Abastecerse de alimentos por fuera del modelo hegemónico que nos impone el circuito de supermercados y góndolas colonizadas por las marcas que, con distinto sello, producen unas pocas empresas en el país, no es tarea sencilla. Sin embargo, cada vez aparecen más alternativas que intentan vincular a los consumidores con una gran cantidad de productores cooperativos de alimentos, desde otra lógica que privilegia el “precio justo”. “Alimentos Cooperativos” es una de ellas.
Desde 2014, un grupo de cooperativas y asociaciones productoras de alimentos empezaron a organizarse con la certeza de que la única forma de sobrevivir en un esquema de comercialización sumamente cartelizado como el argentino, era construir un canal de comercialización propio, en el que el precio no se fijara en base a la especulación sino en base a la remuneración justa de cada uno de los actores concretos de la cadena productiva y, a su vez, afectando lo menos posible al consumidor.
Así nació “Alimentos Cooperativos” una red que reúne a unas 150 cooperativas, asociaciones y comunidades indígenas, todas dedicadas a la producción de alimentos de manera colectiva y solidaria, pero también su comercialización, lo que incluye la comunicación y el desarrollo de la tienda virtual, en la que se puede comprar desde cualquier punto del país. Actualmente la red tiene puntos de venta físicos en la Ciudad de Buenos Aires y en algunas localidades de las provincias de Jujuy, La Rioja, Catamarca, Mendoza, Buenos Aires y Río Negro.
Miguela Varela forma parte del Centro de Comercialización de Productos de la Agricultura Familiar (Cecopaf), una de las organizaciones que integra la red. Licenciada en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales, con años de trabajo en el campo de la economía social y solidaria, se dedica a la gestión de proyectos vinculados con el desarrollo de estrategias de comercialización en Buenos Aires y a tratar de exportar la experiencia al resto del territorio nacional. En esta charla con “1º de Octubre”, brinda detalles del proyecto.
—¿Cómo surge “Alimentos Cooperativos”?
—El proyecto surge en el año 2014, de la mano de un grupo de cooperativas de alimentos que se encontraron con la necesidad de desarrollar un canal de comercialización propio, porque todos los intentos de vender estos productos de la agricultura familiar se topaban con muchas dificultades para su inserción en el mercado tradicional. Surge entonces la idea de formar una cooperativa de trabajo, que es la que se encarga de la comercialización junto con otras cooperativas de Buenos Aires.
—¿Quiénes conforman la red actualmente?
—La mayoría de las cooperativas que están en el proyecto son productoras de alimentos, pero también están las que se dedican a su comercialización, a la provisión de insumos y las que se dedican a la organización del consumo. Recientemente se sumó una cooperativa que se dedica a la comunicación, porque pensamos que necesitamos cubrir todos los eslabones de la cadena agroalimentaria. Si bien nuestra identidad es principalmente cooperativa, hay otras entidades de otro tipo, pero tienen que ser siempre colectivas; no hay nadie a título individual.
En La Pampa existen varias experiencias colectivas de producción de alimentos pero por el momento ninguna forma parte de “Alimentos Cooperativos”, aunque no es la única red relacionada con este sector de la economía. No obstante —señala Miguela—, la puerta y la invitación a sumarse están abiertas en la búsqueda constante de ampliar la experiencia: “la naturaleza cooperativa y de trabajo en red nos lleva a vincularnos con sectores afines de la economía solidaria, que no necesariamente tengan un perfil productivo, como es el caso de las cooperativas de servicios. Tenemos contacto con organizaciones de la economía popular, con asociaciones, con universidades, con mutuales, etc.”.
—¿Cuál es la realidad del movimiento cooperativo de producción de alimentos en el país?
—El movimiento de producción de alimentos que no entra dentro del modelo hegemónico, sea cooperativo o no, siempre tiene debilidades estructurales muy grandes que tienen que ver con la falta de acceso al crédito, a la tecnología, a mejoras productivas, al acceso a mercados… y cada vez que la situación económica empeora, la de estas organizaciones empeora mucho también. Lo que vemos es que, al estar tan en discusión la cuestión de la calidad de los alimentos, puede que se abran algunas posibilidades, pero lo cierto es que todo lo que es la inestabilidad macroeconómica y la caída del consumo siempre nos afectan mucho.
—¿Cómo está funcionando la tienda virtual?
—La tienda virtual la empezamos a desarrollar en el 2018, pero la llegada de la pandemia nos obligó a profundizar ese trabajo con su puesta en funcionamiento total. Los resultados fueron muy buenos, sobre todo al principio de la pandemia. Luego tendió a estabilizarse un poco más, pero la verdad es que el comercio electrónico es una tendencia que crece en general y sobre todo en el rubro de alimentos. Es algo que hacía falta y, si bien había algunas experiencias, nosotros hemos logrado algo muy interesante, que es una gran variedad de productos disponibles, con envíos de lunes a viernes a todo el país; es decir que cualquier persona, desde cualquier punto del país puede hacer su pedido a través de la página y nosotros lo recibimos, nos ponemos en contacto y acordamos un día y forma de entrega. Esto es tanto para minoristas como para compras mayoristas, algo que es novedoso sobre todo en nuestro sector. Así que podemos decir que es una experiencia exitosa.
—Una de las premisas de “Alimentos Cooperativos” es que lo que se paga es un “precio justo”; ¿en qué se diferencia del precio que uno se encuentra en las góndolas de los supermercados?
—El tema del precio siempre es algo complejo de abordar, sobre todo en nuestro país donde hay tanta inestabilidad en ese tema. Para nosotros el “precio justo” es el precio no especulativo. Lamentablemente no siempre es el más barato, pero sí es el más justo que recibe el productor que lo elabora y el más justo para el que consume. A veces la especulación no solo se usa para subir, sino también para bajar los precios y romper la competencia; por eso nosotros hablamos de precios justos o normales y no de precios baratos o populares —que se nos suele asociar porque trabajamos con organizaciones populares—. Porque si bien nuestra conformación de precios no está atravesada por la especulación, generalmente tenemos costos mucho más altos que los de las grandes empresas; entonces aunque nuestros precios son más transparentes, a veces no logramos que sean los mejores, los más baratos del mercado, porque accedemos a insumos más caros, porque quienes alquilan las tierras lo hacen a valores dolarizados, o muchos insumos son importados y al comprar poca cantidad se encarecen. Hay un sinfín de dificultades que hacen que no siempre el precio justo coincida con que sea el más barato; lo que sí nosotros hacemos es no especular con el valor de dólar, ni con la inflación futura, ni con las cotizaciones de los commodities alimenticios en la bolsa: nuestra construcción del precio tiene que ver con el costo que se le paga al productor, más el costo de la logística y el flete, más el costo del trabajo de comercialización, y ese es el precio final que paga el consumidor; ni más ni menos. Por eso algunos productos del supermercado pueden ser más caros o más baratos, pero sin duda que están atravesados por la especulación. Además, nosotros hacemos hincapié en saber quién está detrás de la producción, qué estamos consumiendo, que los nuestros son productos de buena calidad, que generan trabajo; creemos que a la hora de evaluar el precio tenemos que tener en cuenta todos esos factores.
—Aparte del carácter no especulativo del precio, ¿en qué se distinguen los productos de "Alimentos Cooperativos" de otros del mercado?
—Lo que nos distingue de otros productos del mercado es que son todos alimentos de producción local, productos nacionales, de economías regionales, de agricultura familiar, muchos de ellos agroecológicos o en transición agroecológica; muchos orgánicos, otros biodinámicos, también artesanales, pero todos producidos a través de la organización de sus trabajadores, sea en cooperativas o en grupos precooperativos: son productos de la economía popular, social y solidaria. Y en todos los casos atravesados por la construcción de un precio justo, en el que nos aseguramos que cada peso que invierte el consumidor en un alimento, es un peso que vuelve a la generación de un empleo en el campo o incluso en las ciudades, generando desarrollo local.
Salirse del modelo de abastecimiento hegemónico puede resultar complicado, cuando todo está preparado para facilitar el consumo de los productos de los grandes formadores de precios. Los resultados podemos verlos y sentirlos a diario en nuestros bolsillos. Pero existen alternativas y solo es cuestión de explorarlas, creer en ellas y apoyarlas para consolidar canales en los que productores y consumidores se relacionen en beneficio mutuo. “Alimentos Cooperativos” es una de ellas, pero también está “Consumo Popular Organizado”, otra red en la que se pueden adquirir productos de la economía solidaria desde cualquier punto del país.