En la Provincia de La Pampa se encuentran registradas cuatro áreas con pinturas rupestres: Cerro Chicalco, Chos Malal, Cueva de la Salamanca y Lihue Calel. Sin embargo siempre existe la posibilidad de nuevos hallazgos, dado que la topografía de la provincia involucra cantidad de afloramientos rocosos, soporte habitual donde suelen encontrarse estas manifestaciones de la cultura humana.
Publicada en junio de 2019
El arte rupestre es una prueba más de los pueblos que habitaron en el pasado y, como tal, debe ser entendido en relación al resto de materiales y sitios arqueológicos. En conjunto, constituyen evidencias que nos permiten conocer diversos aspectos de nuestros antepasados y, por lo tanto, de nuestra historia e identidad territorial. Es por esta razón que su preservación es importante.
¿Quiénes hicieron las pinturas y con qué propósito? ¿Era una forma de demarcación territorial?, ¿representarían un mensaje?, ¿la ubicación de recursos o algún tipo de mapa?, ¿serían realizadas en el marco de alguna manifestación ritual, o sencillamente trazos al azar en un momento de inspiración? Estas son algunas de las preguntas que los especialistas han formulado en la búsqueda de explicaciones. Lo cierto es que ninguna de ellas puede ser respondida con certeza y existen serios debates al respecto (incluido el de si estas manifestaciones deben considerarse “arte” o no) que por razones de extensión no podemos referenciar aquí.
Pero lo que sí sabemos es que pequeños grupos de cazadores recolectores nómades habitaron nuestro territorio miles de años atrás. La actividad humana más antigua que se conoce en la provincia de La Pampa corresponde a la zona de Casa de Piedra, donde se estableció un fechado de 8.620 años antes del presente. A este le siguen fechados de alrededor de 6.000 años en Cerro de los Viejos (Depto. Caleu Caleu), 4.590 años en Tapera Moreira (Depto. Lihue Calel), 3.600 años en la laguna de Embajador Martín (Realicó), y un conjunto de sitios con cifras dentro del rango entre los 3.000 y 1.000 años como Chapalcó (Toay), Naicó (Toay), sitio Chenque 1 de Lihué Calel (Lihué Calel) y Laguna de Chillihué (Utracán).
Estos datos son obtenidos mediante técnicas que poseen un alto grado de precisión, como la espectrometría de masas con aceleradores (AMS) o la datación por radiocarbono. Pues bien, las pinturas se encuentran en sitios cuyos restos arqueológicos asociados se corresponden al último de estos rangos. Además esta cifra se ve reforzada con otro dato. Existen pinturas en provincias vecinas en las que se pudieron establecer fechados de sus pigmentos, y el resultado arrojó cifras rondantes a los 1.000 años antes del presente. El hecho es que estilísticamente presentan motivos muy similares a los de La Pampa. En síntesis, la arqueología plantea que las pinturas rupestres de nuestra provincia pudieron haber sido realizadas en algún momento entre los 3.000 y 1.000 años atrás.
Los motivos de las pinturas de nuestra región suelen denominarse de tipo “geométrico-abstracto”, es decir figuras que parecieran no representar de manera “realista” nada en particular, al menos desde nuestra óptica actual. A excepción de un caso en Lihue Calel donde aparecen motivos que parecen representar formas humanas y animales. Los pigmentos suelen ser de base mineral, rocas molidas mezcladas con componentes orgánicos como grasa animal o resina. En las cuatro áreas de La Pampa predominan los colores rojo y negro.
El arte rupestre es muy vulnerable y las causas de su deterioro suelen ser de dos tipos, naturales y humanas. Entre las primeras se puede mencionar acumulación de sales, humedad, presencia de aves y/o avispas, bacterias, líquenes y musgos. El comportamiento humano que contribuye al daño, por otro lado, suele ser resultado de descuidos irresponsables, pero también se presentan casos de vandalización, como la rotura intencional del soporte rocoso o la inscripción de grafitis. Lamentablemente, ambos casos ocurrieron en la provincia. En las pinturas de bajo de Chos Malal hay grafitis superpuestos, tal como sucedió años atrás en Lihue Calel, solo que estos últimos fueron removidos.
Y en Cueva de la Salamanca existe un desprendimiento de un fragmento de roca con motivos pintados, probablemente de forma intencional dado que el faltante nunca fue hallado.
Al igual que todos los bienes arqueológicos, el arte rupestre se protege con políticas públicas culturales y participación comunitaria. En primer lugar, reconociendo el rol de los organismos competentes y dotándolos del personal y recursos necesarios. En La Pampa rigen dos marcos legales sobre protección del patrimonio arqueológico y paleontológico, la Ley Nacional Nº 25.743 y la Ley Provincial Nº 3.104, sancionada en agosto de 2018. La autoridad de aplicación de ambas leyes es la Secretaría de Cultura del Gobierno de La Pampa y, al respecto, el área experimentó en los últimos años tres mejoras que viene al caso mencionar y sostener a futuro: su jerarquización a nivel de secretaría, la creación de la Dirección de Patrimonio Cultural y la sanción de la Ley mencionada.
Una vez enfocado lo institucional, lo que sigue es impulsar campañas de difusión destinadas a despertar interés y buscar la participación de la sociedad en su conjunto. Solo lo que se gesta con la participación de la mayor cantidad de actores sociales (comunidad, pueblos originarios, turismo, municipalidades) tiene la posibilidad de prosperar a largo plazo. Y esto implica mucho tiempo de preparación: talleres para informar, reuniones para opinar y voluntad política para acompañar. Entender que los bienes culturales son bienes no renovables y que pertenecen a todos los pampeanos es substancial. Por eso se habla de “procesos de apropiación del patrimonio”, porque cuando algo es propio se cuida más. Tienen “valor social”, es decir que son recursos culturales que constituyen un referente de identidad para un grupo.
Finalmente, entre organismo responsable y actores sociales, se debe definir lo que se conoce como “Plan de Manejo” de un sitio. Un plan de manejo debe integrar varios aspectos: establecer convenios con los propietarios de los campos, formación de guías autorizados, establecer una capacidad de carga (número máximo de personas por visita), definir canales claros de comunicación para organizar las visitas, instalación de cartelería informativa, demarcación de senderos y, de ser necesario, la instalación de barandas de protección para evitar el contacto directo con el material arqueológico. La visita a los sitios no debe ser promocionada hasta tener los planes de manejo debidamente preparados. Y estos deben resolver un doble objetivo que a primera vista puede resultar contradictorio. Por un lado garantizar celosamente la preservación de los recursos culturales; por el otro, garantizar el acceso, disfrute y aprovechamiento público sustentable. ¿Cómo se resuelve? Con organismos públicos preparados y con participación comunitaria. Cuando la sociedad siente como propio un bien cultural, se convierte ella en su principal cuidadora.
*Ignacio Roca es antropólogo.
Docente e investigador de la UNLPam.
Director Provincial de Patrimonio Cultural.