Tras las campañas de conquista y expoliación de las poblaciones indígenas en lo que luego sería el Territorio Nacional de La Pampa, comenzó un rápido re-poblamiento que se acompañó con la llegada de capitales y la puesta en producción de las nuevas tierras bajo una lógica agropecuaria y mercantil-capitalista. Entre un sinnúmero de modificaciones que comenzarían a tener lugar a partir de entonces, desde el punto de vista alimentario el crecimiento demográfico impactó en términos de una mayor demanda de bienes que buscaban satisfacer las necesidades –básicas y no tan básicas– de los primeros pobladores, y ya sobre la década de 1890 comenzó a resultar preocupante la alimentación del grupo productivo por excelencia: los trabajadores agrícolas.
Santa Rosa es apenas una aldea de poco más de ochocientos habitantes a fines del siglo XIX. Pugna afanosamente por dejar de ostentar esta condición para convertirse en una dama promisoria en la escena nacional.
Cuando el general Miguel Duval llegó a La Pampa en 1939, no tardó en tomar conciencia -como muchos de sus antecesores- que el verdadero poder pasaba en esos años por las municipalidades y que las limitaciones presupuestarias y operativas dejaban al gobernador un estrecho margen de maniobra.
En 1974 la Cooperativa Popular de Electricidad vivió uno de los embates más fuertes del poder político para hacerse de la conducción. El sindicalismo peronista intentó desplazar a los dirigentes cooperativistas, que impidieron con sus votos el desmantelamiento de la entidad solidaria, según recuerda Norberto Asquini en su libro "Crónicas del fuego".
"- A medida que describís tus emociones de cuando asististe al estreno de esa película portentosa, en aquel cine de tu infancia pueblerina, fui recordando que alguna vez, Julito comentó que un marinero del Potemkin vivió en La Pampa..." cap. 39, pág. 120
Hace varias semanas, y en el marco de las luchas mapuches y la desaparición forzada de Santiago Maldonado, se ha visto y escuchado en varios medios de comunicación la reiteración de una afirmación antigua y que se da por cierta: que los mapuches (o araucanos, como también suelen decirle aún) no pueden reclamar territorios en Argentina porque sus antecesores son invasores de Chile.
El territorio que abarca nuestra provincia esconde misterios que cada tanto afloran con fuerza, movilizando la curiosidad y el asombro de los propios pampeanos. Personas y personajes, hechos que influyeron y decidieron la historia, fechas, lugares, sueños y frustraciones, que pueblan nuestra geografía, suelen ser rescatados desde el anonimato por el arte de quienes sienten profundamente la necesidad de conocer más esta tierra y su gente.
En las últimas dos décadas los pueblos originarios irrumpieron en la escena política de los países latinoamericanos, como sujetos de derecho y actores políticos con reivindicaciones legítimas. En ese marco, los estados nacionales comenzaron a legislar y producir políticas sobre la cuestión indígena, al tiempo que los propios movimientos indígenas interpelaron sobre el modo de integración al orden social vigente y las posibilidades de hacer efectivos sus reclamos. A su vez, las demandas hicieron que las comunidades buscasen nuevas formas de identificación a través de la cual reivindicarse como indio.
Desde el siglo XVI, cuando tuvieron que huir de Suiza perseguidos por su diferente concepción del cristianismo, viven dispersos en el mundo, sin más lujo que una fe inquebrantable que los lleva a conservar sus costumbres más allá de los siglos.
El 19 de abril, en la revista 1º de Octubre de la CPE publicamos el artículo de Rubén Evangelista “Dos exilios que no pudieron con una amistad”, sobre los artistas Uruguayos Yamandú Palacios y Oscar Perna, coautores de una de las canciones emblemáticas del repertorio de su compatriota Alfredo Zitarrosa: “Coplas al compadre Juan Miguel”.
La gesta de las cooperativas y en particular del servicio de distribución de energía está repleta de “historias” personales: gente que resolvió situaciones de hecho con las pocas herramientas que tenían a mano y que antepusieron el interés de muchos por sobre el límite de sus propias responsabilidades. Don Clemente César Rodríguez tiene un espacio ganado, de esa forma, en el respeto y reconocimiento de los viejos vecinos de Ataliva Roca. Entre 1.962 y 1.971 fue el responsable del motor comunal que generaba y distribuía la energía entre los pocos pobladores del pueblo.
Entre 1901 y 1911 existió “Mariano Miró”, un pueblito forjado frente a la estación del tren del ramal Ferrocarril Oeste que unía Retiro y Mendoza. Ubicado entre los que hoy son Hilario Lagos y Sarah, en el límite norte pampeano con Provincia de Córdoba, Miró desapareció sin dejar rastros. La documentalista piquense Franca González, conjugó investigación propia y bellas imágenes, para reafirmar el derecho a saber, a desenterrar del olvido una partecita de nuestra historia.
Casi 90 años más tarde, la crisis económica y social vuelve a recrear escenas que rememoran uno de los emplazamientos populares que, desde la década del 30 hasta la del 70, fue parte del paisaje de la ciudad en las inmediaciones de la laguna Don Tomás.
En el transcurso de la década del treinta, en un contexto signado por la extrema sequía, un profundo proceso erosivo y el despoblamiento de las zonas rurales del entonces Territorio Nacional de La Pampa, los gobernadores locales impulsaron, sin éxito por cierto, la creación de instituciones que atendieran estas problemáticas. Recién dos décadas más tarde pudo materializarse ese viejo anhelo con la inauguración de la Escuela de Agricultura y Ganadería de Victorica.
No hubo momentos fáciles en la tarea de diseñar, desarrollar y afianzar esta asociación comunitaria que, con el correr del tiempo, se confirma en las efemérides santarroseña y pampeana como una de sus máximas realizaciones colectivas.
Como muchas otras poblaciones de La Pampa, exceptuando las de origen puramente militar como Victorica y General Acha, Santa Rosa nació de una iniciativa privada. No obstante bien puede decirse que también fue de entraña militar. Ninguno de sus gestores —por nombrar de algún modo a quienes estuvieron ligados a la génesis— era o había sido totalmente ajeno a la actividad de las armas. Por múltiples factores y por encima de los conflictos y reyertas puertas adentro en el estamento político y dirigencial, aquel momento histórico era favorable a este tipo de emprendimientos.
Por estos días estamos transitando los 40 años del nacimiento, en Santa Rosa, del quinteto instrumental y vocal Confluencia, formación artística que marcó una referencia visible y trascendente en el desarrollo de nuestro Cancionero Folklórico Pampeano.
"Hay que poblar las Escuelas Normales con los hijos de los Territorios, porque el amor al terruño es un fuerte lazo. Sino todos, muchos maestros se quedarán allá toda la vida como educandos, como jefes de familia o como hombres de trabajo independiente..." Raúl Basilio Díaz.
A lo largo de su historia, la CPE fue pionera en muchísimas ocasiones. En 1949, fue la primera cooperativa en el país que amplió sus servicios más allá del lugar de nacimiento, al extender la provisión de electricidad a Toay. Ese año se adquirió la finca en la que funcionaría en la localidad. “Pedrucho” Tamborini sería por años el responsable de mantener el servicio en funcionamiento, incluso en las condiciones climáticas más adversas.
La Escuela Hogar de Santa Rosa sigue siendo un espacio cultural de los pampeanos que reivindica una etapa de nuestra propia historia como comunidad, aun cuando se mantenga ocupada por el Ejército. Pese a esta flagrante contradicción, el imaginario popular la sigue denominado Escuela Hogar. El extendido anhelo de recuperarla por ahora se ha visto frustrado pero, como bien se dice, la esperanza es lo último que se pierde.
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