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ENTREVISTA A PEDRO VIGNE, INVESTIGADOR DE LAS COSAS NUESTRAS

“¿Un policía que investiga la historia? Sí, ¿por qué no?”. Pregunta y se responde Pedro Vigne, que lleva casi 25 años buscando, aprendiendo y difundiendo trazos de su amada Toay. Confiesa que le duele ver cómo todos los días se tiran y pierden pedazos de su historia. “No nos damos cuenta de que todo hace a la identidad, ¿quién va a querer lo que no conoce?”

Publicada en diciembre de 2015

Casi treinta años de carrera lo tienen como comisario general y rector del Instituto Superior Policial de La Pampa. Este techo le avizora poco tiempo más en la fuerza y si bien su ilusión siguiente es estudiar la carrera universitaria, no tiene dudas: “algunas cosas que he aprendido o descubierto no las vas a aprender en ninguna carrera, podés estudiar algunas cosas que tienen que ver con esto, con técnicas o métodos, pero si no tenés entusiasmo, si no tenés poder de deducción o suerte o dedicación, no lo vas a lograr. He llegado a límites que otros con muchos títulos no han podido llegar”.

Vigne es muy locuaz. Investigador regional, estudioso del pasado, son formas de presentarlo que le sientan bien. “Siempre me gustó la historia, desde que estudiábamos a los fenicios y los egipcios, siempre sacaba 10”. Las vísperas del centenario de Toay, en 1994, lo acicatearon. Dos años antes empezó a colectar testimonios de viejos pobladores y fotografías de época. Y ya no paró. Es un autodidacta, según él mismo se define, en una tarea que tiene “algo de detectivesca, y en eso me ha ayudado mi formación policial”.

Dos descubrimientos tuvieron fuerte impacto: uno es el Fortín de Toay (ubicado en 1883 unos pocos kilómetros al oeste del actual centro toayense). Un primer comentario se lo aportó un viejo poblador, testigo de los vestigios, y si bien solo había pasto puna y caldenes se topó con otro dato: un alambrador había encontrado una bombilla que lo transportaba a la campaña militar de Roca. La corazonada dio frutos porque terminaron desenterrando cápsulas de Remington, botones de chaquetas militares, botellas de ginebra y hasta huesos de animales con los que se alimentaban. Luego, en el Servicio Histórico del Ejército, averiguó pormenores sobre la guarnición y el legajo del oficial a cargo.

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En una de las imágenes que Vigne enmarcó para mostrar en su museo, puede verse al fundador de Toay, Juan Guillermo Brown (a la derecha) posando junto a un mortero utilizado por los soldados del “fortín Toay”. La fotografía, aparecida en una edición de 1907 de la revista Caras y Caretas, muestra a un Brown de unos 37 años, con visible sobrepeso, ocasionado seguramente por la nefritis que un año después provocaría su muerte, en una madrugada porteña. Su mujer, Josefa Mercado, lo sobrevivió hasta 1965. Ella falleció a los 81 años, en el pueblo fundado por su marido.

Otro hallazgo fue la pulpería “La esquina vieja”, del catalán Joaquín Llorens, un pionero que compartió el fortín con soldados e indios amigos. El lugar era un encuentro de caminos de las diligencias y carretas que unían Trenque Lauquen, Victorica y General Acha. Copas, botellas, pipas, vasos de boliche fueron parte de lo encontrado. El lugar ya estaba en ruinas durante los años 40, apenas subsistió una reja de hierro enmarcada en tirantes de madera que terminaron en Urdapilleta, cerca de Bolívar.

Vigne casi siempre trabaja solo, usando sus ratos libres y francos laborales (“me he gastado licencias enteras”, dice entre risas). Actualmente bucea en documentos de fines del siglo diecinueve y comienzos del veinte, reveladores de conflictos entre vecinos y hechos policiales. Eran tiempos en que la esquila y el desmonte significaban empleo golondrina y los entredichos personales –algunos fatales- no escaseaban. Mucha información está resumida en sumarios que Vigne ausculta con fruición para establecer causas usuales de las peleas, estilo de escritura de los agentes, armas utilizadas, indumentaria o características físicas de la gente, que “nos muestran una época donde todo se estaba haciendo”.

¿Qué fue dealgunos pioneros?

Siempre aparece algo nuevo en el horizonte de este investigador que pone plata de su bolsillo para hacer la tarea. “Qué se hizo de algunos primeros pobladores como Manuel Gómez Ortiz, una de las personas más ricas y poderosas de entonces”, que en 1906 le compró terrenos a Juan Brown, fundador de Toay. Entre 1914 y 1920 Gómez Ortiz entró en crisis y nunca se pudo establecer dónde y cuándo murió, y aunque se casó, tuvo hijos y tenía hermanos, nadie reclamó por sus propiedades en Toay.

Otro personaje misterioso es Guillermo Stewart que llegó a Toay desde Tucumán en 1999 junto a Josefa Mercado, una adolescente de 16 años que luego se casó con Brown (quien ya tenía 30). Ambos eran de origen escocés y fueron amigos. Stewart fue intendente y juez de paz hasta 1903 aunque un posterior conflicto político los enemistó y para 1904 ya no estaba en la localidad. ¿Qué pasó? No se sabe.

Toay vs. Santa Rosa

La charla incluyó la disputa por la capital del Territorio Nacional: pioneros, comerciantes y políticos de General Acha, Victorica, Toay y Santa Rosa pujaron, se movilizaron, compitieron y se vincularon con personajes influyentes del gobierno nacional durante más de veinte años, hasta su resolución.

Vigne recordó algunos antecedentes de ese trance que no escapó a los avatares de las disputas internas en el gobierno nacional de la Generación del 80, en particular tras la Revolución del Parque de 1890. Pero su énfasis lo puso en las maniobras políticas de Tomás Mason, fundador de Santa Rosa de Toay, para que Nación decretara cuál de los poblados sería capital de la Pampa Central. “(Mason) Le ganó de mano a Toay porque Toay se quedó esperando que la hicieran capital”. Algunas heridas perduran. Para Vigne el “atraso de Toay viene de aquellos primeros tiempos”, pese a que fue punta de riel de dos ferrocarriles (el del Sur y el del Oeste). “Lanas, cueros, cereales, leña, tenían salida hacia dos puertos del país, cinco hoteles funcionaban hacia 1905, había varias fábricas: ¿qué pasó para que se quedara en el tiempo?”, se pregunta.

“A la historia no se le da la importancia que tiene, es algo que pasó, que a nadie le importa, porque hay que mirar al futuro; eso realmente me molesta, y más cuando viene de gente que está en lugares importantes que debiera ocuparse de eso. Por eso digo en buena hora que estamos algunos que, con sus pros y sus contras o sus errores, tratamos de rescatar algo, de escribir, porque si no, se perdería todo”.

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Siete libros publicados

Vigne tiene siete libros publicados: “Toay, un pueblo centenario”, “Una excursión al Toay antiguo” (partes I y II), “Los rostros de la tierra” (iconografía indígena de La Pampa, en coautoría con José Depetris), “Crónicas policiales de La Pampa vieja” (partes I y II), y el reciente “Historia de pioneros”. En este momento trabaja en un “Crónicas Policiales III” que resume 25 casos de aquellos duros años. Otro espacio singular es su propio y artesanal museo donde el material hallado se presenta etiquetado en estanterías y vitrinas. A esto hay que sumar más de 400 artículos escritos en el suplemento Caldenia de La Arena.

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