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INVESTIGACIÓN EN TOAY

El trabajo, la familia y los mercados laborales del mundo han sufrido una profunda transformación en el último cuarto de siglo debido a la incorporación masiva de las mujeres al trabajo remunerado.

Publicada en Julio de 1999

La mujer ha desempeñado tradicionalmente trabajo socialmente productivo tanto en las tareas hogareñas y en el cuidado de los niños como en trabajos de ayuda familiar. Lo nuevo es que, aun manteniendo la mayoría de estas actividades, las mujeres, en casi todos los países, se incorporan al mercado de trabajo. La crisis económica y los efectos de las políticas de ajuste sobre el empleo y el ingreso aparecen como los factores gravitantes en la tendencia a prolongar una mayor presencia de las mujeres en esta situación.

Feminización

La expresión “feminización de la pobreza” tiene dos significados: uno se refiere al aumento de la proporción de mujeres que se mantienen a sí mismas o a sus familias en los grupos de mayor pobreza, y el otro, más amplio, incorpora las que serían pobres si tuvieran que mantenerse.

Una variable para contemplar es la situación de “jefatura”. Se considera así a la persona reconocida como tal por los miembros de la familia. Pero muchas veces esta mención identifica a la persona que provee los recursos a la unidad familiar, dejando de lado quién toma las decisiones, en qué ámbitos, quién realiza el cuidado de los niños, etc..

El presente artículo retoma algunas apreciaciones sobre “jefaturas femeninas” de un trabajo de investigación realizado en la localidad de Toay, sobre “Mujeres populares: entre el trabajo productivo y la organización doméstica”. La condición de jefatura, la composición familiar y la realidad socioeconómica son algunos ingredientes de esta situación que se vislumbra cada vez más pauperizada.

Las jefaturas de hogar

El aumento de jefas en Santa Rosa-Toay es notable. En sólo dos años (Encuesta Permanente de Hogares ‘95 y ‘97) 2.195 mujeres entraron en esta categoría, aunque no todas se encuentran ocupadas.

Datos extraídos de “Perfil de los Hogares con Necesidades Básicas Insatisfechas. INDEC. Mayo 1996”, demuestran que las localidades pampeanas del rango de Toay (2.000 a 10.000 hab.) presentan los mayores niveles de liderazgo femenino, aproximadamente el 31,53% (pensemos que el censo 1991, relevó el 22,6% para el conjunto nacional). Estos indicadores advierten cuán significativas son las jefaturas femeninas pobres.

Diferencias entre hogares con jefes y jefas

  • La presencia o ausencia de cónyuge: cada 100 jefes, 80,5 tienen compañera; mientras que cada 100 jefas, sólo 11 tienen compañero.
  • Más de un 10% de hogares con jefaturas femeninas albergan nietos y los hogares con jefes sólo un 2%.
  • Es notable el número de jefas inactivas, aproximadamente un 84%, de las cuales el 70% tiene más de 65 años.
  • En los niveles educativos. La diferencia en todos los niveles que implican más años de educación, favorece a los jefes varones. A esto se agrega que los jefes/as sin instrucción y con primaria incompleta, (proporcionalmente mayores) tienen los valores más bajos de ocupación.
  • Diferencias ocupacionales. Dentro de las activas ocupadas, el empleo doméstico engloba prácticamente a la mitad de las jefas (44,9%) siendo inexistente para ellas la categoría de patronas o socias, pero no para los jefes.

Con estos exiguos datos se puede advertir cuán vulnerables resultan los hogares liderados por mujeres con necesidades básicas insatisfechas.

¿Cómo se autodefinen?

En general las mujeres entrevistadas se definen como jefas cuando en algún momento quedan sin compañero y a cargo de los hijos; además, cuando esta situación es prolongada en el tiempo con existencia de hijos y trabajo “estable”, continúan como jefas a pesar de uniones posteriores. En el caso de mujeres que son único sostén del hogar, pero tienen compañero, esta situación de ninguna manera las “habilita” como jefas, aunque deban hacerse cargo de todo porque sus maridos no residen permanentemente allí. 

Los conflictos y experiencias que este grupo de mujeres enfrenta cotidianamente, relacionados con el trabajo, la organización doméstica y las estrategias familiares, acercan algunas ideas del lugar que tienen en nuestra sociedad.

El empleo en casas de familia ha sido la puerta de entrada en la mayoría de las historias laborales de estas mujeres. Las oportunidades de trascender a otros trabajos (formales) en el sector público y privado, dejan entrever elementos de valoración traducido en seguridad para sus hijos. 

Ciertas representaciones sobre el “trabajo remunerado”, que consideran el mismo una “obligación” para los varones pero una opción para las mujeres, quedaron virtualmente desacertadas. La situación de pobreza extrema y el hecho de ser responsable del grupo familiar juegan un papel decisivo. Para las que son jefas, el trabajo es una obligación indelegable, ya que sus familias dependen exclusivamente de sus aportes.

Ocupaciones diversas

Entre las entrevistadas se encontró un abanico laboral supuestamente “masculino”: despostadora, faenadora frigorífica, hachera, textiles. A pesar de esto, el mercado no les ofrece muchas alternativas laborales. Desde el Estado los planes de empleo precario son ofrecidos en su mayoría a varones (43 varones y 16 mujeres para el año 1998) argumentando que los trabajos de mantenimiento se consideran masculinos.

El trabajo doméstico y de ayuda familiar (no remunerado) no es reconocido como trabajo, sino como responsabilidad innata. Para ellas el trabajo es el “remunerado”, con el que pueden solventar el sustento familiar. Son variados los trabajos de ayuda familiar: van desde ayudar a baquetear en el horno de ladrillos, hachar, juntar leña, hasta el cuidado de los niños.

Esta última situación es cotidiana para los hijos/hijas mayores, que en algunas ocasiones no tienen más de 6 años. Ello es parte de las estrategias familiares que ayudan a mantener a las mujeres en sus empleos.

Otro aspecto a contemplar es la carga de trabajo hogareño que tienen las jefas sin compañero cuando regresan de sus trabajos, no sólo lo relativo a la limpieza, comida, etc., sino la resolución de problemas escolares, de salud de sus hijos, en algunos casos sus nietos y familiares de avanzada edad.

Comentario final

Si bien la crisis afecta a todos (varones y mujeres), los contextos familiares con jefaturas femeninas aparecen más amenazados. Este doble rol cae pesadamente sobre los hombros de las mujeres ya que, sean o no jefas, cada vez más -por la situación económica- están obligadas a extender sus jornadas de trabajo y por supuesto, nunca son desligadas de las obligaciones domésticas.

Esta dualidad deja entrever un gran desgaste y sacrificio en favor de la atención familiar, pero en desmedro de ellas mismas. Si bien todas argumentaron una elevada valoración hacia el trabajo remunerado, no significa que lo tomen como síntoma de “liberación”. Indirectamente están atadas de por vida con sus hijos y nietos.

Las repercusiones de esta situación, deberían ser tenidas en cuenta en vista de una igualdad de oportunidades, tanto en el ámbito familiar como en el extrafamiliar.

 

* Leticia García es  profesora de Geografía y autora del trabajo de investigación “Mujeres Populares: Entre el trabajo productivo y la organización doméstica”, que se sintetiza en este artículo. Los interesados en consultarlo pueden encontrarlo en la biblioteca del Instituto Interdisciplinario de la Mujer, en la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de La Pampa, en Gil 353.

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