita en el hospital.

Loco tú, loco él

Trinity, uno de los conductores emblemáticos de la radio junto a Beatnik y Surur, me cuenta que se casó una, dos, cinco veces, que tiene hijos y algunos nietos,  y que los pelos suyos son tan pero tan blancos que pasarían el desafío de la blancura. “Yo llegué a descubrir hace dos años que nunca estuve loco. Es la vida la que te vuelve loco. A uno lo tocó la circunstancia de entrar a un neuropsiquiátrico y otros hacen el mismo tratamiento en un hospital de agudos o en su propia casa tomando psicofármacos y nunca se internan. A nosotros nos tocó la peor parte: ser discriminados por locos, que es lo peor que te puede suceder. Es que a un ciego le ayudan a cruzar la calle o a un inválido le dan el asiento en el colectivo, pero a un loco le escapás”.

Surur, ese del cigarrillo y la tos, ahora me dice que se dedica a vender artesanías arriba de un colectivo, que hace seis años que pertenece al staff de la radio, que la emisora le permitió viajar a España y estar con el cantante Manu Chao, que estuvo internado un par de años porque le diagnosticaron locura tras un problema de depresión y que escribe versos sobre, por ejemplo, los senos de una tal Casandra, de flores de lis que caen del cielo, de mártires, de corazones rotos y otras cosas que todo poeta loco, y no tanto, se dignaría escribir. Y otra vez, la tos.

“Yo no volé la AMIA, pero a mí me encerraron”, cuenta ahora Trinity. “Y los responsables de volar la AMIA siguen libres y tapados por la propia Justicia. Ja”, dice y todos asienten y se ponen otra vez a bailar. A la señora de los ruleros no la vi más. Debe estar mirando Crónica TV para ver si hay algo más de qué alarmarse.

*Sergio Romano es periodista