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HISTORIAS DE LA LUZ BUENA

Gabriel Anza quita con el revés de la mano la lágrima que se desliza por su mejilla. Pudoroso, evita mirar a su interlocutor. Se le ocurre, a modo de excusa, murmurar una alusión al frío inclemente que invade hogares y causa desasosiego en el puñado de hombres reunidos en la intendencia de Santa Rosa.

Publicada en junio de 2001

No lo hace. Algunas explicaciones -que eventualmente pudieran ser interpretadas como debilidades- son impropias para quien pretende ejercer sin fisuras el cargo de comisionado de Santa Rosa. Una posición que le abrirá, tal vez, las puertas a la política grande de este incipiente territorio.

El ordenanza que ha efectuado la prueba informa y el informe es lapidario: las veinte lámparas a alcohol que la comuna ha adquirido para proveer de alumbrado público a las arterias centrales, no han dado el resultado esperado.

Es la primera frustración en el propósito oficial de iluminar la ciudad. Anza ve esfumarse sus aspiraciones y todos los reunidos desvían sus expectativas a otro hombre. Un tal Pedro Médici que, dicen, es hombre de muchas luces. Es cosa sabida que este boticario robusto que aparece en el firmamento de la política lugareña cuenta con el respaldo de la influyente colectividad italiana.

200106 Luces y sombras de invierno en Santa Rosa Pedro Medici

Don Pedro Médici

Las veinte lámparas habían sido el resultado de laboriosas gestiones en Buenos Aires, donde el tema de la iluminación pública viene ganando predicamento

Es invierno de 1903 y todavía no está resuelta tan delicada cuestión. Obras son amores...

Y votos. ¡Si lo sabrá Tomás Masón! a quien el poblado ya ha comenzado a decirle "Don" y ha sido el artífice de la idea que todavía da vueltas en su cabeza: Santa Rosa puede y debe contar con todos los adelantos de la modernidad.

Si no hay luz, no nos habrán de ver desde Buenos Aires.

El pensamiento, instalado en los primeros lugares de las obsesiones de don Tomás ha calado hondo en las intenciones del voluntarioso Anza y constituyen el catecismo de Pedro Médici, su sucesor.

Sin embargo deberán pasar tres largos y ardorosos años para satisfacer tantos desvelos.

1906 amanece en el firmamento de obras públicas municipales y los vecinos, del centenar de casas con que cuenta el radio urbano, se visten de fiesta para celebrar la recientemente instalada iluminación a gas de acetileno.

Se trata de un ensayo que durará un mes y se circunscribe solamente a la plaza Mitre. Pero si funciona, prometen las nuevas autoridades, el alumbrado se extenderá a todas las arterias.

Esta conducción comunal ha asumido recientemente, luego de un controvertido proceso comicial que las huestes de Médici, que ha resultado perdedor, denuncian como fraudulento.

Pero las críticas no son audibles en medio del jolgorio.

Desde el palco del festejo, el candidato que ha conquistado el sueño de la re-reelección como presidente del Concejo Municipal, se alisa la punta de sus bigotes y piensa en un discurso que contendrá palabras encendidas y la promesa de ese prodigio del progreso que los técnicos llaman electricidad.

Tomás Mason no es hombre de dejar cabos sin atar.