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Viejo almacén de ramos generales

La Pampa es una provincia muy joven, se constituyó como tal en 1951. Un año después se llamaría Provincia Eva Perón, hasta el 55. Sin embargo, la actividad de los pueblos y asentamientos comenzó mucho tiempo antes, una evidencia de esto es un antiguo almacén de ramos generales en Ataliva Roca, la pequeña localidad a 45 kilómetros al sur de la ciudad de Santa Rosa.

Publicada en octubre de 2013

No hay registros de la primera vez que el almacén abrió sus puertas. Sin embargo, sí se sabe que el nombre original era “Casa Obesso”. Néstor González es sobrino del fundador. Él cree que su inauguración fue en el año 1930. Cuenta, mientras pasea por el interior del local, que su madre, Antonia Bravo, llegó a trabajar en el negocio de su cuñado en 1930 cuando apenas tenía 10 años. “Y lo hizo hasta el día en que murió, pobre, y fue a los 84 años”.

En 1951 José Teófilo González, papá de Néstor, se hizo cargo del almacén de ramos generales cuando don Obeso resolvió que era tiempo de irse a vivir a La Plata con su familia. Néstor rememora que su padre y su madre quedaron eternamente encantados con la quietud y sencillez del pueblo de Ataliva Roca y sus habitantes: “Decidieron quedarse acá para toda la vida”, dice mientras mira la luminosidad que atraviesa la ventana como quien busca inspiración y despierta sus recuerdos.

Claro que en aquellos tiempos, todo lo que se vendía era suelto. Llegaban los camiones de Buenos Aires y Bahía Blanca con bolsas de 50 kilos de harina, yerba, azúcar y aún cascos (barriles o bordelesas de 225 litros) de vino que descargaban hasta llenar el sótano. Entonces se ponía en marcha el trabajo más duro y en que el que toda la familia debía colaborar: el armado de los pedidos, fragmentando la mercancía en pequeños paquetes, para la gente que vivía en el campo y los trabajadores de la hachada.  “Igual, no alcanzaba con la atención de los dueños, no dábamos abasto”, afirma Néstor, por eso era necesario la ayuda de algunos empleados de ocasión.

Para su dueño, que nació y se crió en Ataliva Roca, y ya peina 60 años, el antiguo almacén significa “todo”, tanto para la historia de su familia como para la del propio pueblo. Lo destaca mientras, sentado sobre el mostrador, pasea su vista por el irregular piso de madera, una anticuada caja registradora, y una singular escalera de forma triangular de unos 3 metros, que se utiliza para alcanzar los estantes más altos, los cuales todavía se conservan intactos. Él asegura que en realidad no importa mucho en manos de qué integrante de la familia hubiera quedado el almacén: “todos hubieran querido lo mismo, que esté abierto por mucho tiempo más”.

201310 2 Un pedazo de historia de Ataliva Roca

El piso, las estanterías, las cajoneras típicas y una vieja escalera son las mismas de hace 83 años.

Los indicios

Néstor detalla con orgullo algunas evidencias de la antigüedad del viejo almacén. Entre ellas, una robusta pero delicada máquina de forrar botones atornillada al mostrador del sector que funcionaba como mercería, también un pequeño aparato con una manija para sacar punta a los lápices, y un cajón macizo de madera donde se guardaban para transportar las botellas de bebidas alcohólicas de la época como la grapa y la caña. En el lado inferior de las estanterías, una serie de baúles con tapas, donde se guardaba yerba, azúcar y harina, conservan una antiguas iniciales que llaman la atención. ¿Qué son? “Adiviná, -me desafía- y antes de que yo responda, me explica su significado: Yerba P es yerba con palo, Yerba R es refinada, y BD era la yerba de barrido y descarte”.

Pegada al suelo, casi imperceptible, una argolla revela la puerta del sótano al cual no se puede entrar porque desde que hicieron el asfalto se llenó de agua y nunca más volvieron a bajar. El tornado que azotó Ataliva en enero de 2009 no perdonó al viejo almacén que se levanta en la avenida principal, frente a una plaza donde reina una gran fuente, donde cada tarde corre agua. Aquel día de verano la tempestad se llevó el techo, pero las vigas resistieron y se conservaron sanas. Por eso, luego de la angustia y desesperación de encontrarse con el desastre, al momento de reconstruirlo, lo hicieron manteniendo el estilo original del techo alto: “primó la nostalgia y la tradición” comenta Néstor.

Hoy, la mitad del Almacén de Ramos Generales José T. González, que en un primer momento funcionó como depósito, está alquilada, allí hay una tienda de artículos del hogar. Sin embargo, la esencia de este lugar no se ha perdido, los ladrillos a la vista, detalles sencillos e inocentes, las altas y fornidas aberturas, y la luz que las atraviesa, dan cuenta sin decir una sola palabra de su historia y vida.

*Emilia Di Liscia es Estudiante de Comunicación