Está en la última etapa de impresión la nueva obra de Editorial Voces. Se trata del libro “Un viaje por el Salado”, de José Luis Navarro, que llegará a manos de nuestros suscriptores en las próximas semanas. El relato recupera la aventura que protagonizaron tres jóvenes estudiantes universitarios durante quince días, entre julio y agosto de 1983, cuando navegaron el río uniendo el límite norte de La Pampa con el Río Colorado, al sur de la provincia.
Publicada en febrero de 2014
Bien dice la contratapa del libro que los relatos de viajeros, hayan nacido de la imaginación o del acopio de experiencias ajenas o propias, atraviesan la literatura de todos los tiempos. En este texto, original de José Luis, uno de aquellos tres aventureros, se combinan las lógicas expectativas con la tensión que naturalmente genera cada nuevo episodio. El oeste pampeano se muestra a los viajeros con su diversidad de paisajes, vegetación y fauna pero buena parte del trasfondo la imponen los personajes que viven, trabajan y sufren en sus orillas. Aquellos estudiantes recorrieron en un bote varias centenas de kilómetros por aquel río Salado navegable en su mayor parte, uniendo los límites norte y sur de La Pampa.
El prólogo que anticipa las páginas del libro estuvo a cargo del profesor Marcelo Cordero, miembro de Editorial Voces. En pocas líneas resume y exalta el producto literario como una de las tantas formas de la narrativa testimonial. Aquí se deja entrever la idea de que “lo vivido merece ser contado”. Quince días pueden parecer poco pero fueron mucho, por muy rico y novedoso, para una aventura de este tipo donde los hechos, las voces, las situaciones aparentemente mínimas, constituyeron durante años una memoria fragmentada que reencuentra su unidad a través de este relato.
Estas crónicas de viajeros suelen expresar el asombro frente al espacio extraño y a la gente que habita esas geografías, pero también sirven para la difusión de costumbres y rasgos de un entorno que “va cambiando con la misma travesía”. Un elemento distintivo es el no olvido de las pequeñas anécdotas que a menudo descartan geógrafos e historiadores profesionales. “Por eso, porque muestran la condición humana, suelen leerse como literatura”, agrega Cordero.
El río pampeano
Este curso de agua recibe sucesivamente los nombres de Salado, Chadileuvú y Curacó, en el extenso tramo donde reina el desierto. Se trata, claro está, de un río cuyo recuerdo vive en el sentimiento de un gran número de pampeanos. Ese río es el gran protagonista de la historia que recuperan Navarro y sus amigos Jorge Toselli y Daniel Dubié, por ese entonces todos estudiantes de la carrera de Veterinarias en la UNLPam.
Perseverantes, a veces temerarios como buenos jóvenes, siempre conmovidos, los viajeros fueron protagonizando una serie de episodios que se muestran diferentes de lo cotidiano. “Todo nace, con naturalidad, del contraste entre el medio urbano del que proceden los exploradores y ese ambiente exótico, de carácter rural, que evoca un pasado legendario” dice el prólogo.
No eran expertos navegantes. Al contrario, el carácter de aventura incluye los limitados conocimientos -que no significaron obstáculos- para timonear el gomón en un río poblado de islotes, meandros y lagunas derivadas. Esa inexperiencia los obligó en varias oportunidades a solicitar ayuda a los lugareños. En su comentario, Cordero destaca que “cuanto ocurre parece emerger de la voluntad del río, desde las módicas alegrías hasta el sino trágico de la joven madre que sobrevive con dos hijos, a la buena de Dios, en su ranchito costero”. Los lugareños son también el paisano Nieto, de boina y caballo, revólver al cinto y canana cruzada al pecho; Virruncha Mansilla y su familia, y hasta la figura patriarcal de don Julián Wentenao, cacique indio, cuya presencia “llamaba a recato y compostura” ante propios y extraños.
Los ritmos del río
El Salado, con el avance del relato, va tomando las características de una divinidad. “Es el gran dador, el que escribe el destino de los otros, para bien o para mal. Por donde corre, modifica el paisaje, multiplica la vegetación y la vida animal; donde se dispersa o se corta, crece el desamparo”, indica el prólogo. Este río impone su propio ritmo a la palabra, determina los avances y las pausas, encadena los hechos según su propia conformación física y nutre los capítulos con esos variados e intensos momentos que padecen y gozan los navegantes. “La escritura ya no es mera representación de una geografía, sino más bien la relación que el hombre entabla con esa geografía”.
El tono coloquial que recorre este registro escrito no está exento de humor y de expresiones que se transforman en verdaderos guiños a los lectores. Todo resulta en la recuperación de una historia vívida, que refleja de manera directa, con estilo ameno, esta singular experiencia de juventud. Como bien saben los pampeanos, en el río de los tres nombres viven y sobreviven tamariscos que se levantan cerca de las orillas, bañados, vegetación abigarrada, revuelo de pájaros y aguas turbias, y en muchos lugares poblaciones y pequeños productores que lo necesitan, lo usan, y lo esperan.
Editorial Voces edita y publica con conciencia política una obra que armoniza la hermosa experiencia de un grupo de viajeros con la vigencia histórica de un reclamo provincial por nuestros ríos perdidos y la esperanza de su recuperación. El agua es vida y el Salado-Chadileuvú-Curacó es parte de esa imprescindible fuente para garantizar la misma existencia de la flora, la fauna y los seres humanos.