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DOS TESTIMONIOS QUE ENRIQUECEN NUESTRA MEMORIA

La Escuela Hogar de Santa Rosa sigue siendo un espacio cultural de los pampeanos que reivindica una etapa de nuestra propia historia como comunidad, aun cuando se mantenga ocupada por el Ejército. Pese a esta flagrante contradicción, el imaginario popular la sigue denominado Escuela Hogar. El extendido anhelo de recuperarla por ahora se ha visto frustrado pero, como bien se dice, la esperanza es lo último que se pierde.

Publicada en octubre de 2015

Desde marzo de 1955 hasta fines de la década del 70, miles de niños y niñas estudiaron, jugaron y encontraron albergue en sus aulas, patios, dormitorios, comedores y en el hermoso salón de actos. Como es natural esos chicos formaron hábitos amparados por un gran proyecto social y educativo que la licenciada Silvia Flores relatara en estas páginas en las ediciones de junio y julio de este año. Sin embargo, no todo se conoce con detalles. Algunos los descubrimos en pequeñas historias personales que guardan algunos protagonistas de aquella Escuela Hogar, originalmente conocida como Hogar Escuela.

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Edelmira García, encargada del área de ropería, lee el certificado de su ingreso laboral a la Escuela Hogar.

Edelmira García de Bertolini, “Chiquita”, fue parte del personal del área de ropería y Mario Baldomé fue alumno durante varios años. Sus anécdotas engarzan lo personal con lo colectivo, lo estrictamente laboral con la formación de aquellos niños que llegaban de distintos lugares de la provincia, en particular de las tierras del Oeste. Fluyen sus palabras y recuerdos frente al grabador, no exentas de emociones y hasta de algunas lágrimas que caen mansamente.

En la ropería

“Tenía 22 años cuando me llegó el telegrama para que me presente a trabajar”, dice Chiquita. De hecho, ella ingresó en enero de 1955 y junto al resto del personal su primera tarea fue limpiar y dejar todo listo para el inicio de las clases. “Muchos chicos, muchos del oeste, todos en edad escolar y algunos de 14 o 15 años que nunca habían ido a la escuela”, componían aquel cuadro social.

El 21 de marzo de 1955 la Hogar Escuela se inauguró después de cinco años de trabajos de construcción. Unos pocos meses más tarde, exactamente el 16 de septiembre, la Revolución Libertadora de Eduardo Lonardi, Pedro Aramburu e Isaac Rojas derrocó a Juan Perón e intervino la administración de la Escuela. El golpe gorila pretendió borrar al peronismo y hasta los nombres de sus líderes –Juan Perón y Eva Duarte- fueron prohibidos.

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Certificado de ingreso laboral a la Escuela Hogar de Edelmira García.

Chiquita no olvida. “Todo cambió de repente. Una señorita de la que tengo bastante malos recuerdos, Marina Pujol, fue la interventora: nos hizo sacar todos los cuadros y nos hacía borrar las frases de Eva Perón; hizo echar gente, unos porque eran peronistas, otros porque habíamos trabajado en una unidad básica”. En la ropería se almacenaba toda la ropa, guardapolvos y zapatos de los alumnos, los cuales llevaban la inscripción Fundación Eva Perón: “nos hacía cortar el pedazo y ponerle remiendos para que no quedara el agujero”. Lo mismo ocurrió con las banderas y otros elementos que remitían al gobierno derrocado.

Los números varían pero los datos oscilan entre los 600 y hasta en algo más de mil los alumnos que anualmente vivían, estudiaban y se formaban en la Escuela Hogar. Los de Santa Rosa se iban a sus casas durante los fines de semana pero la gran mayoría se quedaba. “Era un trabajo durísimo, había chiquitos que extrañaban, lloraban, y había que atenderlos”. Los juguetes abundaban igual que los libros. “Estaban en lo que se llamaba el chalet de Evita, un lugar preparado por si un día venía Perón; con la intervención se fueron llevando todo en camiones: sillones, cortinados, las mejores cosas, se robaron todo porque no creo que eso haya ido a parar al Ejército”, exclama con indignación.

Desde Puelches

Marito tenía apenas ocho años cuando se terminaba la década del 50. Puelches era apenas un poblado donde los hermanitos Baldomé sobrevivían huérfanos. “Mi hermano mayor, frente al tema educativo, se contactó con la Escuela Hogar y acá nos trajeron, veníamos una pila de chicos”, dice con tono melancólico. Su vida se transformó por los hechos concretos: “teníamos muchas actividades incluso fuera de la Escuela, nos llevaban a ver fútbol, o al cine –eran las épocas del cine Gran Norte y del Marconi- o a los circos que llegaban a Santa Rosa”.

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Mario Baldomé, quien vivió y estudió en la escuela durante seis años, muestra una foto del equipo de fútbol de la institución.

“Llegué a esta Escuela por necesidad, y para mí fue mi familia, con todo lo que implica una familia; yo la pasé bien, muy bien; aprendimos a lavarnos los dientes, a comer en horarios organizados, a bañarnos todos los días con agua caliente y fría; era como una familia donde también teníamos que ayudar, por ejemplo a lavar algunos pisos o a cuidar a los más chicos”. Es apenas una pregunta y dejarlo hablar: “Había tres turnos de la parte educativa, a la mañana, intermedio y a la tarde, pero también hacíamos actividades prácticas como por ejemplo en la granja y la huerta”. Además un elemento central para cualquier chiquilín eran las actividades deportivas: “hacíamos atletismo, aprendimos a correr, saltar vallas, el cajón, jugábamos al básquet, al fútbol (donde ganamos muchos campeonatos provinciales) y hasta esgrima!”, dice Mario.

En febrero ya ingresaban a la Escuela y muchos pasaban la mayor parte del año en el establecimiento. Incluso –recuerda- algunos de los chicos se vieron beneficiados durante los meses de verano “con una especie de vacaciones, cuando visitaban otras escuelas hogares del país”.

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Equipo de fútbol de la Escuela Hogar.

El personal ocupa un espacio importante en sus memorias y su reconocimiento. “Cuando yo llegué el director era Fabián Arballo, un hombre formidable”, dice mientras se va mentalmente a aquellos días. Desfilan, desordenadamente, muchos nombres y apellidos, algunos apodos, y también las tareas que cumplían: “la peluquera era Juana Ramos, en la lavandería estaba Chela Mercado, estaba Nelly Sosa, en la cocina el 'negro' Palma, estaban Cappello, Schap, Trelles, los carpinteros eran García, Clarembaux; los médicos Felgueras y Álvarez Fernández, las maestras Dora Palma, Nidia Arias, Elsa Malgá, Iturri, Montano, Teresita Espina, Teresita Rivero, Nela Domínguez, Esther Álvarez, Francisco Villagra, Carrizo, Paniego un gran hombre, el padre de Omar Lastiri, Alfredo Klundt en música, Galla y su señora, venidos de Jujuy. Tanta gente...”.

Durante la década del 60 las partidas presupuestarias mermaron y la cooperadora ocupó un espacio clave que permitió el mantenimiento básico de semejante proyecto. “Imaginate el presupuesto enorme para comidas, remedios, no sé, hubo momentos en que sólo comíamos fideos gracias al Molino Werner de aquel entonces; seguramente los directivos tenían miles de problemas para afrontar todo eso”.

El tiempo pasó y la dictadura militar del 76 intervino la Escuela Hogar y desde principios de los 80 la transformó en un cuartel. “Yo no hice el servicio militar pero pienso que ese edificio no es para un regimiento, es para una escuela, o para la universidad”, sueña Mario, reconociendo que los profundos cambios que vive la sociedad hacen imposible pensar en regresar a aquellos tiempos felices de la infancia.

Ver también:
La escuela que quiere volver
Las excusas que llevaron a montar un cuartel