El cooperativismo educacional es incipiente en nuestra provincia, visto en el contexto nacional donde algunas provincias ya han conseguido un buen desarrollo. En el caso pampeano, ideas y buenas intenciones no faltan, y hasta ejemplos concretos que vale observar con atención.
Hace pocas semanas esta revista publicó la realidad que ya es la cooperativa escolar “Atrapasueños”, organizada y compartida por docentes y estudiantes del Colegio Secundario Proyecto I, en el barrio Esperanza de Santa Rosa. Adriana González es docente, cooperativista y militante de un modelo escolar inclusivo y solidario. Integra el grupo que impulsó “Atrapasueños” y repasó varios conceptos y datos en los que enmarcar el cooperativismo escolar en Argentina.
Primero, lo primero. La pandemia que asaltó al planeta a principios de 2020 nos ha impactado, sin tener aún claros todos sus efectos sociales e individuales que dejó. Hoy, los viejos problemas se combinan con los nuevos y por eso los gobiernos locales y nacionales, pero también las organizaciones de la Economía Social y Solidaria o los ámbitos académicos, tienen más desafíos. “Se vuelve imprescindible generar otras propuestas y alternativas para el abordaje del desarrollo territorial basado en la sustentabilidad, la solidaridad y la reciprocidad”, dice Adriana para contextualizar.
La histórica consigna de construir una sociedad más justa no se rinde, pero exige —como siempre— una participación colaborativa entre los y las ciudadanas, que contribuya a transformar realidades, superando el aislamiento, el individualismo y la desigualdad económica y social. La educación pública no debe perder su rol central, porque ratifica su capacidad inherente de procurar participación, cooperación y solidaridad.
Para la docente, la formación integral demanda un pleno desarrollo de las capacidades, habilidades e intereses de cada persona, y la formación permanente exige contenidos de verdadera significación social y científica, que propicien una ubicación real en el contexto histórico social al que pertenece. En ese sentido, sostiene que la educación cooperativa, desde un enfoque transversal e integral, significa “educar para la vida” porque, a través de una educación en valores, permite a los y las estudiantes sensibilizarse y posicionarse ante los problemas, enjuiciarlos críticamente, adquirir actitudes positivas y proactivas.
— ¿Cómo influye en los chicos y chicas la educación cooperativa?
— Les permite experimentar la fórmula cooperativa en proyectos concretos de generación de bienes o servicios. Favorece la formación de actitudes responsables para que puedan asumir su futuro económico y el mejoramiento de sus condiciones de vida mediante la ayuda mutua y la cooperación, para no dejarse ‘domesticar’. Como dice Eduardo Galeano, este es un mundo que nos domestica para que desconfiemos del prójimo, para que lo consideremos una amenaza y nunca una promesa. El cooperativismo promueve la formación de ciudadanos que consideren al otro como una promesa de construcción en conjunto de un mundo mejor.
— ¿A qué remite la idea de cooperativas escolares, qué significa?
— Cooperativas escolares es un concepto polisémico y cobra distintos matices si lo consideramos desde el punto de vista de quienes venimos de la educación o bien desde el movimiento cooperativo; la realidad es que se trata de un desafío constante para ambos. Pero algo debe quedar clarísimo: su fin primordial es pedagógico y de manera secundaria puede aparecer lo económico. Las cooperativas escolares son emprendimientos gestionados por los y las propias estudiantes, con orientación docente y proyección comunitaria; son experiencias que trascienden el aula y los ciclos lectivos.
Adriana profundiza la definición: la creación de una cooperativa escolar es una estrategia pedagógica, un laboratorio de gestión democrática y de participación, pero es además una metodología de trabajo en la que sus integrantes se unen voluntariamente para satisfacer necesidades comunes y fortalecer el proceso de enseñanza aprendizaje. También es un espacio donde los niños, niñas y adolescentes aprehenden para sí herramientas que les permiten conocer y transformar códigos culturales y sociales.
Su experiencia laboral le indica que la enseñanza cooperativa debe abordarse desde la complejidad de lo transversal, ya que no puede quedar atada a una franja horaria o a un solo espacio curricular dentro de una institución. Esta misma razón, a veces, dificulta la creación de cooperativas escolares, porque se deben desestructurar algunos tiempos y lógicas disciplinares, y también los excesivos mecanismos administrativos para registrarlas en los organismos correspondientes.
En Argentina
En nuestro país son numerosas las experiencias del cooperativismo educacional, con provincias que presentan un amplísimo desarrollo. Según un estudio realizado por la asociación civil CALCME (Célula Argentina y Latinoamericana de Cooperativismo y Mutualismo Educacional), en 2014 Córdoba tenía 150 cooperativas escolares matriculadas y en la actualidad, según la información presentada en el último Congreso Nacional de CALCME, son más de 400. En Buenos Aires pasaron de 111 a más de 300; Chaco tenía 63 en 2014 y ahora superan las 200; Río Negro que en 2014 solo tenía dos, una en General Roca y otra en la localidad de Los Menucos, en la actualidad cuenta con 24 cooperativas matriculadas y activas.
— ¿Por qué creció ese número?
— Por el impulso de algunas docentes y de políticas públicas que las promueven y acompañan. Y aquí no estamos hablando de malas o buenas gestiones de gobierno o de tal o cual partido, simplemente relevando la continuidad de una política de promoción del cooperativismo y, en el caso de Río Negro, del mutualismo escolar.
Existe un amplio marco normativo que las contiene e impulsa. La Ley Nacional 26206, establece, en su artículo 90, la incorporación de los principios y valores del cooperativismo y del mutualismo en los procesos de enseñanza-aprendizaje y la capacitación docente correspondiente, en concordancia con los principios y valores establecidos en la Ley nº 16583 y sus reglamentaciones.
En La Pampa la Ley de Educación 2511/09 adhiere (art. 113) a la incorporación de los principios de la enseñanza a nuestro sistema educativo: “más aún, contamos con una Ley Provincial, la 685/75, que declara de interés provincial la enseñanza de los objetivos y principios del cooperativismo, que deberán implementarse con carácter obligatorio en todos los establecimientos de la provincia y en todos los niveles”.
Este marco legal educativo se articula con la normativa propia del cooperativismo, así como existen los Lineamientos Curriculares Federales del Cooperativismo y Mutualismo Escolar para el trabajo específico en las aulas, aprobados por el Consejo Federal de Educación, del que nuestra provincia forma parte.
— ¿Qué ventajas surgen con las cooperativas escolares?
— Muchas. Se originan en necesidades o demandas de la propia comunidad educativa; se articulan con políticas educativas institucionales; suscitan aprendizajes institucionales, profesionales y estudiantiles; y otros vinculados con el mundo cotidiano; vinculan la teoría y la práctica; porque crean o recrean nuevas oportunidades educativas; porque aspiran a implementar mejoras sostenidas en el tiempo; porque demandan una actitud proactiva; porque introducen cambios positivos específicos en algún aspecto de la vida escolar y de sus actores; porque no requieren grandes inversiones, ya que se usan recursos existentes y se parte de la ayuda mutua y del esfuerzo propio; también promueven la participación en la comunidad a través de acciones del cuidado del ambiente y el bien común; porque se vinculan con otras instituciones cooperativas y sociales del medio, y crean redes de trabajo y capacitación que las fortalece. No hay desventajas en el cooperativismo escolar; al contrario, aportan su granito de arena a la construcción de un mundo mejor, como refiere el lema de ACI.