La psicóloga Cecilia Bagliani se refirió a la necesidad de acompañar, dotar de identidad y respetar las necesidades de las mujeres embarazadas. Algunos cambios se están dando pero queda un largo camino por recorrer.
Publicada en mayo de 2015
En Argentina rige desde 2004 la Ley Nacional 25.929 que contempla los “Derechos de padres e hijos durante el proceso de nacimiento”. Sin embargo perduran ciertas prácticas que se enmarcan en la llamada “violencia obstétrica”. Bagliani, también especialista en embarazo y crianza, precisó que “es lo contrario al parto respetado”. La violencia obstétrica implica vulnerar los derechos de las mujeres en un momento en el que justamente requieren un trato especial, humanizado y acompañado. “Cuando el sistema de salud no contempla o ignora estos requerimientos, nos encontramos frente a una situación que se encuadra dentro de la violencia de género y avasalla las necesidades de esas mujeres” agregó Bagliani.
En la historia de la obstetricia y de la psicología las prácticas en relación al nacimiento han cambiado. Hubo momentos en que las mujeres se acompañaban y los nacimientos se hacían en lugares muy íntimos y de mucho cuidado, por ejemplo en las tribus o en las casas de familia donde estaban las matronas. No faltaban situaciones de riesgo, pero eran entornos más naturales y donde las prácticas culturales acompañaban. Esto incluía rituales de nacimiento como la bienvenida al nuevo integrante de esa comunidad o la despedida de la panza.
Para Bagliani hubo una época en que la medicina empezó a ocupar un lugar de mucho poder y a predominar una cultura muy machista, donde era el saber del médico varón el que tenía que decidir por el desarrollo de los nacimientos. La mujer quedaba en un lugar de sumisión. Además se empezaron a establecer prácticas más relacionadas con lo económico. Por ejemplo, medicalizar algunos momentos donde no era necesario.
-¿Puede ser una de las causas que originó la violencia obstétrica?
-Sí, y también cuando los hospitales empezaron a recibir a tantos pacientes. Nos referimos a ciudades muy grandes, donde llega gente de distintos tipos de lugares y culturas. Con esta masificación, el sistema empezó a hacer aguas. Y comenzamos a observar partos automáticos, donde las mujeres entran y salen, o pasan como si fuesen objetos; donde no hay camas, lugares o personas que las asistan de la manera en que deberían. También aparece la violencia cuando no se puede reconocer que hay mujeres de otras regiones, por ejemplo, de Bolivia, Chile o Perú, que vienen y tienen su manera de relacionarse, de llevar su embarazo y de encontrarse con su bebé.
- ¿Cómo pueden revertirse estas situaciones?
- Es bueno no quedarse sólo con la mirada médica sino también hacer interconsulta. Por eso apareció el lugar de la psicoperinatología o de las parteras que nuevamente están empezando a tener más presencia y abogan un poco por dar calidad de acompañamiento a las mujeres. Asimismo ha regresado la figura de la dula, que es como la matrona de antes, la acompañante durante el embarazo, el momento del nacimiento o el posparto. A pesar de muchas situaciones no deseadas, se están retomando prácticas más humanizadas y se está volviendo a poner la mirada sobre la futura mamá como alguien con posibilidades de decidir, por ejemplo qué tipo de nacimiento quiere para su bebé.
-¿Cómo saber cuándo la decisión depende la mujer y cuándo hay una cuestión médica que depende necesariamente del profesional?
-El médico está calificado para tomar decisiones, para informar o acompañar, pero no para disponer libremente sobre el cuerpo de esa mujer. Porque justamente estamos hablando de una persona que de repente necesita que le digan qué le van a hacer, que le pregunten si hizo el curso de preparación para el parto, que le respondan cuando haga preguntas. Obviamente hay decisiones médicas que no deben objetarse si están fundamentadas, por ejemplo una cesárea cuando no hay otra alternativa, pero la mujer debe saber el porqué de la decisión del médico. Es necesario que se la acompañe y se la tranquilice. No hay que olvidar que también está en juego la cuestión emocional y psíquica de la mujer en relación a su propia historia.
-¿Esta situación donde la parturienta no siempre es informada, se ve tanto en centros de salud públicos como privados?
-Se observa en ambos casos, pero sucede que en las instituciones públicas hay más cantidad de mujeres y los médicos disponen de menos tiempo en proporción a los pacientes. Asimismo, en ocasiones, no se arman equipos integrales de acompañamiento, aunque ocurre tanto a nivel privado como a nivel público. Muchas veces la paciente, a la que se la considera un número más, termina siendo descalificada o desvalorizada en su saber y en su información. También otra realidad es que hay una gran cantidad que llega totalmente desinformada. Son ámbitos muy vulnerables, donde a veces hay futuras mamás que ni siquiera han deseado tener un bebé o no se han realizado los controles necesarios. Muchas veces tampoco tienen preparación emocional y física para lo que se viene, que es el nacimiento y es la crianza de un hijo. Michel Odent, un obstetra francés dice: “Para cambiar el mundo hay que cambiar la manera de nacer”. Esto significa que en tanto una mujer esté acompañada va a poder vincularse con ese bebé de una manera u otra, podrá recuperarse mejor y tener la energía necesaria para transitar ese momento emocional que es tan intenso.
La especialista pampeana cree que las mujeres se están animando más a hablar con sus médicos, a plantearles inquietudes o pedidos. También hay profesionales con mayor apertura. Agregó que en La Pampa afortunadamente se observan casos de obstetras y pediatras que empiezan a favorecer el diálogo. “Es entendible que el profesional esté muchas veces abrumado o con poco tiempo, pero hay algunas especializaciones que ameritan también cierto acompañamiento”, argumentó.
Una situación óptima -según Bagliani- es desarrollar la tarea en equipo y brindar una atención integral: “hay que generar un encuadre donde se mire a la persona y se la pueda dotar de una identidad. Es necesario evitar que se sienta invadida, ignorada, desamparada. Hay que informarle de todos los procedimientos que se le realizarán, consultarle, brindarle buenos tratos, considerar su situación desde todos los ángulos. También es importante respetar sus tiempos, contemplar sus necesidades y ponerse en el lugar de la mujer que está por tener un hijo”.
*María Soledad García es Licenciada en Comunicación Social